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MARIA ANTONIETA DE FRANCIA EN EL SIGLOS XVIII


Enviado por   •  30 de Junio de 2022  •  Biografías  •  1.569 Palabras (7 Páginas)  •  89 Visitas

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MARIA ANTONIETA

María Antonieta princesa archiduquesa de Austria y reina consorte de Francia y de Navarra, quien es recordada por la historia como una Reina frívola que desatendió sus deberes al trono, también se reconoce como una mujer a quien le toco asumir un cargo político bastante importante para esta época en Francia a una edad bastante prematura, aún era una adolescente, su matrimonio con el Delfín Luis Augusto quien luego se convertiría en  el Rey Luis XVI, fue arreglado por su madre María Teresa I emperatriz de Austria, para apaciguar conflictos entre los dos territorios.  

El nombre de la archiduquesa se asoció con la declinación de la autoridad moral de la monarquía francesa. Durante su reinado, la pareja atravesaría periodos turbios que llegarían a influir en la inconformidad del pueblo y el surgimiento de la Revolución Francesa.

Hay quienes definen que su vida se convirtió en diversión, bailes y fiestas; comenzó luego a acumular más y más diamantes e incluso volverse adicta a los juegos de naipes. Ella también fue recordada por su pasión en la moda tenía ropa muy fabulosa de la época, y pelucas bastante excéntricas.

Tras el aumento en la población francesa, el pueblo moría de hambre, durante este periodo turbulento, María Antonieta que vivía de manera extravagante y se rumoraba que animaba a su esposo a resistirse a las reformas siendo catalogada como una consejera “influyente y peligrosa”; ganándose gradualmente el desprecio del pueblo y convirtiéndose en el principal objetivo de los luchadores sociales. Detestada por la gente, fue acusada de decir la conocida frase “Qu’ils mangent de la brioche”, ante el pueblo que solicitaba harina y trigo para preparar pan y alimentarse, mientras ella utilizaba harina para empolvar sus pelucas, otros dicen que en realidad ella nunca mencionó esta famosa frase.  [pic 1]

La inconformidad y revueltas sociales incrementaron, orillando a la familia real a intentar escapar a Austria en 1791 disfrazados de una familia aristócrata rusa, este intento de fuga, no hizo más que empeorar el panorama para la familia real. Donde fueron capturados por fuerzas revolucionarias y llevados de regreso a París donde fue acusada de conspirar contra Francia y de promover intrigas de toda especie, de satisfacer sus caprichos desmesurados arruinando las finanzas del país e incluso de haber mantenido una relación incestuosa con su hijo Luis Carlos.

Antes de ser trasladada para ser presentada ante el Tribunal Revolucionario sabe que ha llegado la hora y se despide con serenidad de su hija María Teresa, de 14 años, y de su cuñada la princesa Isabel a quien confía el cuidado de sus pequeños. No le permitieron, en cambio, despedirse de su hijo Luis Carlos.

El Tribunal Revolucionario dictó sentencia y Maria Antonieta fue declarada culpable y condenada a muerte por traición en la guillotina. Se la responsabilizaba de promover todo tipo de conspiraciones, satisfacer sus caprichos, arruinar las finanzas del país y haber mantenido una relación incestuosa con su hijo Luis Carlos el delfín de Francia, como fue mencionado anteriormente. Se encontraba recluida en la Torre del Temple a la Conciergerie, una antigua fortaleza convertida en prisión de la República, desde agosto de ese mismo año.

Cuando el Tribunal Revolucionario le leyó la sentencia ella solo acertó a decir: «Yo era una reina y tú me quitaste mi corona. Mataste a mi esposo y me has privado de mis hijos. Solo me queda mi sangre: tómala, pero no me hagas sufrir más tiempo». En ese momento iba vestida con un sencillo y desgastado vestido negro. Estaba delgada, pálida y con un aspecto cadavérico. La historia cuenta que su cabello, por la conmoción de haber recibido la sentencia de muerte, se tornaría blanco de la noche a la mañana. [pic 2]

Alguien describió ese momento para ella como «De ser una de las princesas más bellas y afortunadas del continente, pasaría a ser declarada culpable de traición y morir en la guillotina antes de cumplir los cuarenta años».

Al llegar a su nueva cárcel, el guardián la inscribió como la prisionera número 280. Después la condujo a su celda sin decirle más. Esa fue su última morada antes de ser guillotinada tres meses después. Era una mazmorra sucia y llena de moho donde tenía que soportar temperaturas muy bajas. Todo ello sin que le permitieran ver a nadie de su familia.  Pasaba las horas tumbada, tapada con una manta y con la mirada perdida.  

En su última carta antes de subir al cadalso le escribió a su cuñada, la princesa Isabel: «Me acaban de condenar, no a una muerte honrosa, que solo lo es tal para los criminales, sino a que me reúna con vuestro hermano, el Rey. Al igual que él, soy inocente, y espero poder mostrar la misma firmeza que él en los últimos instantes. Me siento tranquila como cuando la conciencia nada os puede reprochar. Me embarga un profundo pesar por tener que abandonar a mis pobres criaturas». Cuando terminó el escrito, besó cada página varias veces. Luego la dobló y se la dio al director de la prisión, Warden Bault. El gendarme que montaba guardia fuera de la celda había observado este hecho y se la confiscó al alcaide. Isabel, por lo tanto, nunca recibiría el último testamento de la Reina. [pic 3]

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