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Importancia Historia Oficio


Enviado por   •  15 de Julio de 2014  •  2.448 Palabras (10 Páginas)  •  357 Visitas

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John H. Arnold es un historiador inglés que ha trabajado temáticas relacionadas con estudios de género, sexualidad, religión, creencias y herejías en la Alta y Baja Edad Media, en Inglaterra y Europa. Prueba de ese interés, son los textos: The Preaching of the Cathars (Brill, 1998); Inquisition and Power: Catarism and the Confessing Subjetc in Medieval Languedoc (University of Pennsylvania Press, 2001).

Una brevísima introducción a la historia es una obra de divulgación y debate reciente en torno al quehacer de los historiadores y la filosofía de la historia. El texto, publicado en inglés por la Oxford University Press en el año 2000, Editorial Océano lo tradujo a fin de hacerlo accesible al lector hispano. Aunque el trabajo se autoproclama como breve e introductorio, los temas que aborda abren interesantes vetas de análisis y debate. Es una invitación, o más bien una provocación para que, quienes no sepan a ciencia cierta qué hace un historiador, se familiaricen con esa extraña vocación por el pasado; y para quienes se dedican profesionalmente a ello, reflexionen sobre la labor que realizan y se sientan tentados a asentir o disentir sobre las diferentes maneras de resolver los problemas fundamentales de la disciplina.

A juicio del autor, se pueden escribir tres tipos de libros cuyo cometido sea introducir al estudio del quehacer histórico. El primero sería una especie de manual sobre cómo practicar el oficio. El segundo, un estudio filosófico sobre las distintas teorías del conocimiento y el lugar que ocupa la historia en cada una de ellas. Y el tercero, una polémica que fomente el interés y el acercamiento para estudiar el pasado a detalle. John Arnold no reclama la exclusividad de ninguna de las tres posibilidades, pero sí retoma algo de ellas a lo largo de su exposición. Muestra a su vez distintas visiones sobre la historia, el cómo se investiga y para qué sirve hacerlo.

En los primeros tres capítulos se plantean algunas preguntas básicas de la disciplina: ¿qué es la historia?, ¿cómo ha sido abordado el problema de la historia en el pasado? y, por último, ¿cuáles son las fuentes con las que trabaja el historiador? Los capítulos intermedios abordan el trabajo con las fuentes y el problema de las interpretaciones. Los dos últimos capítulos (6 y 7) discuten en torno al lugar y el significado de la historia, la verdad y la importancia del oficio. En cada uno el autor introduce, a manera de ejemplo, algún tema o tópico de la historia de Europa o de los Estados Unidos. Así, a la par que el lector lee los testimonios y documentos, fuente primordial para el trabajo del historiador, también conoce las dificultades e interrogantes a las que éste se enfrenta. Sin duda, es una estrategia didáctica bien lograda, en la que el trabajo de archivo sirve de soporte al análisis filosófico de la historia.

El primer capítulo relata un conflicto religioso entre cátaros y dominicos en una aldea de los Pirineos del sur, en la Francia del siglo XIV. Las graves acusaciones y sospechas de herejía sobre alguno de los monjes involucrados en el problema llevaron al descubrimiento de un asesinato. Esto, afirma el autor, es una “historia”: un recuento verídico de algo sucedido hace mucho tiempo pero relatado en el presente. Una vez más el pasado adquiere vida y tiende puentes entre el ayer y el hoy. Pero, advierte que los historiadores no pueden contar todas las historias del pasado, pues hay criterios de selección, ya por abundancia o carencia de evidencias, ya por la relevancia de tratar ciertos temas, descartando otros. Historiar implica la activa participación del sujeto interesado, no termina con la presentación de los datos, sino con su interpretación. Cualquier evento, al estar ubicado en un contexto temporal y como parte de una red de relaciones, supone siempre la problemática de la construcción de los significados. El quehacer de la historia empieza y acaba con preguntas, por ello nunca termina su revisión y reescritura.

El segundo capítulo considera el carácter retrospectivo de la historia y el hecho de que ésta también debe ser “historiada”. ¿Se puede mirar atrás, al inicio de la “historia” como profesión? La pregunta remite no sólo a los orígenes y cambios experimentados por la disciplina en distintas épocas y lugares, sino también al cuestionamiento de nuestras propias certezas y maneras de indagación. Por lo anterior, la historiografía adquiere relevancia fundamental en la discusión de la disciplina y su objeto de estudio.

El tercer apartado intitulado “Cómo ocurrió en realidad: sobre la verdad, los archivos y el amor por lo viejo”, expone el desarrollo de la historiografía desde el siglo XVI hasta el XX; destaca los aportes fundamentales de académicos y pensadores que contribuyeron a la profesionalización de lo que hoy conocemos como “historia”. A partir de las líneas de argumentación referentes a la verdad, el manejo documental y la relación/distinción pasado-presente, John Arnold realiza un recorrido historiográfico que inicia con el trabajo emprendido por los anticuarios del siglo XVI, personas “con esa enfermedad poco natural de estar enamorados de la época pasada, y que entre más mohosas y podridas están esas cosas, más las aman” (p. 57). Ellos fueron importantes en el avance de la disciplina, ya que a través de sus compilaciones documentales se sistematizó gran cantidad de información, que posteriormente sería reutilizada bajo nuevos criterios de análisis. También merecen destacarse los postulados de los ilustrados europeos del siglo XVIII, las tesis principales de la filosofía alemana del siglo XIX, las propuestas metodológicas de Leopold Van Ranke sobre el manejo documental, aunque el autor reconoce que fue hasta el siglo XIX cuando la disciplina cobró mayor impulso luego de su institucionalización y posterior profesionalización, entrada la siguiente centuria.

Sin embargo, se ha pagado un precio por este desarrollo: cada vez se hace más grande la distancia entre lectores y textos redactados por historiadores académicos. El afán por lograr “la objetividad” en el análisis hace que los historiadores se excluyan de la historia que narran, separando su posición (de sujetos) respecto del objeto de investigación. Por último, la profesionalización ha dividido al gremio y provocado la particularización y especialización del objeto de estudio, de manera que cada vez es más difícil encontrar esquemas de interpretación y explicación globales.

“Las voces y silencios del pasado en el presente: el problema de las fuentes”, es el título del cuarto capítulo. En él se reconoce que los historiadores usamos evidencias para escribir la historia, y éstas pueden ser directas (primarias) o indirectas (secundarias). Dicha distinción es tan sólo un código técnico, útil para el trabajo,

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