Ignacio Ramirez

BUENAS TARDES

SEÑORAS Y SEÑORES.

Me siento muy honrada por participar en este homenaje a mi bisabuelo Ignacio Ramírez Calzada.

De niña me críe y crecí al lado de su hijo Román, con María del Rosario su nuera y con María Estela su nieta, en un hogar en donde la imagen de Ignacio Ramírez, o “papá grande” como cariñosamente se le recordaba, estaba presente a cada momento, sin duda alguna, esa presencia ha dejado a lo largo de los años una honda huella en nuestra familia.

No me detendré a citar su gran trayectoria política y social, ni los incontables aportes que hizo a nuestra nación, esa labor ha correspondido a diversos autores como Ignacio Manuel Altamirano, Boris Rosen, y actualmente de forma certera y objetiva a Emilio Arellano, sin embargo, hoy a 130 años de su muerte es importante recordar los principios e ideales, que defendió hasta su muerte.

Ignacio Ramírez fue ante todo un liberal puro, de carácter y convicciones férreas, con una pasión por la patria, que conjugada con sus ideales y acciones, le dieron la grandeza de quien supo que amar a un México libre es la única forma de vivir.

El vivió en una de las etapas más aciagas de nuestra historia nacional, en donde los golpes militares, las luchas internas, los tropiezos económicos y la inestabilidad política, eran una constante en nuestro país, dentro de ese mar revuelto surgió una de las más brillantes generaciones de pensadores que han existido en México, generación que contó con personalidades tan connotadas como Juárez, Ocampo, Lerdo de Tejada, Zarco, Arriaga, Prieto y Altamirano, entre otros, y entre ellos, con un especial brillo y visión Ignacio Ramírez.

Haciendo una reflexión del momento histórico que vivió Ignacio Ramírez y de su actuación, sabemos que siempre respondió sin temor o vergüenza, -esas dos dolencias de los cobardes y los corruptos-, a las mejores causas de nuestra nación.

Su pensamiento fue base y sustento fundamental de la Reforma en México y semillero de ideas que desde el Constituyente del 56 permearon hasta la Constitución de 1917, la cual rige nuestra vida política, social y económica, hasta el día de hoy.

En los tiempos que vivimos, de gran inestabilidad política social y económica, se hace necesario retomar principios e ideales que nos permitan consolidarnos como nación, y sin duda el ideario y ejemplo de vida de Ignacio Ramírez, son una guía certera, que nos recuerda a cada momento que debemos ejercer la máxima facultad que poseemos: La del pensamiento racional, “La culpa querido Bruto –dice Cesar- no está en las estrellas, sino en nosotros mismos si nos resignamos a la inferioridad”

Para ser grande es preciso que un hombre logre hacerse dueño de si mismo, Ramírez, fue uno de esos hombres fuertes de alma, tan fuerte en la derrota como en la victoria. Hoy al paso del tiempo, Ignacio Ramírez es un personaje del que pueden decirse muchas cosas, vivió en forma tan intensa y llena de matices, que es difícil encontrar un pasaje de su vida, un acto o algún rasgo de su personalidad que no nos transmita algo.

Ignacio Ramírez, el miembro más brillante de la generación de la Reforma, figura señera del liberalismo, es un hombre que no sólo pertenece a una época determinada de la historia, es un hombre sin tiempo y espacio, por que su pensamiento trasciende a éstos. Él es un ejemplo de quien nunca, ni en su último instante, renunciara a los ideales que le sustentaban como hombre, ni a su lucha generosa, por los indígenas, la familia, los niños, la mujeres, los animales y ante todo, por su más grande pasión: “La Patria”.

Termino mi intervención con un fragmento del discurso cívico que Ramírez pronunciara el 16 de septiembre de 1861 en la Alameda de México, en

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