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Indicadores Culturales

pebacs3 de Febrero de 2014

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Indicadores culturales:

qué, por qué y para qué medir.

I. INTRODUCCIÓN

El objetivo de este trabajo es dar con las bases epistemológicas y teóricas que, desde las ciencias sociales, den sustento y fundamento al creciente interés despertado en el campo de las políticas culturales o gestión cultural por encontrar parámetros “científicos” desde los cuales evaluar y medir las características y/o evolución de “la cultura” de un determinado lugar.

Parámetros científicos para medir cultura.

Transitoriamente, diremos “científicos”, “medir” y “cultura” entre comillas porque son términos, que en el transcurso de este trabajo, necesitarán y procurarán definición. Definición, que como se dijo, no será dada desde cualquier punto de vista, sino desde el punto de vista específico de las ciencias sociales.

Varios autores destacan la necesidad de promover estrategias para la producción de indicadores culturales comparables que faciliten la toma de decisiones. Salvador Carrasco dice que “es necesario adoptar una estrategia que promueva la cooperación internacional, con el fin de obtener datos estadísticos desagregados y comparables que permitan conocer mejor la situación actual y prever la repercusión de las nuevas prácticas culturales, tendencias e interrelaciones entre la iniciativa privada y pública respecto a la cultura. Hay necesidad de disponer de estudios numerosos y de amplia difusión que faciliten la toma de decisiones, tanto a los poderes públicos como a los agentes privados que intervienen en el campo cultural, que ayuden a diseñar las políticas culturales y las estrategias de producción y de difusión cultural. Es necesario tener información no sólo de la oferta cultural (que es la más sencilla de obtener) sino de la demanda y el consumo cultural”.

Según el autor, los indicadores culturales deben permitir el análisis de las políticas, es decir, deben detectar los objetivos sobre los que actuar, proporcionar información y evaluar el impacto de su aplicación.

Si bien todos los autores señalan la importancia y la necesidad de indicadores culturales fiables, comparables, estructurales etc. queremos señalar que este es sólo un aspecto a tener en cuenta al momento de desarrollar una política cultural. Es decir, el desarrollo de indicadores culturales, no reemplaza una política cultural, como tampoco una política cultural democratizadora reemplaza una política social ni una política económica de distribución de las riquezas. Cada aspecto requiere un conocimiento específico porque cada aspecto demanda herramientas específicas para la solución de sus problemas o potenciación de sus oportunidades, pero es necesario aclarar el peso relativo que cada uno de estos aspectos adquiere en la determinación del conjunto de la vida social en general, del Estado y del campo de acción específico (cultural, económico, social, político, salud, educación, etc.) al que nos aboquemos.

En lo personal, quiero señalar, que el interés por el aprendizaje de herramientas teóricas y técnicas de construcción de indicadores culturales fue despertado por la detección de falta de indicadores y de un sistema de relevo y publicación de información del campo cultural de la provincia de Mendoza. Ausencia que en diversos momentos de la planificación, ejecución y/o evaluación de diversos proyectos de gestión cultural dificultó la tarea. Por otra parte, el dominio práctico de estas herramientas, se hace necesario al momento de justificar la necesidad de un proyecto o evaluar sus resultados ante entes de financiamiento y es -cada vez más- exigido como requisito formal por éstos.

II. ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LAS ESTADÍSTICAS CULTURALES

En “Indicadores culturales: una reflexión”, su autor Salvador Carrasco Arroyo, realiza un breve repaso histórico de la estadística cultural.

En 1946, con la creación de la UNESCO, integrada por 44 países, comienzan los estudios estadísticos en un intento por comprender el nuevo orden económico y social generado tras la II Guerra Mundial. Es recién en 1960 cuando aparece el término de indicador social. Los indicadores culturales en cambio, son mucho más recientes. La política cultural en contraste con la social sólo ha tenido interés para los gobiernos desde hace poco tiempo. Además de la falta de interés gubernamental en cultura, ha habido y hay dificultades metodológicas que superar. Es por ello que en 1972 la Unesco organizó una reunión en Helsinki, donde se discutió la naturaleza de las estadísticas e indicadores en el campo de la cultura. Otros encuentros internacionales citados como antecedentes son un reunión en Viena en 1979; la “Intenactional Conference of Communication” realizada en Acapulco, México en 1980; y en 1982 el simposio “Los indicadores culturales para el estudio comparativo de la cultura” realizado en Austria.

El resultado de todos estos programas fue el proyecto “Framework for Cultural Statistics”, bajo la dirección de la Unesco en 1986.

La estadística económica basó sus comienzos en la existencia previa de modelos teóricos- explicativos que permitían demandar la información estadística adecuada para estimar y contrastar las interrelaciones entre las variables, la situación de la estadística cultural (haciendo un símil) es muy diferente. Su amplitud y complejidad son inmensas, las variables no están todo lo bien definidas que deberían, existen pocos modelos teóricos, los datos, sin saber sin son adecuados o no, son escasos y heterogéneos, y no existe tampoco la prioridad en dedicarle recursos económicos, que por otra parte, no serían escasos.

Sería necesario invertir recursos para ampliar y desarrollar las estadísticas culturales: incrementar las estadísticas del campo cultural de los organismos estadísticos de las administraciones públicas de los estados nacionales y provinciales; fomentar la obtención de datos e indicadores a nivel municipal; implantar nuevas series de datos; aumentar la longitud de las series temporales mejorando los sistemas de información, su acceso y difusión; introducir, aprovechando la tecnología, procesos interactivos entre el productor del dato y el usuario, sea este institucional, empresarial o académico; e invertir, en datos de demanda y consumo.

III. LA NOCIÓN DE CULTURA

La indefinición del término cultura ha acompañado siempre las discusiones sobre estadística e indicadores culturales, como también al debate sobre políticas culturales, gestión cultural, industrias culturales, etc.

Es por ello, que consideramos necesario una posición teórico y epistémica clara, desde el cual definir de qué hablamos cuando hablamos de cultura.

Solo por abstracción hablamos de “cultura” como un concepto general. Pero si queremos introducir mayor rigor y precisión en el uso del término, tenemos que hacer una serie de diferenciaciones y clasificaciones, cada una de las cuales se deriva, en buena medida del enfoque ideológico y científico que la inspira.

Ander- Egg señala tres concepciones más globales y totalizantes de la cultura:

La cultura como adquisición de un conjunto de saberes, como resultado de dicha adquisición y como producción de “cosas superiores”.

Esta concepción es la más divulgada en el uso del lenguaje corriente y hace hincapié en la dimensión artística de la cultura. La palabra cultura se identifica aquí como el refinamiento intelectual o artístico, entendido como conjunto de conocimientos eruditos acerca de ciertas “cosas superiores”, entendiéndose por tal, la literatura, la música clásica, el arte, la pintura, el teatro, la historia, la geografía, la mitología o el dominio particular de una ciencia o de un arte. De esta concepción surgen expresiones como “el mundo de la cultura”, “es muy culto” o “no tiene cultura”.

El carácter restringido, selectivo y elitista de esta concepción se deriva de que la cultura aparece como una función y capacidad, reservada a una minoría de creadores de cultura y como una mercancía u objeto de posesión/ adquisición personal, al que sólo tiene acceso un círculo reducido de receptores cultivados, capaces de disfrutar de esa creación.

La cultura como modo de ser, de hacer y de pensar, y como conjunto de obras e instituciones

Esta noción se corresponde con el punto de vista antropológico de la cultura. La cultura comprende aquí el conjunto de rasgos que caracteriza las distintas formas de vida, a través de una serie de objetos y modos de actuar y de pensar que son creados y transmitidos por los hombres como resultado de sus interrelaciones recíprocas y de sus relaciones con la naturaleza por medio del trabajo. En síntesis se refiere a la totalidad del modo de vivir de un pueblo y a la totalidad del entorno creado por los miembros de esa comunidad, para adaptarse y transformar la naturaleza, transformándose a sí mismos.

Si bien esta concepción tiene el valor de romper el etnocentrismo y elitismo que caracterizaba a la concepción anterior, pues aquí desaparecen expresiones como “hombres o pueblos cultos”, “cultura superior” etc.; esta concepción tiene una difícil aprehensión por ser un concepto sistémico muy abarcador, lo que lo transforma en un concepto ilimitado pues todo lo que no es naturaleza es cultura.

La cultura como creación de un destino personal y colectivo

La

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