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La Sombradel Caudillo

zaii220225 de Junio de 2012

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Caudillo | buen político y prepotente, sin escrupulos, sabia usar el poder, manipulador | Presidente de la republica | Doble moral |

Axkaná González | Era rubio, esbelto de piel blanca y ojos verdes, de alma evocativa y soñadora. buenamigo, valiente y leal.intelectual sereno, sacrificado | Politico civil. Jefe de las Juventudes del Bloque Radical Progresista | Defendia la justicia, honestidad, respeto, la lealtad, generosidad, valentía, honor, sinceridad, fotaleza |

Hilario Jiménez. | Busca ganar las elecciones sin importarle el precio, déspota, tortuoso, falso,frio, ofensivo y directo. | Ministro de Gobernación y candidato a la presidencia | sinvalores, |

Olivier Fernández | Honorable y tiene grandes conocimientos sobre como mandar, un buen político, buen lider | Líder del Bloque Radical Progresista de la cámara de diputados y jefe de su partido. | Conocimiento, cooperación, espontaneidad, valentia |

Julián Elizondo | Era Traidor, desleal, y deshonesto, mal amigo, | general jefe de las operaciones militares del Estado de México | Sin valores |

Remigio Tarabana | Moreno, corrupto | Amigo

La sombra del Caudillo.

Libro Primero. Poder y juventud.

El general Ignacio Aguirre, político militar, paseando con su amigo Axkaná, político civil, en su ferviente cadillac por las calles cercanas a Chapultepec, hablaban tras el ruidoso estruendo característico de la calle con su matiz peculiar de cada personalidad; Aguirre con el de la autoridad y Axkaná con el de la despreocupación, un poco reflexivo; con el de el des protagonismo.

Aguirre le reiteraba a Axkaná lo que este debía de hacer: hablar con Oliver y convencerlo de que Aguirre rechazaría la candidatura de la Republica, y en su lugar solo tendría que quedar Hilario Jiménez, el candidato del Caudillo.

Aclarado el punto, Axkaná bajo del coche, y segundos después, Aguirre vislumbro a lo lejos a Rosario, una mujer bella, de cabello rizado…

Axkaná a modo de advertencia le dijo que no era buena idea pretenderla porque solo iba conseguir “echarle lodo” a Rosario, a lo que Aguirre contesto que él no podría hacer nada si ella iba hacia él. Pero aún así, Aguirre dio su palabra de honor al respetar a Rosario, aún a sabiendas de que los políticos no tienen “Honor”.

Caminaron por las calles arboleadas, Aguirre y Rosario, hasta llegar a los montes del Ajusco.

En el Ajusco, Rosario percibía una visión masculina que Aguirre no entendía, él hubiera preferido ver otros volcanes, no un simple bosque, y al preguntar Aguirre, esta se lo aclaró.

Vinieron las primeras gotas de una fuerte lluvia. Mientras tanto, el cadillac junto con el chofer habían dado miles de vueltas, y de regreso Aguirre ya traía del brazo a Rosario, ella cubierta con la sombrilla roja y él casi riendo de la situación, corriendo juntos de la mano. Aguirre disfrutó de la ayuda que le brindó a Rosario al cargarla por la cintura para subirla al coche, y ya dentro, con una fuerte discreción Aguirre tomo de la cara a Rosario y la besó.

Al día siguiente, Aguirre se disponía a divertirse con Axkaná y Remigio Tarabana, y cuando iban por este ultimo a los barrios del zócalo, Aguirre saludó a una prostituta de nombre Adela.

Ya en el coche Tarabana le explicó a Aguirre el Plan para la “operación águila”, a lo que Axkaná se metió para defender, por así decirlo, o para hacerles conciencia de que algún día los iban a agarrar en sus negocios turbios.

En la mañana siguiente, un grupo de políticos muy importantes invitaron a comer a Aguirre, y como era de esperarse el ministro de guerra se dio a desear y llego un poco tarde. A pesar de la falta de respeto cuando este llego, todos aplaudieron e hicieron festines a su llegada. Se instaló en la silla de honor junto a Encarnación Reyes, general de división y jefe de las operaciones Militares en el estado de Puebla; y Oliver, líder del Bloque Radical Progresista de la Cámara de diputados, ex alcalde de la ciudad de México, ex gobernador.

Por lo que se sabía de Encarnación, él nunca había asistido a la escuela, no sabía leer ni escribir, solo contaba con sus aprendizajes de militar y de político, pero aún así, era muy inteligente en la práctica ya que sus intenciones las tenía muy ocultas.

En el banquete se encontraban Eduardo Correa, presidente municipal de la ciudad; Agustín J. Domínguez, gobernador de Jalisco; Axkaná, y Juan Manuel Mijares, diputado. Por otra parte también estaba Jacinto López de la Garza, consejero de Encarnación, y jefe de su estado mayor.

Para Emilio Oliver Fernández la comida representaba el siguiente paso, quería convencer a Ignacio sobre la candidatura a la Gobernación.

El ambiente de ese día, podía reflejar dos cosas: la primera, la unión y las ganas de luchar por el candidato predilecto, y la segunda la “organización” y el despotismo que todos los políticos arrojaban.

Terminado el banquete Axkaná, le explicó de nuevo a Oliver los motivos de Aguirre para rechazar la candidatura:

Aguirre le tenía gran aprecio a la ayuda y amistad del Caudillo y por eso no va a ir contra él ni contra su candidato.

Oliver le respondió que en la política ninguno es amigo, todos hacen favores para su beneficio.

El caso es que Aguirre no lo entendía así. Axkaná sabía que Aguirre terminaría aceptando, pero también sabía que las razones de ahora no eran falsas, si no que de verdad quería rechazar la candidatura.

Esa noche fueron a la casa de Oliver a divertirse con las amigas de la Mora. Ellas los admiraban por sus alardes de políticos y sus espíritus de aventura. Y sin embargo, Axkaná con su matiz blanco y sus ojos verdes, admiraba a la Mora respondiendo a sus coqueteos con una sonrisa.

Libro Segundo. Aguirre y Jiménez.

Pasaron meses y días en los que todo el pueblo se preguntaba si Aguirre aceptaría la candidatura a la presidencia y por lo mientras altos funcionarios iban a las oficinas de Aguirre a declarar su favoritismo hacia él, ofreciéndoles sus servicios como militares… cosa misma que hacían con Hilario Jiménez. Aún así, las entrevistas no se daban abasto.

Un buen día, Aguirre quería darle fin a todo este asunto, así que se dirigió al castillo de Chapultepec a hablar con el Caudillo. Aguirre le puso en claro que él no quería la candidatura a la presidencia por dos simples cuestiones: la primera era que Aguirre no se creía con el poder o los merecimientos para llegar a ser presidente (porque él sabía que le podía ganar a Hilario Jiménez por las amistades con los generales militares y civiles), y la segunda porque él no lo ambicionaba, sino le guardaba un respeto máximo al Caudillo y si este último le hubiera pedido que rechazara la candidatura con gusto lo hubiera hecho.

Sin embargo el Caudillo no le creyó. Aguirre con la desilusión por dentro se dirigió a casa de Rosario, una de sus tres casas, a consolarse.

Axkaná lo visitó, y vio sobre él una profunda herida que el Caudillo le había hecho: la desilusión de no ser su amigo. Aguirre por fin, ensimismado en sus pensamientos cayó en la cuenta de que el Caudillo echó por la borda 10 años de servicio de Aguirre, todos los favores hechos, las solapadas… simplemente por la desconfianza de él.

Axkaná no se sorprendía de la actitud del Caudillo. Sabía de sobra que la amistad no va de la mano con la política, y menos si se trataba del Caudillo.

La única solución que encontraron fue hablar con el mismo Hilario Jiménez, exponerle las mismas ideas a él, y convencerlo de las verdaderas intenciones de Aguirre, para que Jiménez a su vez hablara con el Presidente y lo convenciera e hiciera devolver la confianza en Aguirre.

Decidido, Aguirre fue al despacho de Jiménez y explico el enredo de todo el asunto con el Caudillo. Pero tampoco le creyó. Le respondió francamente que no le creía porque Aguirre no tenía motivos suficientes para rechazar la candidatura, y porque hasta la fecha no lo había declarado oficialmente.

Hilario Jiménez, para convencer al Caudillo, le pidió a cambio a Aguirre que le diera a sus hombres, los aguirristas (entre ellos a su mejor amigo Axkaná), que se los “regalara”, que renunciara Aguirre al Partido Radical Progresista y le cediera la presidencia del partido a él. Si no lo cumplía asumiría el reto de aceptar la presidencia y sus consecuencias. Y por supuesto Aguirre no aceptó.

Libro Tercero. Catarino Ibáñez.

Por lo mientras, en lo que se decidía la actitud de Aguirre, Oliver ya estaba bajo la desesperación porque muchos diputados se pasaron a los hilaristas, así que para salvarse de la ruina, junto con Agustín J, Domínguez (gobernador de Jalisco), Eduardo Correa (presidente municipal de la ciudad) y Catarino Ibáñez, (gobernador de Toluca o el Edo. De México) le pidieron a Don Hilario cuatro cosas, a cambio de apoyar a su partido, el Partido Nacional Obrerista: El control de los poderes locales y municipales que ya tenían los radicales, el ayuntamiento de la Cd. de México, la mitad de los lugares del futuro gabinete y los dos tercios lugares en el Congreso Federal.

Don Hilario Jiménez, aceptó la oferta y para la siguiente convención efectuada en Toluca la tendencia del pueblo y el gobernador sería hacia los hilaristas. Catarino Ibáñez, armó todo lo impuesto para dicha, convención, la comida para el pueblo y la comida para los funcionarios, las pancartas, los folletos, etc.

Pero días después,

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