La Restauración Absolutista Romero
abigail1986Resumen23 de Septiembre de 2015
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José Luis Romero, Historia Moderna y Contemporánea.
Capítulo XVII: La restauración Absolutista. La monarquía constitucional en Inglaterra.
Desde mediados del siglo XVIII hasta 1815, Francia ofreció al mundo un programa político de significado revolucionario. Primeramente lo había elaborado en su aspecto doctrinario y había logrado imponerlo en las conciencias, luego había intentado llevarlo a la práctica y desencadenó la revolución de 1789 para imponer sus ideales.. Finalmente Napoleón Bonaparte y sus ejércitos difundieron muchos de sus principios en Europa.
Para los espíritus conservadores, la caída de Napoleón después de su derrota significó no sólo el derrumbamiento de todas las transformaciones políticas en el mapa de Europa, sino también el fracaso del pensamiento liberal y la quiebra de todas sus conquistas sociales y políticas.. Así se inició una era de violenta reacción antiliberal cuya manifestación más notable fue la restauración de los principios políticos del absolutismo.
Hasta la independencia de las antiguas colonias españolas de América estuvo en peligro y pareció que sería imprescindible abandonar los ideales republicanos. Pero pronto se advirtió que la semilla de la Revolución Francesa mantenía su vigor y que las nuevas nacionalidades americanas tenían reservas morales y materiales para sostener su libertad y sus principios.
Así las ilusiones de una restauración absolutista se vieron desechas. Más aún, las conquistas sociales y políticas no solamente se salvaron, sino que se afirmaron y se acrecentaron en el curso del siglo XIX.
La restauración absolutista y el congreso de Viena.
Tras la abdicación de Napoleón los aliados impusieron en el trono francés al conde de Provenza, que reinó con el nombre de Luis XVIII. Éste fue partidario de un régimen moderado y constitucional. Pese a la oposición de los monárquicos exaltados, el rey apoyado en el prudente consejo del zar Alejandro I de Rusia, que la consideraba indispensable para pacificar a Francia, otorgó en mayo de 1814 una Carta Constitucional en la que dejaba establecido el origen divino del poder real, pero aunque se reservaba al rey el derecho de proponer las leyes, introducía muchos principios políticos afirmados por la revolución de 1789 y consagraba un régimen monárquico limitado y constitucional. Dos cámaras (una de pares, nombrados por el rey y otra de diputados, elegidos por ciertos sectores populares) constituían el poder legislativo.
La reacción no tardó en producirse. Los monárquicos exaltados no vacilaron en desarrollar una violenta persecución contra los antiguos revolucionarios y en defender el principio de la monarquía absoluta y del derecho exclusivo de la nobleza a ejercer las funciones públicas.
Después de los Cien Días, la monarquía se afianzó y Luis XVIII pretendió desenvolver su política conciliadora; pero en 1820 fue asesinado uno de los miembros de la familia real y comenzó una era de represión que produjo la reacción de los grupos liberales.
Una situación semejante se advertía en toda Europa. Los reyes que Napoleón había destronado volvían ahora a sus antiguos tronos dispuestos a cortar de raíz cualquier amenaza revolucionaria..
En octubre de 1814 se había reunido el Congreso de Viena, en el que los reyes victoriosos se disponían a fijar su ley a Europa y sus miembros coincidieron en la necesidad de extirpar los gérmenes del pensamiento liberal, de restablecer el absolutismo y de realizar el nuevo reparto de los territorios europeos para dar satisfacción a los reyes de las potencias triunfadoras.
Austria, Rusia, Inglaterra y Prusia fueron, pues, las potencias que se beneficiaron con los acuerdos de Viena. Decididos a luchar contra el movimiento liberal, los monarcas dedicaron sus mejores esfuerzos a diseñar el mapa político de Europa atendiendo a sus ambiciones.
Europa en 1815.
Firmado el acuerdo definitivo en 1815, Europa quedó dividida entre los triunfadores.
Prusia y Rusia adquirieron nuevos territorios, la primera en Sajonia y en las orilla izquierda del Rin, y la segunda en detrimento, principalmente, de Polonia, de la cual Prusia recogía también una parte. Inglaterra, a su vez, obtuvo nuevas posesiones coloniales , y Austria ganaba algunas regiones italianas , aunque a costa de ver disminuida su influencia en Alemania por obra de Prusia.
Los estados alemanes, constituían una confederación que agrupa a treinta y ocho estados autónomos. Holanda y Bélgica se unen en un solo reino, del mismo modo que Suecia y Noruega; y en Italia, fuera de los territorios cedidos a Austria, subsistían una serie de estados menores. Todo este grupo resultaba políticamente disminuido frente a los grandes vecinos, que se aseguraban su predominio sobre extensas zonas de influencia.
España y Portugal mantenían sus límites y Francia volvía a los de antes de la guerra de la Revolución. Polonia desapareció sin que nadie se preocupa de satisfacer el intenso clamor que elevaban los polacos en favor de su autonomía.
La Santa Alianza. Metternich.
Mientras el congreso de Viena ajustaba el mapa de Europa, germinaba en el ánimo del zar de Rusia, Alejandro I, el proyecto de construir una alianza de los monarcas absolutistas para defender sus principios políticos, sociales y religiosas contra la ola liberal.
La idea del zar Alejandro estaba orlada por cierto misticismo que no podía convencer a un espíritu tan realista como el de Metternich. Recibió el apoyo Prusia, mientras que Inglaterra, por razones religiosas y políticas escogía el plan de notoria frialdad.
El pacto se concluyó en fines de 1815 y así surgió la Santa Alianza, fue apoyada por Francia e Inglaterra con algunas reservas. Metternich ve en los aliados un instrumento para intervenir en la política de todos los estados de Europa. Periódicamente se convoca a congreso la situación de diversas naciones, se ofrecía apoyo a los soberanos que tenían problemas en reafirmar su poder absoluto. Así en 1822 se resolvió la invasión a España por un ejército francés de esta manera Fernando VII pudo derogar la constitución impuesta en 1812 por elementos liberales.
El propósito de ayudar a España a reconquistar sus colonias amenazaba los intereses ingleses, y muy pronto el ministro Jorge Canning apartó a Gran Bretaña de la Santa Alianza, que, en 1826, quedó anulada como asociación de potencias.
Su cerrada concepción política había desatado una intensa resistencia. Se polarizaron frente a ella los elementos liberales que aspiraban a restaurar los principios que pusiera en vigor la Revolución Francesa.
La reacción Liberal y las sociedades secretas.
En Italia y Alemania los patriotas se identificaron con los liberales porque para constituir libremente sus países era necesario expulsar las monarquías extranjeras o sacudir el yugo de las potencias autocráticas que los dominaba. Para luchar por sus ideales constituyeron sociedades secretas; las más conocidas fueron las sociedades masónicas; como la Logia Lautaro, a la que permaneció San Martín, y las sociedades de carbonarios, llamadas así en Italia, fueron llamadas así porque las reuniones se realizaban en los bosques para escapar de la persecución del gobierno austriaco. Los ideales que perseguían estas sociedades eran variados pero en líneas generales coinciden. En Italia y Alemania aspiraban; a la unificación de la nación bajo una monarquía constitucional o como querían los más radicales bajo un gobierno republicano. En francia y España buscaban establecer un gobierno que respetara las antiguas conquistas liberales.
La monarquía constitucional en Inglaterra.
Después de la revolución de 1688, inglaterra entró en una era de rápido progreso. El gobierno de Guillermo III inauguró una etapa de tranquilidad interior y al mismo tiempo de afianzamiento de la posición de inglaterra en Europa (1689-1702). Para lo primero contribuye la solución de los conflictos políticos y religiosos así como la ordenación del régimen sucesorio mediante la sanción, el 1701, del Acta de Establecimiento. En la cual quedaba asentada que cualquiera que llegue a la posición de la corona, se ajuste a la comunicación de la iglesia anglicana, tal como ella está establecida por las leyes. Las circunstancia de la época proporcionaron a Inglaterra la posibilidad de realizar sus aspiraciones. En el siglo XVIII inglaterra alcanzó en Europa una posición de preeminencia.
La preponderancia en Europa.
La elección de Guillermo de Orange, como rey de Inglaterra, orientó al país hacia un política de hostilidad frente a Luis XIV. Poco después, cuando se desencadenó la guerra por la sucesión de España, Inglaterra intervino en el conflicto contra Francia para impedir que rompiera en su favor el equilibrio europeo (establecido en los tratados de Westfalia). Pero Inglaterra decidió apartarse de la guerra cuando el archiduque Carlos alcanza el trono español en 1711 y se temía que el equilibrio se quebrara en favor de la casa de los Habsburgo. En 1713 negoció el tratado de Utrech con Francia en el que se reconocía a Felipe V como rey de España con la condición de que se prometiera que en ningún caso se reunirían las dos coronas en manos de un mismo príncipe francés. Por ese tratado Inglaterra obtuvo ventajas territoriales e importantes privilegios para el tráfico comercial con las colonias españolas.
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