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Los grupos de poder en México: recomposiciones y alianzas.


Enviado por   •  16 de Agosto de 2017  •  Apuntes  •  4.474 Palabras (18 Páginas)  •  268 Visitas

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Los grupos de poder en México: recomposiciones y alianzas.

El paradigma dominante para explicar al sistema político mexicano ha partido de la percepción de la omnipotencia presidencial. La señal aparente más importante es la capacidad de nombrar al sucesor, lo cual, aún cuando hay diferentes interpretaciones, la más lúcida parece ser la de José López Portillo, cuando sostuvo que el presidente es el fiel de la balanza, reafirma, que frente a la serie de factores que intervienen en la sucesión del poder presidencial, el jefe del poder ejecutivo tiene preponderancia, ya que el es quién a final de cuentas tiene la última palabra, es el gran decisor. Este paradigma reconoce que el poder decisorio se basa en la encomienda histórica de asegurar la continuidad de un proyecto nacional que emanó "míticamente" de la revolución mexicana, y cuya viabilidad ha sido garantizada porque le da cabida a proyectos divergentes ideológicamente, que no obstante las diferencias, se acomodan bajo el principio de la ideología de la Revolución Mexicana. Así parece no haber contradicción entre la continuidad revolucionaria y ciertos proyectos específicos, que pueden contraponerse a ideas dominantes en otras épocas y hasta ir en contra de lo que se pensaría son los fundamentos doctrinarios básicos. Podría ser el caso del cambio al artículo 27 constitucional o la modificación de las prioridades del gasto público, donde por ejemplo, en el caso de Carlos Salinas, obstante quitarle importancia al gasto social3 se sostenía que se realizaría la revolución dentro de la revolución. En los regímenes de la revolución mexicana han tenido cabida los distintos grupos dominantes dentro del PRI y sus orientaciones ideológicas, y han convivido con una armonía poco usual en la política. Aunque no es el propósito de este ensayo analizar el desempeño histórico del PRI,4 déjese dicho que una de sus virtudes históricas fue el contener en su interior proyectos político-ideológicos que se oponían, con lo cual se funcionalizaba la heterogeneidad y el conflicto se usaba para fortalecer al sistema político, porque el conflicto se desarrollaba dentro de las instituciones y su solución se sometía al arbitrio máximo que todos aceptaban: la voluntad presidencial que velaba por la reproducción del sistema. Un elemento adicional en el paradigma es el control. El gobierno ve como una tarea fundamental el control, para lo cual crea instituciones y dinámicas que finalmente buscan someter al todo societario a la lógica de reproducción del sistema, y ésta corre a través del presidencialismo. No obstante la preponderancia presidencial, sería un error asumir que el presidente maneja el sistema político caprichosamente, o bien, que lo hace aislado imponiendo su voluntad. Hemos encontrado que uno de los soportes del poder presidencial es una red de poder cuya solidez le ha permitido controlar los procesos fundamentales de la política. En nuestro análisis sobre la red de poder mexicana (Gil y Schmidt 1999) desarrollamos dos índices para medir la centralidad de los actores políticos, considerando a ésta como el número de conexiones que tiene un actor político. Quien más conexiones tiene cuenta con una mayor disponibilidad de recursos y una mayor posibilidad de movilización política y por lo tanto tiene una posición central. El In mide la centralidad de un actor específico y para complementarlo, desarrollamos un índice (el Ic) que mide la centralidad de los cliques.5 Encontramos dos medidas interesantes en el devenir histórico de las últimas décadas: 1) El In de los presidentes posteriores a los 70, entre los que se encuentra la segunda y tercera generación de políticos de los regímenes postrevolucionarios, muestra una reducción importante en los valores de centralidad (ver tabla 1). Tal vez lo sorprendente de este dato es que uno hubiera esperado que frente al crecimiento del aparato del Estado, incluido el alargamiento del sector paraestatal de la economía, se podría esperar que los contactos presidenciales fueran muchos y su valor de centralidad fuera muy amplio, sin embargo el adelgazamiento del índice sugiere que la expansión del aparato no necesariamente implica que el número de "los hombres del presidente" vaya en aumento, por lo que las conexiones de este al parecer se han ido reduciendo, lo que puede implicar un debilitamiento del grupo que llega al poder, esto parece confirmarse analizando el comportamiento de los cliques. La debilidad en el In de los presidentes no implica necesariamente un debilitamiento del gobierno, porque aún cuando el presidente vaya aislando al grupo gobernante, el sistema político mexicano todavía garantiza la prevalencia de los valores políticos: disciplina y lealtad. Sin embargo, esta debilidad también explica la gran escisión en el PRI en 1987, la que si bien fue dolorosa para el partido, no fracturó al sistema político mexicano. Paradójicamente, el conflicto en el PRI no detuvo el avance democrático en el país y posiblemente hasta lo impulsó. 2) Conforme nos vamos alejando de la coyuntura revolucionaria y entramos a la tercera generación de políticos, se va dando una transformación importante en los cliques. El Ic también tiende a decrecer. El número de cliques es menor y su valor es menor (ver tabla 2). La reducción en el número de cliques y la reducción de los miembros en los cliques, refuerza la idea de que los grupos políticos pueden ser más chicos y estar menos conectados con otros cliques, aunque tengan una elevada conectividad entre sí. Esto genera debilidad sistémica. Sin el afán de establecer correlaciones tajantes, es interesante notar que cuando se presenta este fenómeno de adelgazamiento en los cliques y reducción de valores de centralidad en los nodos, se agudizan los problemas de la política mexicana, entre los que destacan el rompimiento en el PRI en 1988 y los crímenes políticos, para llegar en 1994 al derrumbe de la economía nacional, que en gran medida respondió a la inestabilidad política.6 Históricamente se presenta la paradoja de tener presidentes con un gran poder burocrático pero un sistemático debilitamiento sistémico, al grado de poder controlar cada vez con mayor dificultad sucesos cruciales como la sucesión presidencial o el consenso. El caso de Salinas puede ser aleccionador, porque mientras por un lado tiene la capacidad de realizar grandes cambios, como sus reformas constitucionales (Artículo 27) y el acercamiento a Estados Unidos que culmina con el Tratado de Libre Comercio, por el otro lado, tanto la sucesión presidencial se le derrumba al ser asesinado su candidato y se le descompone el futuro cuando cae abatido el secretario general del PRI José Francisco Ruiz Massieu, hasta salir perjudicado por el rompimiento de las reglas no escritas de la política mexicana, que llevó a su hermano a la cárcel, con lo cual Salinas tiene que comprometer su capital político y luchar por defender a la familia. El caso de Ernesto Zedillo muestra que, si bien logra una votación record y establece un gobierno de neoliberales relativamente homogéneo, tiene dificultades crecientes no solamente para contar con consenso, sino hasta para lograr que se aprueben leyes, al grado que el Congreso -que históricamente era sumiso al poder presidencial- termina por negarle el permiso para viajar al extranjero7 y le rechaza el presupuesto. Uno hasta podría sugerir que el viejo arreglo que había construido una red poderosa y cohesionada, estaba teniendo problemas. La bifurcación de la red La red de poder mexicana empieza a consolidarse al término de la revolución mexicana sobre la base de los principios revolucionarios. Los líderes de la gesta política empiezan a crear grupos que parten de la experiencia militar y evolucionan hacia la consolidación de un gobierno y de un proyecto cuyo propósito es cambiar la fisonomía política nacional y posteriormente preservar el sistema construido. La fuerte competencia por el poder entre líderes revolucionarios, destacando los que contaban con ejércitos y tenían, posiciones políticas,8 evoluciona hasta producir una red relativamente homogénea, porque había que proteger al poder. Paradójicamente, el punto de inflexión fue el asesinato político (Obregón), porque a partir de él se crean instituciones políticas y se empieza a desarrollar una nueva cultura política. Hacia los cuarenta se inicia la bifurcación en la red, separándose lo que hemos denominado los políticos y los financieros,9 ambos defendiendo funciones sistémicas, mientras simultáneamente compiten por el poder, aunque siempre en el marco de la red y bajo los grandes principios/valores que la rigen: lealtad y disciplina. Dentro de la red se premia, fuera de esta no hay recompensas. Posiblemente, a la distancia sería válido decir que tarde o temprano la red tendría que romperse, porque la divergencia ideológica terminaría por convertirse en irreconciliable, aunque es menester preguntarse, ¿qué fue lo que sucedió en la red para que se desvanecieran los controles que ayudaron a contener a la oposición política que le dio funcionalidad durante varias décadas? En 1988 se registra uno de los desprendimientos más importantes dentro del PRI, que arrancó como una exigencia por la democratización que incluía la no intervención presidencial en la nominación del candidato presidencial (lo que era una herejía), aunque en el fondo representaba la lucha entre dos grupos por el poder, que finalmente implicó un rompimiento casi definitivo entre las dos subredes. Exigir que el presidente dejara de intervenir en la nominación del candidato a la presidencia como exigía la Corriente Democrática del PRI, equivalía a despojarlo de su capacidad de fiel de la balanza y en consecuencia modificar las pautas de funcionamiento del sistema político, aspecto para el que ni el PRI ni la red de poder estaban preparados, entre otras cosas, porque modificar de golpe las reglas de funcionamiento -escritas y no escritas- del sistema no puede hacerse súbitamente sin enfrentar el riesgo de una fuerte inestabilidad.10 Este rompimiento impactó tanto al PRI como al sistema político en general, pero por lo que toca al peso sistémico de la red, ésta proveyó al candidato oficial (financiero) y al de oposición (político) y entre ambos lograron más del 60% de los votos. El candidato perdedor mantuvo la lealtad sistémica, lo que puede explicar el rumorado rechazo de Cuauhtémoc Cárdenas a liderar un movimiento radical de protesta que no falta quien sugiera llegó a niveles de oferta de levantamiento armado. Queda una duda sobre el peso de Cárdenas en el sistema político en general y sobre el impacto de su salida del partido, sobre la capacidad del PRI de retener el poder. Cuando analizamos los valores In de los actores políticos, destacaban los bajos valores de Cuauhtémoc Cárdenas y Miguel Alemán Velasco, que eran muy cercanos a cero. Decidimos excluir a ambos y correr el programa para ver como se distribuían los valores, y para nuestra sorpresa, no hubo prácticamente ningún cambio en la distribución de valores. Luego entonces si Cárdenas no rompió a la red, lo relevante de su salida del partido fue la articulación de otra serie de redes, hasta entonces excluidas del poder, dentro de un mismo proyecto político. Esto, entre otros factores, puede explicar el cambio en la concentración de poder que se manifestó en la perdida de la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, mientras que el PRI ganaba la presidencia una vez más.

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