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La sociedad de consumo

angiemibng12 de Octubre de 2013

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"La sociedad de consumo para funcionar bien necesita una clase de hombres que cooperen dócilmente en grupos numerosos que quieren consumir más y más

MARTIN: Parece evidente que Kant vincula el destino de conocimiento al destino de la libertad íntima. Para él, Dios elimina la pretensión de la ególatra omnipotencia humana. La entrega del hombre al ideal de omnipotencia narcisista, amenaza ahora con eliminar toda posibilidad de supervivencia sobre la tierra. Kant nos dice que «la religión lleva al hombre al reconocimiento de la impotencia, finitud, falibilidad y culpabilidad. Y además consigue que todos estos rasgos puedan soportarse». Frente a este sentido de la medida, las ideologías fomentan la omnipotencia mitómana. Es evidente que «las apelaciones ecológicas y económicas a la moderación» sólo pueden brotar en una ética de la finitud como la kantiana. La idea es que no se puede desactivar el montante de violencia del mundo sino a través de la libertad psicológica –individual-. Pero no se puede asumir una libertad verdadera sin el reconocimiento de la trascendencia del mal propio. Apelando al pensamiento socrático, Kant recurre afirmando el conocimiento privado de Sí –mism@-, que no puede ser colectivo, y solo es accesible a los valientes “que no tragan entero”; a los selectos, esos pocos que nacieron con la facultad de la Percepción Instintiva de la Verdad Absoluta. Conocimiento que solo se adquiere cerrando voluntariamente la vista física; alcanzando el estado de silencio mental, y escuchar-ver la iluminadora revelación de la conciencia psicológica. De ahí que la única conclusión válida a la que suele llegar Kant, asimila el pensamiento de Sócrates quien rechazaba las opiniones admitidas sin previo análisis para obligar al reconocimiento de la ignorancia de todos los interlocutores. En cuanto a lo que es, en definitiva, la virtud sometida a examen, que al no verse resuelta plenamente, provoca la incitación socrática, a desear –querer- comprometerse en proseguir la búsqueda de la VERDAD sin cesar, aún dentro de nuestro propio Ser. Es sabio quien conoce lo que es la virtud, pero es santo quien es virtuoso. Si para Sócrates no puede hacerse el mal sino por ignorancia, tampoco es posible que un ignorante haga el bien, puesto que saber y virtud se identifican. Para Kant, no se puede actuar en la inmanencia sino desde el punto firme de la trascendencia conociéndonos a sí mism@s –tal como somos y no quisiéramos o creemos Ser-. A pesar de todo, a la libertad colectiva se le ha concedido cambiar un poco las cosas, moderar la violencia del mundo, distribuir los poderes, diferenciarlos, administrar las tendencias a la catástrofe, mejorar las instituciones como formas de alejar el peligro del fanatismo. La forma Kantiana de atajar los males, aspira a que no surja esa inmensa decepción, a lo Sade, que desata la forma extrema de mal, que quiere directamente la nada. Se trata de identificar los males internos –pecado- y de proponer estrategias de contención. El problema es que esas estrategias necesitan de la idea de libertad y ésta necesita una norma que esté por encima de las humillaciones que nos procura su incumplimiento. A fin de cuentas, el método del «como si» de Kant tenía esa virtualidad. Es el viejo averroísmo de la doble verdad, tan kantiano. Sigue jugándose la formación de un sentido común del hombre en el momento de la plena realización de su dimensión cósmica. El Conocimiento TRASCENDENTAL, que está basado en Teoría y Revelación Superlativa de nuestro propio Ser. Conocimiento de adentro –del Ser- hacia fuera –lo demás-. El Conocimiento Trascendental puede ser Esotérico y Exotérico. Exotérico –con equis- es el conocimiento público, el que todo el mundo tiene acceso a él: el vulgar y el intelectual. El conocimiento Esotérico –con ese- es el oculto, solo accesible a los valientes “que no tragan entero”; para los

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