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Indios De La Nueva España


Enviado por   •  20 de Febrero de 2014  •  40.742 Palabras (163 Páginas)  •  200 Visitas

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Historia de los indios de la Nueva España

Fray Toribio de Benavente Motolinia (….+1565 México)

Epístola proemial

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1 Epístola proemial de un fraile menor al ilustrísimo señor don Antonio Pimentel, sexto conde de Benavente, sobre la relación de los ritos antiguos, idolatrías y sacrificios de los indios de la Nueva España, y de la maravillosa conversión que Dios en ellos ba obrado. Declárase en esta epístola el origen de los que poblaron y se enseñorearon de la Nueva España.

2 La paz del muy Alto Señor Dios nuestro sea siempre con su ánima. Amén.

3 Nuestro Redentor y Maestro Jesucristo en sus sermones formaba las materias, parábolas y ejemplos según la capacidad de los oyentes; a cuya imitación, digo, que los caballeros cuerdos se deben preciar de lo que su rey señor se precia; porque lo contrario hacer, sería gran desatino; y de aquí es, que cuando en la corte el emperador se precia de justador, todos los caballeros son justadores; y si el rey se inclina a ser cazador, todos los caballeros se dan a la caza; y el traje que el rey ama y se viste, de aquél se visten los cortesanos. Y de aquí es, que como nuestro verdadero Redentor se preció de la cruz, que todos los de su corte se preciaron más de la misma cruz, que de otra cosa ninguna, como verdaderos cortesanos que entendían y conocían que en esto estaba su verdadera salvación. Y de aquí es, que el hombre de ninguna cosa se precia más que de la razón, que le hace hombre, capaz y merecedor de la gloria, y le distingue y aparta de los brutos animales. Dios se preció (tanto) de la cruz, que se hizo hombre y por ella determinó de redimir el humanal linaje; y pues el señor se precia del fruto de la cruz, que son las ánimas de los que se han de salvar, creo yo que vuestra señoría, como cuerdo y leal siervo de Jesucristo, se gozará en saber y oír la salvación y remedio de los convertidos en este nuevo mundo, que ahora la Nueva España se llama, adonde por la gracia y voluntad de Dios cada día tantas y tan grandes y ricas tierras (se descubren), adonde Nuestro Señor Jesucristo es nuevamente conocido, y su santo nombre y fe ensalzado y glorificado, cuya es toda la bondad y virtud que en vuestra señoría y en todos los virtuosos príncipes de la tierra resplandece; de lo cual no es menos dotado vuestra señoría que lo fueron todos sus antepasados, mayormente vuestro ínclito y verdadero padre don Alonso Pimentel, conde quinto de Benavente, de buena y gloriosa memoria, cuyas pisadas vuestra señoría en su mocedad bien imita, mostrando ser no menos generoso que católico señor de la muy afamada casa y excelente dictado de Benavente, por lo cual debemos todos sus siervos y capellanes estudiar y trabajar de servir y reagradecer las mercedes recibidas; y a esta causa suplico a vuestra señoría reciba este pequeño servicio quitado de mi trabajo y ocupación, hurtado al sueño algunos ratos, en los cuales he recopilado esta relación y servicio que a vuestra señoría presento; en la cual sé que ha quedado tan corto que podría ser notado de los prácticos en esta tierra y que han visto y entendido todo o lo más que aquí se dirá.

4 Y porque esta obra no vaya coja de lo que los hombres naturalmente desean saber, y aun en la verdad es gloria de los señores y príncipes buscar y saber secretos, declararé en ésta brevemente lo que más me parezca de (a) la relación conveniente.

5 Esta tierra de Anáhuac, o Nueva España, llamada (así) primero por el Emperador nuestro señor; según los libros antiguos que estos naturales tenían de caracteres y figuras, que ésta era su escritura, a causa de no tener letras, sino caracteres, y la memoria de los hombres ser débil y flaca. Los viejos de esta tierra son varios en declarar las antigüedades y cosas notables de esta tierra, aunque algunas cosas se han colegido y entendido por sus figuras, cuanto a la antigüedad y sucesión de los señores que señorearon y gobernaron esta tan grande tierra; lo cual aquí no se tratará, por parecerme no ser menester dar cuenta de personas y nombres que mal se pueden entender ni pronunciar; baste decir cómo en el tiempo que esta tierra fue conquistada por el buen caballero y venturoso capitán Hernando Cortés, marqués que ahora es del Valle, era supremo rey y señor uno llamado Motezuma (1), Y por nombre de mayor dictado llamado de los indios Motecumazin. Había entre estos naturales cinco libros, como dije, de figuras y caracteres (2). El primero habla de los años y tiempos. El segundo de los días y fiestas que tenían todo el año. El tercero de los sueños, embaimientos y vanidades y agüeros en que creían. El cuarto era el del bautismo y nombres que daban a los niños. El quinto de los ritos y ceremonias y agüeros que tenían en los matrimonios. De todos éstos, del uno, que es el primero, se puede dar crédito, porque habla la verdad, que aunque bárbaros y sin letras, mucha orden tenían en contar los tiempos, días, semanas, meses y años, y fiestas, como adelante parecerá.

6 Asimismo figuraban las hazañas e historias de vencimientos y guerras, y el suceso de los señores principales; los temporales y notables señales del cielo, y pestilencia generales; en qué tiempo y de qué señor acontecían; y todos los señores que principalmente sujetaron esta Nueva España, hasta que los españoles les vinieron a ella. Todo esto tienen por caracteres y figuras que lo dan a entender. Llaman a este libro, Libro de la cuenta de los años, y por lo que de este libro se ha podido colegir de los que esta tierra poblaron, fueron tres maneras de gente, que aún ahora hay algunos de aquellos nombres. A los unos llamaron chichimecas, los cuales fueron los primeros señores de esta tierra. Los segundos son los de Culiua. Los terceros son los mexicanos.

7 De los chichimecas no se halla más de que ha ochocientos años que son moradores de esta tierra, aunque se tiene por cierto ser mucho más antiguos, sino que no tenían manera de escribir ni figurar, por ser gente bárbara y que vivían como salvajes. Los de Culiua (Colhua) se halla que comenzaron a escribir y hacer memoriales por sus caracteres y figuras. Estos chichimecas no se halla que tuviesen casa, ni lugar, ni vestidos, ni maíz, ni otro género de pan, ni otras semillas. Habitaban en cuevas y en los montes; manteníanse de raíces del campo, y de venados y liebres, y conejos y culebras. Comíanlo todo crudo, o puesto a secar al sol; y aún hoy día hay gente que vive de esta manera, según que más larga cuenta dará a vuestra señoría el portador de ésta, porque él con otros tres compañeros estuvieron cautivos por esclavos más de siete años, que escaparon de la armada de Pánfilo

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