Los Heroes Nacen En Cualquier Lado
tonyfasio11 de Febrero de 2013
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Los héroes nacen en cualquier patria, no escogen ni el lugar, ni a sus padres, ni el contexto socioeconómico, tampoco el tiempo en el que habrán de realizar sus hazañas. Las circunstancias los colocan en el momento preciso para llevarlas a cabo. Mientras tanto son seres comunes: aprenden, sueñan, trabajan, viven, cometen errores, se equivocan. Antes de que llegue su hora, se preparan y escuchan sus voces internas, revisan sus posibilidades, miran a los hombres y mujeres que los rodean y viven pequeñas y grandes historias, también se dejan llevar por sus pasiones.
Francisco no escogió a sus padres, nació en una familia acomodada de ricos hacendados, en un pueblo tranquilo, de buena tierra, al norte de la República Mexicana. Hasta los doce años salió de Parras para ir a estudiar a Saltillo, al colegio jesuita de San Juan. En su infancia conoció a los campesinos pobres; hombres de guarache siempre muertos de hambre, supo de la desigualdad y la injusticia oyendo sus voces, las voces de los niños y niñas que veían morir de cansancio a sus padres y a sus madres. Vio a los jóvenes que veían pasar su juventud agachados sobre las vides de su hacienda, o cortando el blanco capullo del algodón, envejecidos antes de tiempo. Mientras que otros como él, que nació en cuna de seda, iban a buenas escuelas, jamás tocaban la tierra. Nadie escoge en dónde nace, pero el perfil de un hombre, se dibuja desde su infancia, a través de sus vivencias y de sus experiencias.
Francisco I. Madero nació en la Ciudad de Parras de la Fuente, Coahuila, el día treinta de octubre de 1873. Fue registrado por su padre Don Francisco Madero; entonces de veinticuatro años, casado con Doña Merced González, hombre dedicado a la agricultura, y vecino de la Hacienda de Rosario. Francisco fue hijo legítimo suyo y de su esposa, cosa importante en su época y como era la costumbre y las condiciones de entonces, nació en su casa. Su madre, Doña Merced, tenía entonces diecinueve años de edad, y provenía de una de las familias fundadoras de la ciudad de Monterrey.
Su padre lo registró como Francisco Ygnacio Madero, el veintisiete de enero de 1984. En el acta se cita a sus abuelos paternos: Don Evaristo Madero y Doña Rafaela Hernández, ya fallecida, y a sus abuelos maternos, Don Francisco González Prieta y Doña Pilar Treviño. El padre de Francisco llevó como testigos al Registro Civil a su hermano político, el Doctor Melchor Villarreal, de treinta años, casado, y a Octaviano Ramos de veintitrés, soltero, comerciante, sin ningún parentesco; por la edad debió tratarse de algún buen amigo.
El Acta de Nacimiento está firmada por el Juez Manuel Arsave, así como por el padre y los testigos. Así consta en el Acta del Registro Civil de Parras de la Fuente, Coahuila, del año 1874, foja número 2, frente y vuelta.
En su Fe de Bautismo, está escrito en el margen superior, a la izquierda el año 1874 y al centro el mes, Enero. Sobre el margen izquierdo, en la parte superior, dos números: 1,295, y debajo de éste, otro que apenas se distingue 1178, a mitad del margen, el nombre Francisco Ygnacio subrayado y casi al final, la palabra Rosario también subrayada. En esta Fe de Bautismo, consta que en la “Yglesia Parroquial de la Ciudad de Santa María de Parras…” “el Reverendo Padre Fray Jacinto Silva teniente de Cura…” “bautizó solemnemente, puso el Santo Óleo y Sagrado Crisma, a un niño nacido en el Rosario, a 30 de octubre”, no cita el año de nacimiento. “lo llamó Francisco, Ygnacio, hijo legítimo de Don Francisco Madero y Doña Merced González: fueron sus abuelos paternos, Don Evaristo Madero y Doña Rafaela Hernández; los maternos, Don Francisco González y Doña María del Pilar Treviño y sus padrinos, Don Evaristo Madero y Doña Manuela Farías…”. Firman la Fe de Bautismo, Feliciano Corona y F. Jacinto Silva.
En la Fe de Bautismo se aprecia un error al anotar el año, ya que de puño y letra de Feliciano Corona, se escribe en la misma que fue bautizado “a primero de Enero, año del Señor mil ochocientos setenta y tres”, es decir diez meses antes de que naciera. También se aprecia la palabra iglesia escrita con “Y”, lo cual es indicio de que esa era la costumbre en aquella época para estas palabras, aunque también pudo tratarse de un error de ortografía, tanto en el Acta de Nacimiento como en la Fe de Bautismo.
Nadie, ni los héroes escogen su nombre, pero una vez dado se vive para honrar el nombre y el apellido. Tal vez los héroes debieran nacer sin patria y sin nombre y que fueran ellos quienes decidieran cómo llamarse y en dónde llevar a cabo sus hazañas, así, sólo honrarían sus acciones.
El nombre de una persona se carga de significados que nos llevan a vivir de acuerdo a los mismos. Para unos es como una bendición adicional, para otros es como una cruz que hay que cargar toda la vida. En la guerrilla, en los movimientos armados, los hombres cambian su nombre para no ser reconocidos, para proteger a sus familias; tal vez escogen aquel que hubieran querido tener, “Pancho Villa” era para él, tal vez mejor que Doroteo Arango. Francisco I. Madero era tal vez más cómodo que Francisco Y. Madero. El 15 de julio de 1905, firma como Francisco Y. Madero, la solicitud dirigida al presidente municipal de Saltillo, Lic. Praxedis de la Peña Flores, para que autorizara la fundación de un partido político en la capital del Estado. Solicitud escrita con su puño y letra y firmada además por el Dr. José María Rodríguez. La mayoría de mi generación crecimos honrándolo, creyendo que se llamaba Indalecio.
El joven Madero viaja a Estados Unidos a continuar sus estudios, de ahí visita diversos lugares de Europa, estudia Comercio en Francia y regresa imbuido por los anhelos de democracia que conoció en aquellas tierras. La Revolución Francesa lo impregna de los ideales de libertad, fraternidad e igualdad.
El hombre noble, formado en el aprecio por los valores universales y una comprensión del significado de la democracia, toma conciencia de que apenas tenía cuatro años cuando Don Porfirio Díaz, asume la presidencia de la República en 1877 y que a treinta años, el mismo hombre sigue en el poder.
Sostenido en una Pax porfiriana que le concedía un destello de gran gobernante, Díaz logra avances en las comunicaciones: ferrocarril, telefonía, comercio…, pero a costa de entregar el país a los intereses estadounidenses, ingleses y franceses. La dictadura de Díaz, estaba basada en la opresión, la represión, la inmoralidad y la corrupción, entregando a los extranjeros el petróleo, la industria textil, la electricidad, el transporte; así han sido todas las dictaduras en el mundo. En Latinoamérica los dictadores han subyugado a sus pueblos hasta la ignominia.
Indudablemente que la familia de Madero, era una de las beneficiadas. Por eso ¿Cómo surge en la mente de Ignacio la idea de escribir un libro? ¿De dónde viene la idea del sufragio efectivo y la no reelección? ¿Qué pasó por la mente del rico hacendado? ¿Quería acaso llegar al poder, en manos siempre de la élite del viejo y enfermo dictador? O, llegó acaso el momento del héroe, la circunstancia que lo habría de llevar a manifestar su capacidad heroica.
En este hombre puede haberse conjuntado todo esto. Los héroes son hombres y por lo tanto humanos y también buscan el poder y la gloria. A veces, al principio de sus hazañas no saben a dónde va su vida, cuál es su camino y cómo podrán lograr bienestar y mejores condiciones de vida para todos aquellos esperanzados que los siguen. El héroe es el hombre a quien los demás reconocen, porque muchas veces antes de que él, se descubra a sí mismo como tal, los demás ya lo han hecho. Para el pueblo el héroe representa la fortaleza, el valor y la decisión de luchar hasta lograr sus propósitos, no importa que ante esto se atraviese la muerte.
La idea de apóstol de la democracia, no debe haberle pasado nunca por la mente. Fueron aquellos que defendían al dictador, la reelección del tirano, quienes en tono de burla, de escarnio, lo llamaron apóstol. Sin embargo la historia, que revisa las hazañas de los héroes, encuentra las palabras para nombrarlos. Apóstol de la democracia, se convirtió en el nombre que le da significado a la lucha de Madero. A los 35 años ya tiene la visión de una nación democrática, la defensa del voto y las elecciones como forma de gobierno representativo.
En octubre del 2008, se celebraron cien años de la publicación del libro que prepara a la gente y despierta el alma de la nación, “La Sucesión Presidencial en 1910”. Este libro recorre la República, moviendo la conciencia de los hombres y mujeres cultos, de media clase, y también de los incultos, como lo era la gran mayoría del pueblo. Su propuesta se encamina a la democracia, a la elección de un nuevo gobierno bajo el lema de “sufragio efectivo, no reelección”, la esperanza de acabar con la dictadura que se prolongaba ya por treinta años llega a todos los rincones de la Patria. Su propuesta era restaurar la democracia, al amparo de la Constitución de 1857.
El hombre había iniciado su transformación, el hombre común se acerca cada vez más al héroe. Escribir un libro no es tarea fácil y menos cuando lo que se dice en él, va en contra de todo lo establecido, con todo el poder del estado en su contra. Sin embargo Madero lo escribe, lo publica, lo presenta al pueblo. El dictador lo prohíbe, Madero como muchos otros acepta las consecuencias de lo que ha escrito. Para bien
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