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James Cook


Enviado por   •  12 de Mayo de 2014  •  3.431 Palabras (14 Páginas)  •  261 Visitas

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ook, James (1728-1779).

Explorador británico, nacido en la villa de Yorkshire el 27 de octubre de 1728 y fallecido en febrero de 1779 en Hawai, sin duda alguna, el explorador más destacado del mundo angloamericano de todos los tiempos. Si el último tercio del siglo XVIII recibe el calificativo genérico de Segunda era de los descubrimientos se debe principalmente a la obra de Cook, el gran navegante de los Mares del Sur.

El capitán Cook.

Quizás nadie mejor que él, exceptuando a Humboldt, encarnó el ideal viajero de la Ilustración; si bien, desde un punto de vista científico, Humboldt es una figura mayor, Cook aventaja a todos sus contemporáneos en el terreno de lo que habitualmente se entiende por viajes de descubrimiento.

Hijo de un humilde campesino del condado de York, la infancia de Cook fue un rosario de privaciones. A los trece años comenzó a trabajar en un taller. Sin estudios y una vez muerto su padre, se enroló como grumete en un barco costero. Con una gran capacidad de sacrificio y dotado de una voluntad implacable desde muy joven, un rasgo mil veces glosado por quienes le conocieron y por todos sus biógrafos, el joven Cook fue ascendiendo en el escalafón de la Marina británica. En 1755 fue nombrado contramaestre y pronto pasó a gobernar pequeñas embarcaciones. Más tarde participó en las guerras coloniales con destino en el Canadá, donde practicó sus primeros reconocimientos hidrográficos en el río San Lorenzo, Terranova y Labrador. En uno de esos destinos, a bordo del buque Northumberland, fue precisamente donde Cook estudió Astronomía Náutica y Matemáticas. Sus cartas y mediciones le valieron gran reputación como cartógrafo, y llegó a publicar el resultado de sus observaciones del eclipse solar de agosto de 1766 en las prestigiosas Philosophical Transactions, la revista de la Royal Society. Es un hecho cargado de significado que un hombre sin apenas estudios, lo que se dice un self made man ('un hombre hecho a sí mismo'), llegara a publicar en las páginas reservadas a los eruditos y académicos más distinguidos de la ciencia europea; un siglo y medio antes Francis Bacon, uno de los ideólogos de la Revolución Científica y padre espiritual de la Royal Society, había señalado ya a los artesanos, campesinos y navegantes, y no a los profesores y universitarios, como verdaderos actores e impulsores del progreso del conocimiento.

Primera expedición (1768-1771)

Aupado por esos primeros trabajos, el Almirantazgo le confió la organización del que sería el primero de sus tres grandes viajes. Dos fueron los objetivos que perseguía la Corona británica con la expedición del Endeavour. De un lado, la observación del tránsito de Venus por el disco solar, un fenómeno celeste previsto para el mes de junio de 1768 y cuya medición en latitudes australes contribuiría a la resolución de un problema astronómico de primera magnitud, como era el paralaje solar, la distancia entre el sol y la tierra. En segundo lugar, el Gobierno británico perseguía el hallazgo de uno de los mitos geográficos más antiguos y buscados de toda la historia universal, el fabuloso continente austral, la Terra Australis Incognita.

La creencia de que el hemisferio austral debía albergar una gran masa continental hunde sus raíces en la geografía ptolemaica del periodo helenístico, cuando dicha disciplina adquirió una vocación matemática y geométrica. Siguiendo un principio de equilibrio hipotético, ambos hemisferios debían guardar una equivalencia en la distribución de tierras y océanos. Hasta la época de Cook, el conocimiento geográfico del globo era mucho más completo en su mitad septentrional. De la mitad austral apenas se conocía el perfil de las costas que bañaban el cabo de Buena Esperanza y el cabo de Hornos, la India y algunos archipiélagos del Extremo Oriente. Así, el océano Pacífico resultaba un gigante azul prácticamente desconocido: razones suficientes como para sospechar que en sus latitudes meridionales se debería alzar la Terra Australis. Desde principios del siglo XVI, cuando Magallanes y Nuñez de Balboa lo visitaron por primera vez, hasta los días de Cook, la cartografía europea muestra la perseverancia de este mito, una gran masa continental supuesta que se extendía en las representaciones desde el estrecho de Magallanes hasta Nueva Guinea.

Cook efectuó en Tahití las observaciones celestes relacionadas con el tránsito de Venus, pero no logró dar con la Terra Australis, o mejor dicho, con lo que esperaba encontrar. En su rastreo del fabuloso continente descubrió primero Nueva Zelanda, para después "toparse" con la fachada oriental de Australia en abril de 1770. Una vez reconocida Nueva Zelanda, Cook había decidido que el Endeavour pusiera vela hacia poniente, pues el regreso por el cabo de Hornos era demasiado peligroso en esas fechas para una sola embarcación. Y fue entonces, sin muchas esperanzas de encontrar nada y sorteando la Gran Barrera del Coral, el obstáculo geográfico que había reservado en el anonimato la costa oriental australiana, cuando Cook pasó a los manuales de todo Occidente como el descubridor oficial de Australia. Poco importa que el Almirantazgo no le prestara demasiada importancia al hallazgo: la colonización del territorio no se produjo hasta dieciocho años después, cuando se decidió enviar a Nueva Gales del Sur, el embrión de la actual Australia, una flota con los presidiarios que se aglomeraban en la cárceles de Londres; tampoco es relevante que Cook no fuera en sentido estricto el primer occidental en avistar el quinto continente, ya que viajeros españoles, holandeses y portugueses del siglo XVII lo habían alcanzado ya ligeramente con anterioridad.

Durante su travesía por el estrecho de Torres, acontecida en agosto de 1770, Cook escribió en su crónica diaria de viajes el desembarco en una isla:

"A las cuatro de la tarde habíamos avanzado una milla y media o dos aproximadamente en la entrada y anclamos al encontrar fondo seguro con siete brazas y media de profundidad. Allí el canal comenzaba a ensancharse, pues las islas que se alinean en ambas orillas, aparecían, tanto por el lado derecho como por el izquierdo, a una milla de distancia de nosotros. La costa de la tierra firme se apartaba, desde aquel lugar hacia SO. La punta más lejana de ella que podíamos divisar se hallaba al S a 48 O, mientras el extremo más meridional de las islas situadas en la parte NO del canal lo teníamos al S a 78 O. Entre estas dos puntas no aparecía tierra alguna. Esperábamos, por consiguiente, haber dado al fin con un camino que llevara al océano Indico. [...] Desembarcamos y emprendimos enseguida

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