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Literatura


Enviado por   •  9 de Mayo de 2014  •  2.246 Palabras (9 Páginas)  •  182 Visitas

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LITERATURA HISPANOAMERICANA Literatura de los pueblos de México, Centroamérica, Sudamérica y el Caribe cuya lengua madre es el español. Su historia, que comenzó durante el siglo XVI, en la época de los conquistadores, se puede dividir a grandes rasgos en cuatro periodos. Durante el periodo colonial fue un simple apéndice de las literaturas, pero con los movimientos de independencia que tuvieron lugar a comienzos del siglo XIX, entró en un segundo periodo dominado por temas patrióticos. Sin embargo, durante la etapa de consolidación nacional que siguió al periodo anterior, experimentó un enorme auge, hasta que alcanzó su madurez a partir de la década de 1910, llegando a ocupar un significativo lugar dentro de la literatura universal. La producción literaria de los países latinoamericanos forma un conjunto armónico, a pesar de las diferencias y rasgos propios de cada país. Para la literatura latinoamericana en portugués.

Periodo colonial

Las primeras obras de la literatura latinoamericana pertenecen tanto a la tradición literaria española como a la de sus colonias de ultramar. Así, los primeros escritores americanos —como el soldado y poeta español Alonso de Ercilla y Zúñiga, creador de La Araucana (1569-1589), una épica acerca de la conquista del pueblo araucano de Chile por parte de los españoles— no habían nacido en el Nuevo Mundo.

Las guerras y la cristianización del recién descubierto continente no crearon un clima propicio para el cultivo de la poesía lírica y la narrativa, por lo cual la literatura latinoamericana del siglo XVI sobresale principalmente por sus obras didácticas en prosa y por las crónicas. Especialmente destacadas en este terreno resultan la Verdadera historia de la conquista de la Nueva España (1632), escrita por el conquistador e historiador español Bernal Díaz del Castillo, lugarteniente del explorador también español Hernán Cortés, y la historia en dos partes de los incas de Perú y de la conquista española de este país,Comentarios reales (1609 y 1617), del historiador peruano Garcilaso de la Vega, el Inca. Las primeras obras teatrales escritas en Latinoamérica, como Representación del fin del mundo(1533), sirvieron como vehículo literario para la conversión de los nativos.

El espíritu del renacimiento español, así como un exacerbado fervor religioso, resulta evidente en los textos de comienzos del periodo colonial, en el que los más importantes difusores de la cultura eran los religiosos, entre los se encuentran el misionero e historiador dominico Bartolomé de Las Casas, que vivió en Santo Domingo y en otras colonias del Caribe; el autor teatral Hernán González de Eslava, que trabajó en México, y el poeta épico peruano Diego de Hojeda.

México (actualmente Ciudad de México) y Lima, las capitales de los virreinatos de Nueva España y Perú, respectivamente, se convirtieron en los centros de toda la actividad intelectual del siglo XVII, y la vida en ellas, una espléndida réplica de la de España, se impregnó de erudición, ceremonia y artificialidad. Los criollos superaron a menudo a los españoles en cuanto a la asimilación del estilo barroco predominante en Europa. Esta aceptación quedó de manifiesto, en el terreno de la literatura, por la popularidad de las obras del dramaturgo español Pedro Calderón de la Barca y las del poeta, también español, Luis de Góngora, así como en la producción literaria local. El más destacado de los poetas del siglo XVII en Latinoamérica fue la monja mexicana Juana Inés de la Cruz, que escribió obras de teatro en verso, de carácter tanto religioso —por ejemplo, El divino narciso (1688)— como profano. Escribió asimismo poemas en defensa de las mujeres y obras autobiográficas en prosa acerca de sus variados intereses. La mezcla de sátira y realidad que dominaba la literatura española llegó también al Nuevo Mundo, y allí aparecieron, entre otras obras, la colección satírica Diente del Parnaso, del poeta peruano Juan del Valle Caviedes, y la novela Infortunios de Alonso Ramírez(1690), del humanista y poeta mexicano Carlos Sigüenza y Góngora.

En España, la dinastía Borbón sustituyó a la Habsburgo a comienzos del siglo XVIII. Este acontecimiento abrió las colonias, con o sin sanción oficial, a las influencias procedentes de Francia, influencias que quedaron de manifiesto en la amplia aceptación del neoclasicismo francés y, durante la última parte del siglo, en la extensión de las doctrinas de la ilustración. Así, el dramaturgo peruano Peralta Barnuevo adaptó obras teatrales francesas, mientras que otros escritores, como el ecuatoriano Francisco Eugenio de Santa Cruz y el colombiano Antonio Nariño, contribuyeron a la difusión de las ideas revolucionarias francesas hacia finales del siglo.

Durante esta segunda época, surgieron nuevos centros literarios. Quito en Ecuador, Bogotá en Colombia y Caracas en Venezuela, en el norte del continente, y, más adelante, Buenos Aires, en el sur, comenzaron a superar a las antiguas capitales de los virreinatos como centros de cultura y creación y edición literarias. Los contactos con el mundo de habla no hispana se hicieron cada vez más frecuentes y el monopolio intelectual de España comenzó a decaer.

El periodo de independencia

El periodo de la lucha por la independencia ocasionó un denso flujo de escritos patrióticos, especialmente en el terreno de la poesía. La narrativa, censurada hasta el momento por la corona de España, comenzó a cultivarse y, en 1816, apareció la primera novela escrita en Latinoamérica —Periquillo sarniento, del escritor y periodista mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi. En ella, las aventuras de su protagonista enmarcan numerosas vistas panorámicas de la vida colonial, que contienen veladas críticas a la sociedad. La literatura y la política estuvieron íntimamente relacionadas durante este periodo en que los escritores asumieron actitudes similares a las de los tribunos republicanos de la antigua Roma. Desde sus inicios dan claras muestras de su preocupación por destacar los aspectos costumbristas de la realidad así como de su interés por los problemas de la crítica social y moral. El poeta y cabecilla político ecuatoriano José Joaquín Olmedo alabó al líder revolucionario Simón Bolívar en su poema `Victoria de Junín' (1825), mientras que el poeta, crítico y erudito venezolano Andrés Bello ensalzó la agricultura tropical en su poema Silva (1826), similar a la poesía bucólica del poeta clásico romano Virgilio. El poeta cubano José María Heredia se anticipó al romanticismo en poemas como Al Niágara (1824), escrito durante su exilio en los Estados Unidos. Hacia ese mismo año, en el sur, comenzó a surgir una poesía popular anónima, de naturaleza política, entre los

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