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Informe De Gobierno De Lopez Portillo

wawiswero16 de Mayo de 2013

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Siglo XX > 1980-1989 > 1982

Sexto Informe de Gobierno del presidente José López Portillo.

1 de septiembre de 1982.

Discurso del Lic. José López Portillo, al abrir el Congreso sus sesiones ordinarias, el 1 de septiembre de 1982.

Honorable Congreso de la Unión:

Rindo mi sexto informe de Gobierno ante esta renovada pero idéntica soberanía.

Están aquí, representadas por ustedes, ciudadanos legisladores, las fuerzas ideológicas de nuestro pluralismo nacional, y legitimada su lucha mediante un proceso permanente y perfectible que pueblo, gobierno y organizaciones, hemos instituido como reforma política.

Estamos aprendiendo a transitar, no sin problemas, de un gobierno de mayorías absolutas, a otro en el que de manera garantizada concurren las minorías.

Recientemente y para culminar el procedo de la ley de amnistía, se beneficiaron las últimas cuarenta personas que se hallaban en el supuesto de esta norma, que cumple así sus propósitos como importante capítulo de la propia reforma política.

Disidencia radical ya no es disolución social, sino posible integración de oposiciones.

Protesta ya no es necesario sinónimo de violencia y delito, sino puede ser cuestionamiento encauzado y fértil.

La voz de la inconformidad salió de la clandestinidad y libre se multiplica, garantizada como derecho a la información, respetada como libertad de expresión, de prensa y sobre todo, como seguridad al uso de medios masivos de comunicación.

Las calles están abiertas a las reuniones y manifestaciones públicas de toda idea, cuestión e interés.

Se disiente, se discute, se discierne en el respeto y la tolerancia.

Esa es la democracia y en ella el pueblo resuelve y vota.

Y votó y aquí estamos.

Aquí están, y en buena hora, con voz, voto y fuero, críticos radicales y nuevos opositores, bienvenidos.

También están los miembros de mi partido.

Un abrazo solidario y una consigna: sigan haciendo los cambios revolucionarios desde las instituciones, lo mismo en la calma que en la tormenta.

Todo termina.

Todo empieza.

Ustedes, nuevos representantes del pueblo en el Poder Legislativo, asumen hoy la responsabilidad de un nuevo tiempo.

Podrán convertir sus convicciones de decisiones, como oportunidad legitimada de servicio al bien de la República.

Hoy, por mi parte, dirijo el último mensaje a la nación desde su más elevada tribuna.

Pronto terminará el mandato que me otorgó el pueblo y el término definitivo de mi vida pública a la que entregué toda mi voluntad y buena fe, en afán de servir, de ser útil en la comprometida función de tomar decisiones ejecutivas frente a alternativas en ocasiones dramáticas, ocurridas en tiempos difíciles, ante las cuales no pueden optarse por un imposible bien, sino por un viable mal menor.

El recuento de lo cumplido y su claro oscuro, aquí lo haré.

El balance último de nuestra gestión será obra de la historia.

La angustia ante ella, mi preocupación más íntima; pero al fin de cuentas poco importa el destino, la imagen o el prestigio individual de un hombre y la suerte que la posteridad le depare.

Lo que importa es que se salve nuestro patrimonio común de instituciones y esperanzas.

Y éstas, entendidas como próxima responsabilidad, como renovación de tiempos, principios, tareas y expectativas para este gran país, están radicadas en el Presidente electo de los Estados Unidos Mexicanos, aquí presente.

Para usted ciudadano Miguel de la Madrid Hurtado, mi fraternal saludo y los votos por que cumpla mejor que yo, las recias responsabilidades de servir a México.

LLegará al poder en una de las horas más difíciles de la Historia Universal Contemporánea.

Cuenta con una absoluta e indiscutida legitimidad política; pero habrá de necesitar el apoyo efectivo y permanente de todos los mexicanos.

Por mi parte, cumpliré mi intransferible responsabilidad hasta el último día de mi mandato.

Ofrezcamos al nuevo gobierno las mejores condiciones posibles para emprender su tarea.

Hagámoslo por el bien de todos.

Ahora podemos afirmar que los poderes de la Unión son el efecto de la Reforma Política cuya importancia no exagero por haber sido su iniciador responsable; la reconozco así, porque recibió el refrendo total del pueblo, y porque abierta está al proceso de su perfeccionamiento.

En estas oscuras épocas de bárbaros regresos, progresamos en la democracia como sistema de nuestra vida nacional.

Pocos países del mundo pueden dar un ejemplo de riqueza plural y participación electoral como el ocurrido el 4 de julio de este año.

Estoy satisfecho y orgulloso, como debemos estarlo todos los mexicanos, que fuimos protagonistas y testigos.

Quien ejerció su derecho fundamental, su sencillo derecho a votar, tenga la certidumbre de que se respetó y que los procesos se cumplieron como supuestos en la norma, incluidas irregularidades y aun violaciones que se resolvieron legalmente.

Aquí están todos los que son, en la legitimación certificada y no están los que no pudieron ser.

Que no opaquen el triunfo de la democracia la inconformidad estéril de quienes habiendo tenido la oportunidad, no llegaron.

El pueblo no lo quiso.

Nos explicamos los esfuerzos de sobrevivencia política de algunos.

No admitamos que deseen lo fundamental.

Dentro de la práctica normada por la Reforma Política, a tiempo y en debida forma se han renovado la mayoría de los ejecutivos y congresos locales y de ayuntamientos.

En toda la república las minorías han encontrado expresión y la pasión de su disidencia se ha vuelto deber institucional.

Y así, afirmo: la Reforma Política fue un logro estructural irreversible.

La misma sabiduría del pueblo aceptó otra grave decisión estructural básica; tal vez la más comprometida que la nación ha tomado como el fin último de nuestro proyecto nacional: disminuir en el sexenio como lo hicimos, el incremento poblacional del 3.6% al 2.5%, al mismo tiempo que la mortalidad descendió en estos últimos 5 años del 8.5% al 7.5%, con aumento de la esperanza de vida de 64 a 66 años.

Se concilió la necesidad, con el respeto a la libertad de la pareja que ha resuelto el número y espaciamiento de su prole.

Fue otro logro estructural que puede convertirse en irreversible.

Avanzamos, de mantenerse esta tendencia decreciente, podremos esperar que para el año 2 000 seremos alrededor de 100 millones de mexicanos en vez de 130.

Grave decisión ética entre lo cualitativo, y lo cuantitativo.

El nivel de vida, el desarrollo social, frente al aumento inmoderado de población que lo hacen imposible en este mundo lleno de contradicciones y limitaciones.

En este momento de aturdimiento, tal vez no lo valoremos en su cabal importancia.

Para México, se trata de su futuro: cuántos mexicanos debemos ser.

Hemos sido celosos en garantizar a los extranjeros que ingresan al país la amplia libertad y derechos que consagran nuestras leyes y de modo especial el mantener vigente el derecho de asilo, ejercido cada vez con más frecuencia en la medida que se cierran las opciones democráticas en otros países.

Con las Naciones Unidas establecimos la Comisión de ayuda a refugiados.

Ningún mexicano está asilado en embajada o país extranjero.

Mantenemos así nuestra vocación de paz para garantizar los derechos humanos de los que padecen persecución por sus convicciones políticas.

Aquí no sólo las respetamos.

Las consideramos opciones institucionales para el pueblo de México.

Aquí están.

Realizamos un esfuerzo simultáneo y sistemático en toda la nación, para rehabilitar y hacer más eficaz la función del ministerio público, voz del pueblo en la administración de justicia que no es, ni por su fin ni por su propósito fundamental, castigar.

Una sociedad es tanto más sana, cuanto menos se vea en la necesidad de resolver en justicia conflictos y controversias.

Aquella lo es más efectiva cuando la sociedad vive la norma como normalidad.

El castigo, la sentencia, es función conmutativa indispensable en el conflicto, que en sí mismo es indeseable.

Ahora la función del ministerio público y su trabajo eficiente tiene otra fisonomía.

Se ha humanizado la actitud de las personas que lo ejercen y se ha obtenido en diversos órdenes la invaluable colaboración de la ciudadanía en concurrencia cívica sin precedente, que con vigor se proyecta hacia el futuro.

Fue un logro en proceso perfectible.

Avanzamos.

Llegamos a 1982 con nuestras instituciones armadas en tierra, aire y mar, cada vez más profesionales, modernas y eficientes.

A lo largo del sexenio he convivido con ellas y satisfecho he asistido a su mejoría sustancial, progresiva y constante.

Es asombroso lo que

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