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Importancia de la historia


Enviado por   •  12 de Julio de 2020  •  Ensayos  •  2.003 Palabras (9 Páginas)  •  129 Visitas

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HISTORIA DE LA CULTURA                                                                                

A qué llamamos Historia        

Extraído de: Por qué la Historia. Manuel Tuñón de Lara. Edit. Salvat, 1993.

La palabra historia evoca en muchas mentes las horas agridulces de la infancia en las que era imprescindible aprenderse de memoria la lista, tan larga como incomprensible, de los reyes godos o el relato escueto de las guerras púnicas, cuyos personajes no nos decían nada y cuya significación quedaba fuera de su alcance.

Andando el tiempo se va uno haciendo a la idea de que la famosa historia, enojoso ejercicio memorístico, es una acumulación de datos que no nos va a servir para nada y que, en el fondo, no nos importa. No es raro que en medio de escolares y familiares se rinda pleitesía al mundo de las técnicas y del saber físico - matemático en que vivimos, y se deje ver al adolescente que eso es de la historia es una asignatura aburrida que es preciso aprobar; ni más ni menos.

A veces el joven cree saber que la historia es algo más que eso, que incluso puede ser algo “distraído”, para pasar el rato; tal vez ha leído en revistas o visto en la televisión relatos de las intrigas cortesanas de hace tres siglos, o los amores secretos de algún estadista, o bien la horrible matanza a que se entregan cristianos y musulmanes en cualquier momento o lugar, ya sea Calatañasor, Poitiers o Lepanto. Hay también un terreno fronterizo, el de la historia “novelada”, en que el relato fragmentario de hecho del pasado se engarza en creaciones de fantasía.  Al fin y a la postre, el joven, que va encontrándose todo eso con en el nombre de “historia”, acabará preguntándose: “pero, si esto es la historia, ¿para qué sirve?”

Nada más legítimo que ese planteamiento, porque durante mucho tiempo se ha entendido que la historia era el simple relato de los hechos del pasado. Pero, poco a poco, fue posible darse cuenta de que los hechos se refería a la vida del hombre en sociedad; que unos parecían más importantes que otros; y se pensó que no eran producto del azar, que tenía una causa. Y así empezó el hombre a interrogarse sobre su pasado.

La historia empezaba a considerarse como una memoria colectiva. Pero esto no estaba exento de peligros. Durante mucho tiempo unas minorías dominantes confundirían su propio pasando con el de toda una colectividad. Ese fue el largo período de una historia de reyes, batallas y tratados diplomáticos. Si, por ejemplo, en el siglo XIX, Michelet (1798 - 1874) tiene ya la intuición de que la verdadera historia consiste en recuperar el pasado de todo un pueblo, la historia oficial, académica y docente, seguirá largo tiempo instalada en sus “acontecimientos”. Durante mucho tiempo la historia fue relato literario y luego relato erudito, y en ambos casos nunca pudo ser plenamente inocente; la recuperación del pasado fue, durante bastante tiempo, una “justificación” del mismo.

La memoria individual de cada hombre es un resultado de su experiencia vivida día tras día; es, también, una selección de ella, si la cual nadie podría afrontar los trabajos ni establecer las relaciones o señalar, en suma, los problemas de su existencia.

Pero la memoria histórica tardó tiempo en ser la memoria colectiva de todo un pueblo; solo cuando llega a serlo, cuando el pasado no es una simple acumulación de recuerdos, sino un conocimiento de los hechos en sus conexiones, en su devenir, es cuando puede decirse, en puridad, que se a recuperado el pasado para mejor conquistar el porvenir.

Entonces la historia es mucho más que un simple pasatiempo o una evasión; la historia significa nada menos que conocer los cimientos de nuestra vida actual, saber de dónde venimos, quiénes somos y aumentar las probabilidades de saber a dónde vamos.

Como la Historia ha llegado a ser una ciencia

Llegó un momento, ya en nuestro siglo, en que el providencialismo (la providencia guiando la marcha del mundo como a Moisés por el desierto) u otras formas de relato causal y lineal - el optimismo ingenuo de que la historia es una marcha ininterrumpida hacia el progreso etc. -  no pudieron resistir al espíritu crítico y a la racionalización de la disciplina. Y la erudición por sí sola tampoco bastaba; “de los archivos se saca un nombre, un lugar y una fecha”, decía Lucien Febvre, añadiendo que eso era insuficiente. “Los archivos -  decía -  son como graneros de hechos; hay que saber trabajar con ellos para lograr un conocimiento científico”. ¿Qué significa esto? Que la historia, como toda ciencia en formación, se encontró con un montón de materia prima con la que tenía que trabajar: documentos -  de archivos o no -, testimonios, prensa, objetos de arte o útiles de labranza. Sistematizándolos, clasificándolos, comparándolos fue tomando cuerpo la recomposición del pasado. Pero se trataba de saber no sólo como ocurrió aquello, sino porque ocurrió. De la materia prima salió la historia como objeto concreto. Partiendo de esa realidad, el historiador ha ido creando el objeto teórico de la historia, el que comprende el aparato conceptual y las categorías del pensar histórico, las relaciones entre ellas.

De ese entramado teórico surge una metodología, unos principios rigurosos que hay que aplicar para comprobar la veracidad o la inexactitud de las hipótesis que se hacen; y de la metodología surgen las reglas concretas de las técnicas de trabajo del historiador que se amplían al manejo de aquella materia prima.

Cuando todos esos supuestos se producen, estamos ya en presencia de una actividad científica. Contrariamente a una creencia muy extendida, la ciencia no descubre necesariamente las llamadas “leyes” (la ley de gravitación universal, las “leyes de la herencia biológica”, etc.); cuando se trata de ciencias humanas y sociales, pueden descubrir regularidades, conexiones y reciprocidades entre hechos sociales que se dan con regularidad o responden a cierto tipo de entornos. En verdad, lo imperativo que tiene la ley es propio del concepto jurídico que está en el origen de esa palabra; pero las llamadas leyes “naturales” no son sino constantes; con mayor razón, si se trata de conocer hechos sociales. Si en el devenir de la sociedad humana a través de los tiempos se dan hechos constantes o analogías, su conocimiento entonces es una ciencia, con sus conceptos y métodos. Tal vez no sea una ciencia de certezas absolutas, pero sí de grandes probabilidades; como tantas otras ciencias que se han ido construyendo poco a poco, recorriendo un camino de transición que va de lo “ideológico” a lo científico (con elementos residuales o representaciones ideológicas de base precientífica). No siempre es fácil separar la ganga de la mena, el grano de la paja, pero el objetivo de la historia como ciencia es hoy una de las grandes esperanzas del género humano.

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