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La Economia Española En El Siglo 19


Enviado por   •  18 de Febrero de 2014  •  8.017 Palabras (33 Páginas)  •  493 Visitas

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TEMA V

LA ECONOMÍA DE LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX

CONTENIDOS

1. INTRODUCCIÓN

2. LA AGRICULTURA

2.1 La Reforma Agraria Liberal

2.2 Otras medidas

3. LA INDUSTRIA

3.1 La industria textil

3.2 La industria siderúrgica

3.3 Otras industrias

4. LOS TRANSPORTES

4.1 El ferrocarril

4.2 Beneficios del ferrocarril

5. POBLACIÓN Y DEMOGRAFÍA

5.1 Dinámica del crecimiento de la Población

5.2 Movimientos de población y proceso de urbanización

6. HACIENDA Y DEUDA PÚBLICA

7. LA MINERÍA

8. EL COMERCIO

8.1 El comercio interior

8.2 El comercio exterior

9. DINERO Y BANCA

BIBLIOGRAFÍA

PAREDES, J. (2004): Historia contemporánea de España. Siglo XIX. Ariel.

OCAMPO SUÁREZ-VALDÉS, J. (1997): Historia económica mundial y de España. Universidad de Oviedo. Servicio de Publicaciones.

CARRERAS, A., TAFUNELL, X. y varios (2003): Historia económica de la España contemporánea. Barcelona, Crítica.

CARRERAS, A., TAFUNELL, X. y varios (2005): Estadísticas históricas de España. Siglos XIX-XX. Fundación BBVA.

Carmen María Torres Sánzhez

Iren Vakiv

Virginia Vera Fenollar

Mª José Vidal Buendía

1. INTRODUCCIÓN

A comienzos del siglo XIX, España era un país con una estructura propia del Antiguo Régimen, asentada en una economía tradicional y predominantemente agraria. La historia económica del siglo XIX puede considerarse dividida en estas dos mitades:

Hasta la primera mitad del siglo se registra un estancamiento en la economía. De 1800 a 1840 (final de la primera guerra carlista) hubo contracción económica. Son los años de transición del Antiguo Régimen al Nuevo Régimen, en los que se estaba produciendo la adecuación desde una posición dominante como Imperio colonial a otra nueva situación como una nación más moderna de economía liberal.

Desde 1850, aproximadamente, se inició una lenta recuperación, convertida poco a poco en un proceso de crecimiento gradual que continuaría en el siglo XX.

El siglo XIX fue complicado para España, debido a la pérdida de su Imperio colonial, la invasión francesa en la península, las guerras carlistas y la inestabilidad política. En definitiva, todos estos factores provocaron una acumulación importante de deuda, lo que en conjunto explica en buena medida las dificultades para adaptarse a una economía moderna similar a la del resto del Occidente europeo.

2. LA AGRICULTURA

Los historiadores suelen referirse a una cuádruple carencia cuando analizan el sector agrario de la España del siglo XIX: su baja productividad, la absorción del capital que debía haberse destinado a la industria, su incapacidad para liberar mano de obra y la falta de poder adquisitivo de los agricultores españoles.

Considerado, por tanto, como un factor de atraso, resulta ser un fenómeno de gran transcendencia para la evolución del país debido a que el porcentaje mayoritario de población activa se dedicaba a la actividad agrícola o estaba vinculada a ella.

La agricultura presentaba un perfil típicamente mediterráneo, basado en el trigo, la vid y el olivo. Estuvo básicamente dividida entre un sector exportador y competitivo, dedicado a la vid, naranjas y frutos secos; y otro atrasado y de subsistencia, formado por la producción de cereales.

La estructura agraria fue modificada a lo largo del siglo XIX por una serie de procesos que cambiaron este sector. En la primera mitad se realizaron reformas legislativas, que dieron al traste con el régimen de propiedad del Antiguo Régimen. En la segunda mitad de siglo también se establecieron otras medidas que mejoraron, en general, la agricultura española.

2.1 La Reforma Agraria Liberal

La esencia de la reforma era eliminar el sistema de propiedad agraria del Antiguo Régimen, que generalmente era una propiedad compartida, para transformarla en una propiedad individual, plena y liberalizada. Para conseguir este objetivo fue necesario llevar a cabo acciones audaces y ambiciosas como las que se describen a continuación:

La Desamortización. Este proceso consistió en la apropiación por parte del Estado, mediante expropiación, de las tierras pertenecientes a la Iglesia (tierras conocidas como “manos muertas”) y los municipios (aquellas que tenían un aprovechamiento individual en virtud de arrendamientos o censos).

Tanto las medidas de Mendizábal (1836) como las de Madoz (1855) trataron de remediar el calamitoso estado de la Hacienda pública. Los bienes incautados a la Iglesia fueron vendidos en pública subasta y los beneficios pasaron a engrosar las arcas del Estado. Según una ley de julio de 1837, se podían adquirir las tierras mediante dos formas de pago: en metálico o con títulos con cargo a la deuda pública. De este modo, el destino de la propiedad de los bienes desamortizados fue a recaer en manos de los más ricos, es decir, la clase media y alta; mientras que los menos privilegiados se vieron perjudicados al no poder acceder a la propiedad de las tierras ofertadas en el mercado por la desamortización eclesiástica y civil. Al no subdividirse los lotes subastados en la mayoría de los casos, los labradores de medianos recursos se vieron desplazados por los de mayores capacidades económicas o recursos políticos, o las dos cosas juntas. No deja de ser significativo que el propio Pascual Madoz acabara convirtiéndose en gran propietario al adquirir tierras de cultivo y solares urbanos en las subastas.

Consecuencias de las desamortizaciones:

Ampliación de la superficie cultivada, dedicada principalmente

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