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Economia Del Siglo XIX

natikka20 de Agosto de 2014

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LA ECONOMÍA EN EL SIGLO XIX

El siglo XIX fue esquivo para el desarrollo económico del país. El fuerte impacto que provocó la Independencia sobre la economía de una colonia como la de la Nueva Granada, que había sido bastante pobre hasta el momento, la hizo empobrecer más, por lo menos hasta 1850.

La pérdida de participación en la órbita comercial ibérica, al tiempo de que se carecía de productos alternativos de exportación distintos al oro, cuya producción se deterioró, produjo una reducción de los ingresos externos. El mercado mundial entretanto no mostró dinamismo hasta 1850, lo cual escasamente ayudó a salir de la contracción producida por la guerra y por la pérdida inicial de comercio.

La política y la guerra debilitaron la institución de la esclavitud y, por lo tanto, la minería se contrajo primero para estancarse después, manteniendo cierta dinámica en Antioquia. La guerra misma produjo pérdidas de vidas, semovientes, mulas, cosechas y las propiedades de chapetones y realistas fueron expropiadas, incentivando la fuga de capital. Sin embargo, a pesar de todos los problemas, se comenzaron a echar los cimientos de una nueva sociedad, un tanto más liberal, que eventualmente saldría adelante con nuevas exportaciones hasta consolidar el café como la principal de ellas, ya a principios del siglo XX. Solo a partir de ese momento, Colombia entró en una fase de crecimiento sostenido.

A. LA INDEPENDENCIA Y LA ECONOMÍA.

Costos y beneficios de la Independencia.

El cálculo de los costos y beneficios de la Independencia constituye un tema apasionante de la historia económica. Se trata de dilucidar si el desmonte de una organización económica ineficiente, basada en los monopolios públicos y privados sobre la producción y el comercio, produjo suficientes beneficios a largo plazo que justificaran los costos de la empresa. Había que erradicar buena parte de lo que los españoles habían sembrado: un sistema de castas separadas por ley, relaciones sociales de servidumbre y de esclavitud, monopolios de comercio y de los bienes más transados en la sociedad colonial y, no menos, una tributación excesiva. Los costos de la Independencia fueron evidentemente muy altos, el mayor de los cuales fue la pérdida del orden político que mal que bien sostuvo el imperio español de ultramar por más de tres siglos.

Mientras que para los países frontera del imperio español que lograron la independencia sin guerras de liberación como Argentina, Costa Rica y Chile pudieron establecer tempranamente regímenes liberales abiertos al comercio, para los que contaban con instituciones hispánicas más enraizadas y vivieron intensamente el conflicto tardaron más en alcanzar alguna estabilidad política y economías abiertas. “Los obstáculos institucionales al crecimiento económico… fueron mayores en las zonas de población autóctona estable, donde quedaron encarnados en un ‘pacto’ colonial entre España y la élite colonial”, anota John Coatsworth, para la América colonizada por Iberia. Fueron este tipo de regiones las que se vieron más polarizadas por el conflicto que dividió a los criollos y a los mestizos y sumó a los indígenas a la causa real.

Se podría afirmar que la estabilidad política solo llegó a Colombia después de la Guerra de los Mil Días (1899-1902), a partir de 1905, cuando los partidos alcanzaron un acuerdo de paz perdurable.

Lo cierto es que la caída de la monarquía española desató la anarquía en casi todas sus colonias. Surgieron iniciativas constitucionales en villas y provincias, a la vez que un gobierno provisional instaurado por las Cortes de Cádiz ofreció amplia representación a sus congéneres de ultramar.

La Constitución aprobada en Cádiz en 1812 fue progresiva, porque instauró el voto universal masculino sin requisito de propiedad o literalidad, que incluyó a criollos, mestizos e indígenas (excluyó a los esclavos) y estableció gobiernos provinciales y ayuntamientos de origen popular (Rodríguez, 2005).

La restauración de Fernando VII en el poder en 1814 le permitió abolir las Cortes y desconocer la Constitución gaditana. En la Nueva Granada solo en el pronunciamiento constitucional de Cartagena se hizo sentir la influencia de las Cortes de Cádiz y la versión más radical de los Derechos del Hombre.

(Martínez Garnica, 2006). En sentido opuesto, la Constitución de Cundinamarca de 1811 propuso una monarquía constitucional que mostró el carácter excluyente de los criollos frente a las castas inferiores y el temor de perder el dominio sobre el orden político legado por España. Otras iniciativas más federales en otras provincias de diferente inclinación política, inspiradas en la experiencia norteamericana y promovida por Camilo Torres, llevaron a guerras intestinas que facilitaron la reconquista española de 1817.

La historiografía tradicional ha llamado a este período la ‘Patria Boba’, pero el conflicto no surge de la estupidez humana, sino de la inexistencia de gobiernos proto-nacionales en cada colonia -cuerpos colegiados con funciones políticas y económicas donde existiera representación de los criollos- que la Corona nunca permitió ni en la propia España, lo cual dificultó la construcción de espacios de negociación política que se debieron construir desde la nada con el derrumbe del imperio hispánico.

Por contraste, las asambleas de las 9 colonias anglosajonas, que sí contaban con experiencias de autogobierno, se apoyaban en un área de libre comercio, legislaban sobre impuestos y contaban con recursos para hacer inversiones en educación e infra-estructura. Fue menos difícil para ellas entrar en una negociación compleja que culminó en una confederación dotada de una constitución eficiente y legítima que perdura al día de hoy.

Clement Thibaud sugiere que las estructuras castrenses de los ejércitos bolivarianos jugaron un importante papel en la conformación de las identidades nacionales. Ante la ausencia de poder generada por la confrontación con la metrópoli, su influencia en las instituciones de gobierno llevó a la aparición del caudillismo y retrasó la conformación de un sistema de gobierno parlamentario que permitiera la creación de espacios de negociación política de los conflictos.

Bolívar, en particular, se oponía al federalismo, a la división de poderes y a una representación universal. Por tanto, no existieron las condiciones institucionales y políticas necesarias para que el proceso económico se desarrollara de manera dinámica, en los países que antes conformaron la Nueva Granada, al menos durante la primera mitad del siglo XIX. (Thibaud, 2002) La pugna fundamental en los años de la post independencia en los países liberados por Simón Bolívar fue la oposición a formas de gobierno centralistas con un enorme poder concentrado en la presidencia vitalicia del propio Bolívar, quien además podía nombrar a su sucesor, combinado con restricciones de ciudadanía a los que no contaban con propiedad o no sabían leer y escribir, contra unos gobiernos más liberales que contaban con reglas menos restrictivas de participación política.

Las fuerzas localistas y regionales que desató la Independencia fueron contenidas por las necesidades militares de los criollos. La guerra de liberación obligó a centrar todos los esfuerzos en fortalecer el ejército y, con ello, a centralizar el incipiente Estado. Una vez expulsados los españoles del territorio que se vendría a denominar La Gran Colombia, pero todavía con un poder realista amenazante en territorio peruano, Venezuela aprobaría su Constitución de Angostura en 1819, muy influida por Simón Bolívar que le introdujo rasgos dictatoriales.

Entre estos figuraban la división de ciudadanos entre activos y pasivos (sin derecho a elegir o ser elegidos), acreditar propiedad de 500 pesos para los activos, mientras que el presidente concentraba todos los poderes, pudiendo incluso invalidar sentencias judiciales. Le seguiría la Constitución de Cúcuta en 1821 que federaba a Venezuela, Ecuador y a la República Granadina y que intentaba darse una organización un tanto más liberal y descentralizada que la propuesta por Bolívar.

La Constitución de 1821 se inspira en el derecho divino como fuente de soberanía: reconoce la religión católica como única verdadera que acoge y protege. Era muy difícil para los criollos implementar el ideal de la Ilustración sobre establecer instituciones sobre la base de la razón, para lo cual era imprescindible separa al Estado de la religión.

Los ciudadanos deben saber leer y escribir a partir de 1840 para participar en elecciones, lo cual fuera de restrictiva reconoce un problema de analfabetismo generalizado, pero además deben tener un patrimonio de 100 pesos o en su defecto una profesión que les permita la independencia, excluyendo de la ciudadanía a jornaleros, arrendatarios y sirvientes.

Había un sistema de votación indirecto, mediante electores cantonales cuyos requisitos de propiedad y sapiencia eran mayores. Ellos conformaban asambleas electorales que elegían presidente, senadores departamentales y representantes de provincia, dando lugar a un sistema de votación indirecta, proclive a la manipulación. Se daban un cuerpo legislativo dividido en dos, donde la cámara contaba con representantes que ejercían por 4 años, mientras que los senadores tenían períodos de 8 años y se cambiaba la mitad cada 4 años, siguiendo el modelo norteamericano. (Restrepo Piedrahita, 1995) La lucha entre el caudillo libertador y los políticos se zanjó a favor de los republicanos santanderistas en el caso de Colombia que surgió como

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