LA GRAN TENOCHTITLAN.

LA GRAN TENOCHTITLAN

-Hernán Cortés

A lo largo de los años este tópico se ha abordado de distintas perspectivas y formas didácticas para comprenderlo y amenizarlo, pero ¿en realidad se había podido lograr el propósito? Cientos de autores han escrito sobre lo mismo, pero a mí parecer ninguno te hacía ver algo que otro no lo hubiese hecho antes. Por tanto, en esta ocasión me cautiva tratar el tema de una manera tan subjetiva, narrada desde los ojos que lo vislumbraron en cierta ocasión.

No hay mejor manera de interpretar un escrito que por las tonalidades con que se narra, ya que así uno es capaz de imaginarlo cual si estuviese presente. Por ello es que he decidido escuchar de principio a fin los audios, por la entonación del relator.

En este se describe lo deslumbrante que era pisar cada espacio de “La gran Tenochtitlán”, comenzando por el hermoso paisaje que ofrecía con sus 70 leguas y 2 lagunas que casi ocupaban todo, una de agua dulce y otra de agua salada. Era una gigantesca ciudad con una organización impecable; según mi criterio, esto se debía al miedo que les imponía sus decenares de ídolos, que eran representados por un ser terrenal llamado Moktezuma.

En Tenochtitlan todo giraba en torno a él, era el único que podía autorizar alguna acción, o por el contrario, anularla. Las tierras que poseía Moktezuma eran abundantes y asimismo de tamaño inmensurable. Tenía “casas de placer “por todos lados y también centenares de personas trabajando para él.

Se llevaban a cabo actividades demasiado peculiares y belicosas, que sin duda si se hiciesen ahora serían gravemente penadas: lo más trillado siempre han sido los sacrificios, pero al menos yo nunca había escuchado acerca de las celdas en que se enclaustraban a los “deformes” llamados despectivamente y tratados cual si fuesen la peor enfermedad que uno pudiese contraer con el vano hecho de mirar. Estos “deformes” eran quienes nacían con alguna disfunción motriz, sin alguna extremidad, enanos, gigantes, etc. Pero como no sé tenía conocimiento alguno, pensaban que eran castigos mandados por alguno de sus dioses.

Tenochtitlan tenía infinidad de riquezas naturales, era basta en inteligencia y mentes emprendedoras, pero de igual forma hay que admitir que abundaba la ignorancia, puesto que atribuir todo a seres inexistentes y peor aún, el significado de las señales severamente salvajes que según ellos recibían de estos, a mí pensar era demasiado mentecato. Me pregunto, ¿quién habrá sido la persona que designó esas medidas tan drásticas?

Creo firmemente que todo pasa por algo mejor, aunque eso no haga que uno deje de imaginar la infinidad de variantes posibles: por ende, reputo que a pesar de no haber sido avasallados por la imponente cultura europea, también hubiésemos evolucionado de forma favorable.

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