La Asamblea Nacional Constituyente De 1946-1947 En El Contexto Político Latinoamericano De La Primera Mitad Del Siglo XX
JEsucristo1719 de Octubre de 2014
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Introducción
El proceso constituyente que se desarrolla en Venezuela entre 1946 y 1947 es de gran relevancia para entender diversos aspectos relacionados con la historia de las ideas políticas y los cambios políticos experimentados en nuestro país y América Latina a mediados del siglo XX. En el ámbito interno la iniciativa constituyentista expresó el intento de profundización de las transformaciones socio-políticas iniciadas por Acción Democrática a partir del derrocamiento de Isaías Medina el 18 de octubre de 1945. Asimismo, la Asamblea Nacional Constituyente de 1946-1947 es el escenario donde confluyen distintas propuestas ideológicas representadas por diversas organizaciones partidistas que como Acción Democrática (AD), el Partido Comunista de Venezuela (PCV), el Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI), y la Unión Republicana Democrática (URD), tienen sus orígenes y desarrollo en el período comprendido entre 1928 y 1945; es decir, desde los sucesos de la “Semana del Estudiante hasta la caída del gobierno de Medina.
En cuanto al contexto latinoamericano, tenemos que el escenario constituyente coincide con la irrupción en la primera mitad del siglo XX de una serie de regímenes populistas (varguismo, peronismo) que tenían como finalidad responder a determinadas condiciones comunes de atraso y desigualdad social y económica existente en la región.
Por último, es pertinente destacar que una vez más América Latina ante el fracaso del modelo neoliberal aplicado en la década de los noventa, la región es el escenario de procesos constituyentistas (Venezuela, Bolivia, Ecuador) en el que resurgen viejos debates de nuestro imaginario político.
Contexto mundial, latinoamericano y nacional en el que se inserta la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente
En términos generales, la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente de 1946-1947, coincide con un panorama internacional de mucha complejidad. En este sentido, tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), se experimenta el surgimiento de Estados Unidos como potencial mundial. En cuanto a los Estados Unidos, de acuerdo con Dorotea Melcher (1998: 57), el clima político que se experimentó en ese país durante este período contribuyó a atraer la izquierda latinoamericana a su lado: el reconocimiento y la institucionalización del sindicalismo como elemento estabilizador de la economía y del Estado; la democratización y el discurso acerca del hombre de la calle, con sus elementos populistas; la intervención del Estado norteamericano en la economía para frenar y regular las grandes empresas monopolistas y ofrecer empleo y mejores servicios públicos a sus ciudadanos.
Asimismo, tras la Segunda Guerra Mundial se comienza a configurar un mundo bipolar que tendrá su máxima expresión en la llamada Guerra Fría, período en el que EE UU y la URSS se disputaron la hegemonía mundial sin llegar al enfrentamiento armado. En términos generales, la rivalidad empezó por el dominio sobre Europa, con la aplicación del plan Marshall (1947) y la creación de las «democracias populares». En este sentido, ambas potencias lucharan por mantener dentro o atraer a su área de influencia a los países occidentales entre ellos los latinoamericanos. En el caso de nuestro país, de acuerdo con Freddy Vivas Gallardo (1993:24), la coyuntura bélica mundial produce un cambio en el status relacional internacional venezolano con Europa Occidental (Gran Bretaña, Francia y Alemania) y su reinserción en el sistema hegemónico norteamericano.
Para fines de 1946, el comienzo de la Guerra Fría, implicó que en América Latina y en el Caribe se consolidara la hegemonía norteamericana a través del Tratado Interamericano de Asistencia Reciproca firmado en 1947, la creación de la Organización de Estados Americanos en 1948 y el establecimiento de pactos militares bilaterales entre los Estados Unidos y las fuerzas armadas locales. De esta forma, según Romero (1992: 29-30), la política de contención de la influencia soviética se interpretó en América Latina y el Caribe bajo la idea de la defensa hemisférica y la restricción de la así llamada “función consular” del comunismo regional. En este sentido, durante la Guerra Fría, la política exterior de los Estados Unidos en especial en América Latina, estará orientada a controlar que los regímenes implantados en la región no viraran demasiado hacia la izquierda, lo cual en algunos casos implicó el apoyo a golpes de Estado .
Del mismo modo, Margarita López Maya (1996: 55), señala que entre 1944 y 1948, emergía lo fundamental de la política exterior de los EEUU hacia los países del Continente, a saber: preservar la región como un lugar desde donde poder obtener apoyos políticos y militares para su proyecto de hegemonía mundial. En este sentido, los EEUU se desentendieron de los problemas económicos de América Latina y se concentraron en la colaboración político-militar para asegurar que la zona quedara libre del comunismo y los gobiernos fueran leales en los espacios de deliberación internacional.
Con relación al panorama político en América Latina tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial, el mismo era en extremo caótico y confuso. En este sentido, durante los años de la Guerra, muchos países latinoamericanos gracias a la recuperación de la demanda de productos primarios, acumularon superávits de sus balanzas comerciales, reservas en divisas, que podían ser canalizadas entre otras cosas, para los esfuerzos de industrialización. Gracias a lo anterior, se produjo una importante transformación de las economías latinoamericanas, que se expresó en un aumento del ingreso promedio de sus habitantes, así como de una mejora en la esperanza de vida al nacer. Lo anterior, generó una serie de expectativas en la población latinoamericana y de demandas sobre el sistema político, que se manifestó en una serie transformaciones socio-políticas llevadas a cabo por gobiernos en los que se mezclaban de acuerdo con las respectivas características nacionales, tendencias agraristas, autoritarias, corporativistas, estatistas, nacionalistas, revolucionarias, populistas, etc.
En cuanto a lo anterior, podemos afirmar que muchas de las tendencias antes mencionadas, se sintetizaron en mayor o menor medida en los regímenes populistas que hicieron irrupción en la América Latina en la primera mitad del siglo XX, con la finalidad de responder a determinadas condiciones comunes de atraso y desigualdad social y económica existente en la región. En opinión de Octavio Ianni (1975: 15-20), uno de los principales estudiosos del populismo latinoamericano, el origen del populismo está ligado a la crisis del Estado Oligárquico. El populismo sucede a una serie de movimientos antioligárquicos de clase media (irigoyismo, tenientismo, por ej.), que estaban revestidos de un espíritu liberal y que buscaban el establecimiento de un estado de tipo Liberal (económica y políticamente hablando), difundiendo una serie de ideas sobre el progreso económico, la reforma institucional, la democratización, la libertad, etcétera. Sin embargo es la nueva estructura de clases, creada por la creciente urbanización, la inmigración campo-ciudad, el desarrollo industrial, el crecimiento del sector de servicios, la que pone en jaque al sistema oligárquico. En esta crisis juegan un papel importante además, tres acontecimientos externos (I Guerra Mundial, Depresión Económica de los 30, y II Guerra Mundial) que funcionaron como rupturas estructurales en las naciones de economía dependiente, como eran las nuestras. Las mencionadas crisis mundiales provocaron convulsiones políticas internas en los países dependientes del capitalismo, como lo eran los latinoamericanos, o propiciaron eclosión de fuerzas políticas, sociales y económicas que se encontraban controladas durante la vigencia de los gobiernos oligárquicos. De esta forma, el populismo histórico latinoamericano correspondió a una fase de las transformaciones del Estado capitalista, en que la burguesía agroexportadora y la burguesía minera y comercial pierden el monopolio del poder político en provecho de las clases sociales urbanas (burguesía industrial, clase media, proletariado industrial, militares, intelectuales).
De acuerdo, Juan Carlos Rey (1998: 118), los partidos políticos populistas latinoamericanos se caracterizan, ante todo, por constituir una coalición de clases y grupos sociales heterogéneos; son esencialmente de carácter policlasista. Por otra parte, dicho autor plantea, que la creación y mantenimiento de tal tipo de coalición puede obedecer a dos tipos de necesidades que eventualmente, entran en contradicción: 1) la de una reorganización del orden sociopolítico existente, mediante la movilización de masas hasta entonces pasivas y su integración a la nación tanto desde el punto de vista de su participación política como económica y social. 2) La conservación y legitimación de un orden socio-político, mediante el reconocimiento de la diversidad de intereses que abarca y el compromiso, la conciliación y transacción entre ellos. En el caso de que predomine la primera necesidad, el régimen tendrá una tendencia más radical, mientras que en el segundo caso, el populismo sea más conciliatorio. Sin embargo, es frecuente que con el tiempo los sistemas populistas se transformen paulatinamente de radicales a conciliatorios (como el en caso de AD después de 1958).
Por su parte, para Peter H. Smith (1997: 91), la mayoría de los regímenes populistas de este período tenían cuatro características centrales. Ante todo, tendían a ser autoritarios:
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