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La Pedagogía De La Conciencia Y El Metodo Crítico En Freire


Enviado por   •  17 de Diciembre de 2013  •  Tutoriales  •  8.425 Palabras (34 Páginas)  •  291 Visitas

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CAPITULO I

1. LA PEDAGOGÍA DE LA CONCIENCIA Y EL METODO CRÍTICO EN FREIRE.

1.1. “Yo, Paul Freire”

Para conocer en lo esencial la biografía de Freire, nada mejor que leer con atención las palabras que vienen a continuación redactadas por el propio autor:

“Nací el 19 de septiembre de 1921, en Recife, Estrada de Encanamento, barrio de la Casa Amarela. Joaquín Temistocles Freire, de Rio Grande del Norte, oficial de la Policía Militar de Pernambuco, espiritista, aunque no miembro de círculos religiosos, bueno, inteligente, capaz de amar: mi padre. Edeltrudis Neves Freire, de Pernambuco, católica, dulce, buena, justa: mi madre. El murió hace mucho tiempo, pero me dejo una huella imborrable. Ella vive y sufre, confía sin cesar en Dios y en su bondad.

Con ellos aprendí ese dialogo que he tratado de mantener con el mundo, con los hombres, con dios, con mi mujer, con mis hijos. El respeto de mi padre por las creencias religiosas de mi madre me enseño desde la infancia a respetar las opciones de los demás. Recuerdo aún hoy, con qué cariño me escucho cuando le dije que quería hacer mi primera comunión. Elegí la religión de mi madre y ella me ayudo para que la elección fuese efectiva. Las manos de mi padre no habían sido hechas para golpear a sus hijos, sino para enseñarles a hacer cosas. La crisis económica de 1929 obligó a mi familia a trasladarse hasta Jaboatao, donde parecía menos difícil sobrevivir. Una mañana de abril de 1931 llegábamos a la casa en donde había de vivir experiencias que influirían en mí profundamente.

En Jaboatao perdí a mi padre. En Jaboatao experimente lo que es el hambre y comprendí el hambre de los demás. En Jaboatao, niño aun, me convertí en un hombre, gracias al dolor y al sufrimiento, que, sin embargo, no me sumergieron en las sombras de la desesperación, en Jaboatao jugué con la pelota con los niños del pueblo. Nade en el rio y tuve “mi primera iluminación”: un día contemple a una niña desnuda. Ella me miro y se puso a reír… En Jaboatao, cuando tenía diez años, comencé a pensar que en el mundo había muchas cosas que no marchaban bien y, aunque era un chiquillo, empecé a preguntarme que podía hacer yo para ayudar a los hombres (…)

En esta época, a causa de la distancia (distancia que en mi ingenuidad no podía comprender), entre la vida, el compromiso que esta exige y lo que dicen los sacerdotes en los sermones del domingo, me aleje de la Iglesia (no de Dios) durante un año, con gran tristeza de mi madre. Volví a ella gracias sobre todo, a las lecturas de Tristan de Atayde, del que siempre me acuerdo, y por el que experimentado desde entonces una admiración sin límites.

Al mismo tiempo que Atayde, leía a Maritain, Bernanos, Mournier y otros. Como tenía una irresistible vocación de padre de familia, me case a los veintitrés años, en 1994, con Elza Maria Costa Oliveira de Recife, hoy Elza Freire, católica como yo. Con ella continúe el dialogo que había aprendido con mis padres. Tuvimos cinco hijos. Tres niñas y dos muchachos, gracias a los cuales el campo de nuestro dialogo se amplió. Debo mucho a Elza, profesora de primaria, y después, directora de la escuela. Su valor, su comprensión, su capacidad de amar, su interés por todo lo que hago, la ayuda que jamás me ha rehusado y que ni siquiera tengo necesidad de pedir, me ha sostenido siempre en las situaciones más problemáticas. Fue precisamente a partir de mi matrimonio cuando empecé a interesarme de una manera sistemática por los problemas de la educación. Estudiaba más la educación, la filosofía y la sociología de la educación que el derecho, disciplina en la cual apenas si era un estudiante mediocre (…)

Trabajando en un departamento de Servicio Social, aunque de tipo asistencial –SESI- reanude mí dialogo con el pueblo siendo ya un hombre. Como director de Departamento de Educación y de Cultura del SESI de Pernambuco, y después, en la Superintendencia, de 1946 a 1954, hice las primeras experiencias que me conducirían más tarde al método que inicie en 1961. Esto tuvo lugar en el Movimiento de Cultura Popular de Recife, uno de cuyos fundadores fui, y que más tarde se continuó en el Servicio de Extensión Cultural de la Universidad de Recife, del que me correspondió ser el primer director.

El golpe de Estado (1964) no solamente detuvo todo el esfuerzo que hicimos en el campo de la educación de adultos y de la cultura popular, sino que me llevo a la prisión por cerca de setenta días (con muchos otros comprometidos en el mismo esfuerzo). Se me sometió durante cuatro días a interrogatorios, que continuaron después en el IPM de Rio. Me libre refugiándome en la Embajada de Bolivia en septiembre de 1964. En la mayor parte de los interrogatorios a los que se me sometió lo que se quería probar, además de mi “ignorancia absoluta” (como si hubiese una ignorancia absoluta o una sabiduría absoluta; esta no existe sino Dios), lo que se quería probar, repito, era el peligro que yo representaba.

Se me consideró como un “subversivo intencional”, un “traidor de Cristo y del pueblo brasileño”, “¿Niega usted –preguntaba uno de los jueces- que su método es semejante al de Stalin, Hitler, Perón y Mussolini? ¿Niega usted que con su pretendido método lo que quiere es hacer bolchevique al país…?”

Lo que aparecía muy claramente en toda esta experiencia, de la que salí sin odio ni desesperación, era que una ola amenazante de irracionalismo nos había invadido: forma o distorsión patológica de la conciencia ingenua, peligrosa en extremo a causa de la falta de amor que la alimenta, a causa de la mística que la anima”.

Su trabajo como pedagogo, dentro del Movimiento de Educación Popular, comenzó en 1962 en el nordeste del Brasil, en la zona más pobre con quince millones de analfabetos sobre un total de veinticinco.

Su método se decidió aplicar a todo el país, dentro de la política populista del presidente Goulart, una vez que se vieron los primeros resultados: trescientos trabajadores alfabetizados en cuarenta y cinco días. Sin embargo, caído el presidente que apoyaba la campaña, se dio por terminada la experiencia alfabetizadora y Freire paso unos meses en la cárcel por sus actividades populares antes de trasladarse a Chile buscando nuevos horizontes para su trabajo. En Chile, en ese momento gobernado por el democratacristiano Frei, encontró afectivamente las mejores condiciones para poner en marcha su método

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