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La construcción del Estado y las perspectivas ciudadanas en el México contemporáneo


Enviado por   •  27 de Febrero de 2022  •  Apuntes  •  1.738 Palabras (7 Páginas)  •  101 Visitas

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México 2013. Los vuelcos de la historia del nacionalismo revolucionario al neoliberalismo*


La característica fundamental del pensamiento Neoliberal consiste en asumir al individuo, indiferenciado, abstracto, como el referente principal de la explicación de los fenómenos sociales. Asume al individuo como el arquitecto de su propio destino, sin equilibrar el contexto social en el que se desenvuelve. El individuo, en libertad, actúa en función de sus propios intereses que claramente puede identificar, la mejor manera de que la persecución del interés propio se pueda potenciar y convertir en beneficio mutuo para todos los individuos a la vez, es el intercambio que se realiza en el mercado en un contexto de libre competencia.

El neoliberalismo constituye una versión extrema, y posiblemente pacifica , del pensamiento liberal tradicional, no pretende a un Estado pasivo, que se abstenga simplemente de intervenir en la esfera económica, sino a uno que actué todo el tiempo para salvaguardar y extender la presencia del mercado, garantizar su buen funcionamiento etc. El porfirismo fue la expresión de una tendencia global de la que México no estuvo a salvo.

En su segundo siglo de vida, tras una década de violencia revolucionaria, y en la coyuntura propicia de la Primera Guerra Mundial, México encontró el camino en un nacionalismo defensivo y en un Estado promotor de su desarrollo socio-económico y tutelar de las clases más desprotegidas. Emprendió la marcha, resistiendo amenazas y presiones internacionales de los que se beneficiaron en su pasado, apretando el paso cuando la situación internacional distraía a las potencias en sus conflictos y guerras. La revolución triunfante finalizó con la expropiación petrolera en 1938, que significó tanto la afirmación de la soberanía nacional y del Estado como la expresión de su nacionalismo. En las décadas siguientes, la ruta mexicana hacia el progreso, vista por la derecha internacional como socializante, ya no fue muy cuestionada porque en las potencias capitalistas comenzó a estructurarse lo que se conocería como el Estado de Bienestar, que pretendía la protección social del individuo desde antes de nacer y de la cuna a la tumba. Las cuatro libertades esenciales del presidente Roosevelt de 1941 y la Alianza para el Progreso del presidente Kennedy de 1960 resultaron, para fortuna de la Revolución Mexicana, congruentes con el rumbo que México había tomado institucionalmente desde 1917. México y el mundo capitalista anduvieron por la misma senda, se unieron para vencer al nazifascismo. México era una tierra de sueños y esperanzas para la mayoría de sus habitantes. Su revolución social le daba identidad y lo hacía diferente a otras naciones. México comenzó a obtener logros económicos y sociales, siempre insatisfactorios respecto a lo necesario, pero eran  logros. Durante la guerra fría sobrevivimos virando a la derecha, aceptando términos injustos de intercambio comercial internacional por nuestras materias primas y esquivando presiones para subordinarnos a los bloques ideológicos capitalismo/comunismo en pugna. Pese a todo, México mantuvo un gobierno civil cuando Estados Unidos aplicaba dictaduras militares en América Latina e inició su industrialización y mejoró sus niveles de bienestar social, como no lo había hecho antes, como no lo hemos hecho ahora. Las crisis económicas eran cada vez más profundas pues el precio del progreso material y social fue una democracia sin contenido real, un autoritarismo periódicamente represivo.

Lo más grave fue no superar la estructura social que nos persigue desde la colonia.

A partir de las últimas tres décadas, tras la crisis que culminó con la nacionalización de la banca, la ideología dominante en México durante más de medio siglo dio un giro de 180 grados, contra el cual sólo se rebeló la fracción priísta que, tras el fraude electoral de 1988, formaría el Partido de la Revolución Democrática. La historia patria, a la que tanto acudían los políticos para hallar inspiración y legitimar sus acciones, se convirtió en un engaño oficial, algo penoso, prescindible y olvidable por ser obstáculo a la modernidad. La historia promovía valores, ideales, arquetipos paradigmas, que resultaban contrarios al neoliberalismo. Antes, los presidentes mexicanos se percibían a sí mismos como actores o herederos de una Revolución original y auténticamente mexicana, cuyos propósitos había que cumplir. Basta analizar el discurso político, desde Venustiano Carranza hasta José López Portillo en comparación con el expresado por los últimos presidentes, para darse cuenta que sufrimos una verdadera contrarrevolución de la que sólo podemos ser conscientes quienes nacieron antes de 1973. La revolución mexicana parece que nunca existió. De las palabras Nación, Pueblo, Patria, Ciudadano, Justicia Social ya están olvidadas. Las políticas y prácticas gubernamentales vuelven a transitar por los viejos caminos probados del porfirismo, sin considerar que la Revolución se dio, justamente, contra esas políticas y esas prácticas.

Para los filósofos e historiadores, el neoliberalismo debe ser objeto de reflexión porque no es una ideología más, está convirtiéndose en el pensamiento mundial único dominante, se considera que todas las manifestaciones de la vida deban tener su principio y fin en el mercado ni que el neoliberalismo constituya el destino inexorable de la humanidad. Las  acciones coordinadas, que convierten el poder del dinero en poder persuasivo mediante propaganda, publicidad, relaciones públicas y cabildeos para influir en las mentes de las masas y de sus dirigentes, están unidas a la formación y promoción de políticos dedicados a defender los intereses empresariales, así como al establecimiento u orientación de instituciones educativas y de investigación económica, en las que los postulados de la economía neoliberal llegan a ser ciencia exacta, ajena a ideologías, equiparable a las ciencias duras, demostrable con complejos modelos matemáticos y aplicable a cualquier situación y país. La administración pública moderna aspira a ser una copia de las empresas de clase mundial y a convertir a los ciudadanos, a los que se supone, deberían servir en simples clientes.

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