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La Rebelion De Atlas

Nine943 de Enero de 2015

610 Palabras (3 Páginas)256 Visitas

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LA REBELIÓN DE ATLAS

Resumen #1

En el primer capítulo del libro La Rebelión de Atlas, Eddie Willers prosiguió su camino preguntándose por qué en aquella hora del día experimentaba siempre, sin motivo alguno, tal sensación de miedo. Aunque, pensaba que no era miedo, siempre había algo ha que temer, se trata sólo de una inmensa y difusa aprensión, sin motivo ni objeto.

Es aquel que el pensamiento racional e independiente es el motor del mundo, los hombres se van a la huelga y se retiran de una sociedad cada vez colectivizada y regulada.

Era la estructura más alta y arrogante de la calle. Eddie Willers sonreía siempre al encontrarse ante él. Sus largas hileras de ventanas formaban un conjunto perfecto, en contraste con las de sus vecinos. Sus esbeltas líneas cortaban el cielo, sin esquinas rotas ni artistas desgastadas. Parecía elevarse más allá de los años, sin que nada le afectara. Y a juicio de Eddie Willers, siempre seguiría igual.

Eddie Willers miró el mapa que colgaba de la pared. Los colores del mismo habían ido palideciendo bajo el cristal. A veces se preguntaba cuántos presidentes Taggart se habrían sentado ante él y en el transcurso de cuántos años.

No existe en todo el país una sola compañía ferroviaria, sin unas cuantas líneas secundarias que circulen con déficit. No somos los únicos. Se trata de un defecto de alcance nacional, aunque con carácter transitorio.

Eddie seguía mirando en silencio, lo que más disgustaba a Taggart era su costumbre de mirar a la gente cara a cara. Las pupilas de Eddie eran azules, amplias y de expresión interrogante; tenía el pelo rubio y el rostro cuadrado y sin relieve, exceptuando su aire de escrupulosa atención y de franxa y perpetua sorpresa.

Willers pensó que la opresión que sentía en el pecho y las sienes era resultado del esfuerzo que estaba realizando; había decidido dejar aquello bien sentado. El asunto era tan claro que nada podía impedir que Taggart lo entendiera, a no ser su fracaso en presentarlo debidamente. Lo había intentado con todas sus fuerzas, pero no conseguía su propósito, igual que en ocasiones anteriores. Dijese lo que dijese, nunca perecían hablar los dos de un mismo tema.

No se movió ni contestó, sino que permaneció mirando, ante sí, aunque sin ver a James Taggart ni a nada de lo que hubiera en el despacho.

A los pocos momentos saludaba con una inclinación y abandonaba la estancia.

Pop Harper miró a Eddie Willers cuando esté salía del despacho. Su mirada fue comprensiva y prolongada; parecía decir que estaba seguro de que la visita de Eddie a aquella zona del edificio significaba complicaciones en ciernes; de que nada se había conseguido con la visita, cosa que por otra parte, a él le dejaba por completo impasible, con la misma cínica que Eddie Willers había conversado en las pupilas del pordiosero que lo abordó en la esquina.

Estaba sentada escuchando la música; una sinfonía triunfal. Las notas fluían en sentido ascendente cual la esencia y la forma de un movimiento que parecía comprender todo acto humano y todo pensamiento originados por dicha tendencia hacia la altura.

La estuvo examinando unos momentos, como si vacilara, pero luego se volvió, alejándose definitivamente. Ella observó la experta eficacia de sus movimientos, conforme continuaba su trabajo en silencio.

La gente no quiere pensar en las soluciones, y cuantos mayores son sus problemas, menos quiere pensar en aquellos, pero sabe que debería hacerlo, por lo tanto se sienten culpables de no hacerlo. Por tal motivo. La gente seguirá y bendecirá a quien le ofrezca una alternativa para no pensar. Alguien que convierta su pecado, su debilidad y su culpa, en virtud de gran altura intelectual.

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