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Sociedad Y Consumo

nidia19102 de Octubre de 2014

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ENSAYO

CONSUMO Y

"SOCIEDAD DE CONSUMO"

Fernando Moreno V. *

No es necesario asumir la perspectiva neo o paramarxista en el

origen de la denuncia de "la sociedad de consumo" —se sostiene

en el presente ensayo— para reconocer que el consumismo es una

deformación que implica una inversión de la justa relación entre el

ser y el tener. Allí donde la exigencia del verdadero desarrollo

humano supone que el tener se ponga al servicio del ser, el

consumismo suplanta el ser por el tener.

Esto, no obstante, no debe llevar a desconocer —advierte el

autor— el carácter natural e indispensable del consumo mismo. A

este respecto, y en los límites de lo instrumental, se señala, debe

afirmarse que el desafío que se le presenta a la mayor parte de la

humanidad es el de consumir suficientemente. El hombre mismo

es un animal racional de consumo.

* Doctor en Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad de Lovaina.

Profesor de la Universidad Gabriela Mistral. Miembro de Número de la Academia

de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile. Miembro del

Consejo Asesor del Centro de Estudios Públicos. De sus numerosas

publicaciones pueden destacarse los libros Iglesia, política y sociedad

(Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile, 1988) y De la fe a la

ideología (Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile, 1989); y entre

sus ensayos más recientes "La economía en la perspectiva de la doctrina social

de la Iglesia", Estudios Públicos, 45 (verano 1992).

200 ESTUDIOS PÚBLICOS

Los problemas del consumismo y de la "sociedad de consumo" han

sido señalados en nuestro tiempo por escritores y políticos neo o

paramarxistas, cuando menos "fronterizos".1

A pesar de todo el sesgo ideológico de la denuncia implícita en esta

consideración del problema, no ha sido difícil reconocer la parte de verdad

que había en ella. Esto, así como la referencia a principios "antiguos" que

integran el patrimonio doctrinal de la Iglesia, se encuentra en la base de la

preocupación y del eco eclesiales que, desde Pablo VI, han venido refiriendo

explícita y críticamente al consumismo y a la "sociedad de consumo". Ya

León XIII, no obstante, había establecido el marco, si no el fundamento de

la crítica eclesial ulterior, cuando en su encíclica Sapientiae Christianae (10

de enero de 1980) afirma que "si una sociedad no persigue ningún otro fin

que la utilidad exterior y los bienes que incrementan el agrado y el gozo de

vida; si ella no da a Dios ningún lugar en el gobierno de los hombres, ni

tiene cuenta de las leyes morales, se separa culpablemente de su fin y de las

prescripciones de la naturaleza. Es, entonces, más un simulacro y una

caricatura de verdadera sociedad que una sociedad y comunidad humanas".2

Es claro que lo que León XIII cuestiona no es la disposición y el uso

de los bienes materiales sino su prosecución exclusiva, que lleva a excluir a

Dios mismo de la sociedad. No siendo los bienes materiales el fin último

del hombre sino un medio para él (o para otros fines intermediarios), la

constatación empírica de que "mientras más progresa el bienestar físico más

se acentúa la decadencia de los bienes del alma",3 no puede dejar indiferente

a la Iglesia, por mucho que, por otro lado, y sin contradicción ninguna, ella

exhorta a facilitar o a procurar el uso por parte de todos, y proporcionadamente,

de los bienes que directa o indirectamente Dios da a los hombres.

Sin que la expresión haya sido utilizada por León XIII,4 lo que está

aquí en cuestión es que el tener (o tener más) no se lleve a cabo a costas del

ser (o ser más) sino para él. Si "tener más" es "necesario para permitir al

hombre ser más hombre, aquello lo encierra como en una prisión del

momento que se convierte en el bien supremo que impide mirar más allá",

dirá luego Pablo VI, como haciendo eco al juicio Leonino.5 El hombre,

1 Véase, por ejemplo, Henri Lefebvre, La vie quotídienne dans le monde

moderne (París: Gallimard).

2Citada en Patrick de Laubies, La pensée saciale de l'Eglise Catholique

(París: Albatros, 1980), p. 31.

3Ibídem.

4 Lo será por Pablo VI, por primera vez en el magisterio eclesial.

5Populorum progressio (26 de marzo de 1967), Nº 19. Véase también

Nº 6 de la misma encíclica.

CONSUMO Y "SOCIEDAD DE CONSUMO" 201

"¿no se hace entonces esclavo de los objetos que produce?".6 El que los

bienes superiores no deban ser sacrificados en aras de los bienes inferiores

no implica que estos últimos sean de suyo desdeñables; al revés: son

propiamente bienes, y como tales legítimamente deseables. Pero el hombre

mismo (en su "corazón", podríamos decir en términos bíblicos) no debe

dejarse como arrastrar por ellos.

Aquí la conversión a los bienes externos es, al mismo tiempo,

aversión de Dios, como ya vio San Agustín; por ello, "ansiando ser más, el

hombre llega a ser menos".7

Con el Segundo Concilio Vaticano, Juan Pablo II dirá que "no es

posible limitarse a tener más, hay que ser más".8 Y, aludiendo luego a la

"civilización consumística", es decir, a aquella "que consiste en un cierto

exceso de bienes necesarios al hombre, y a las sociedades enteras", afirmará

que "el hombre no puede renunciar a sí mismo, ni al puesto que le es

propio en el mundo visible; no puede hacerse esclavo de las cosas, de los

sistemas económicos, de la producción y de sus propios productos".

Y es que "una civilización con perfil puramente materialista, condena

al hombre a tal esclavitud; por más que tal vez (...) esto suceda contra las

intenciones y las premisas de sus pioneros".9

Es indudable que para Juan Pablo II "hay naciones que dan excesiva

importancia al crecimiento económico y a la posesión de los bienes

materiales, descuidando las cosas del espíritu".10 Pero, como recuerda el

Papa actual con el Concilio último, una vez más, "el hombre vale más por

lo que es que por lo que tiene".11 El "tener", sin ser de suyo antinómico con

el "ser", debe prestarse para el desarrollo y perfección de cada sujeto

personal. "El mal no consiste en el 'tener' como tal, sino en el poseer que

no respeta la calidad y la ordenada jerarquía de los bienes que se tienen".12

La importancia de este juicio pontificio, dado en Sollicitude rei socialis,

nos parece proporcional a la denuncia crítica del más reciente magisterio

eclesial,13 la cual adquiere, en la misma encíclica, como paradoja, una

Octogésima adveniens (14 de mayo de 1971), Nº 9.

Civitas del, XIV, 13.

Discurso de Puebla (28 de enero de 1979), DI, 4, y, Gaudium et spes, 35.

Véase, también, Redemptor hominis (4 de marzo de 1979), Nº 16.

Redemptor hominis, 16.

Homilía en Limerick (Irlanda, 1 de octubre de 1979), 3. Hay aquí

también un eco al juicio de León XIII, antes referido.

Laborem exercens (14 de septiembre de 1981), Nº 26, y, Gaudium et

spes. 35.

Sollicitudo rei socialis (30 de diciembre de 1987), Nº 28.

Desde 1965 adelante.

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202 ESTUDIOS PÚBLICOS

radicalidad inusitada en relación al problema. En relación a lo que la

encíclica en cuestión designa como "superdesarrollo", se afirma que éste

"consiste en la excesiva disponibilidad de toda clase de bienes materiales

para algunas categorías sociales", lo cual "fácilmente hace a los hombres

esclavos de la 'posesión' y del goce inmediato, sin otro horizonte que la

multiplicación o la continua sustitución de los objetos que se poseen por

otros todavía más perfectos". "Es —se dice— la llamada civilización del

'consumo' o consumismo, que comporta tantos 'desechos' o 'basuras'. Un

objeto poseído —prosigue la encíclica—, y ya superado por otro más perfecto,

es descartado simplemente, sin tener en cuenta su posible valor permanente

para uno mismo o para otro ser humano más pobre. Todos somos

testigos de los tristes efectos de esta ciega sumisión al mero consumo: en

primer término, una forma de materialismo craso, y al mismo tiempo una

radical insatisfacción, porque se comprende rápidamente que — si no se está

prevenido contra la inundación de mensajes publicitarios y la oferta

tentadora de productos— cuanto más se posee, más se desea, mientras las

aspiraciones más profundas quedan sin satisfacer, quizás incluso sofocadas".

14 Todo esto es tanto más grave cuando el "tener de algunos" se hace a

"expensas del 'ser' de tantos otros",15 aun si, en este caso,

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