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“Manuel Chili Caspicara, Breve reseña de su Vida y Obra.”

Velp VelpReseña10 de Enero de 2017

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE LOJA

ÁREA DE LA EDUCACIÓN, EL ARTE Y LA COMUNICACIÓN

CARRERA DE ARTES PLÁSTICAS

HISTORIA DEL ARTE

TÍTULO:

Manuel Chili Caspicara, Breve reseña de su Vida y Obra.

AUTOR: Víctor Efrén Lima Poma

DOCENTE: Lic. Enrique Paniagua

Loja-Ecuador

2015

  1. RESEÑA

Las manifestaciones artísticas en América Latina se dieron a partir de la misión evangelizadora iniciada por los conquistadores españoles, una vez que estos, descubrieron el nuevo continente. La transferencia del conocimiento artístico se dio desde Europa, que se vieron adaptados a la realidad y cultura del nuevo continente; abarcando campos como la arquitectura, escultura y pintura. A partir de aquí se desarrolló un proceso de mixtura entre elementos de ambas sociedades, de esta manera se dio el paso a entes que se encargarían de adiestrar e implementar talleres artesanales, en donde se empezaría con la producción de imágenes religiosas destinadas principalmente al culto. Similarmente, llegaron a América figuras como el Flamenco Pereyns, Angelino Medoro, Mateo Pérez de Alesio y Bernardo Bitti encargado de incorporar técnicas y propuestas formales propias del manierismo, que para ese momento ya transcurría en un declive.

El siglo XVII y el XVIII se vieron marcados marcados por profundos cambios sociales que incidirían también en la producción artística. El mestizaje y la presencia del esclavo negro hicieron que las estructuras estamentales de la sociedad colonial, provocando un aumento en la mano de obra indígena. La concordancia de la cultura europea e indígena produjo una particular expresividad, donde se manifestó con la inclusión de decoraciones de flora y fauna de raigambre autóctona en obras de concepción europea. De tal manera que el barroco significó un momento de modernidad americana, tanto por la calidad cuanto por la cantidad de obras que establecieron proceso de integración cultural.

Las temáticas y representaciones iconográficas, como la Trinidad con tres figuras humanas, los arcángeles o la representación de la Virgen, y de cristo permitieron una comercialización aparte de que servían principalmente para trasmitir un mensaje didáctico a la gente. Por otra parte en el siglo XVI, los quiteños habían desarrollado un gusto por las imágenes policromadas en madera, tomando como referencia modelos europeos. También, se incorporaron elementos propios; los denominados encarnados de delicados y brillantes colores que se colocaron en sectores de piel, rostro y manos. De esta manera surgió una Escuela de Arte en San Francisco, creada por flamencos, que propició que la Real Audiencia de Quito contara en poco tiempo con una amplia y apta mano de obra india y mestiza.

Más adelante en el XVIII los talleres afrontaron un descenso de encargos internos, dando acogida a contratos de fuera; México, España y Chile encargaron Belenes, calvarios, cristos y santos aportándoles a estos elementos propios, Sin embargo en su último tercio, la Iglesia dedico más de su tiempo a restaurar obras antiguas que a crearlas. Talleres como el de Bernardo de Legarda, desarrollaron encargos de esculturas de bulto, entre las cuales, aquella creación de la Virgen Alada, propia de la inmaculada apocalíptica. También, la creación de retablos cuya principal característica fueron las columnas salomónicas ceñidas de ramos de hojas. Pero muchas de las creaciones estaban basadas en modelos o grabados europeos, en donde predominaban elementos como temas vegetales y florales, elementos geométricos, y serafines. A la par de la figura de Bernardo Legarda, también se estableció la influencia, del escultor Caspicara, Manuel Chili, entre 1770 y 1800, que se convertiría en el escultor más sobresaliente del Barroco y en posterior Rococó en Quito. (Sureda, 2008).[1]

  1. LA ESCUELA QUITEÑA Y SU IMAGINERÍA.

Se considera que el origen de la Escuela Quiteña, es la Escuela de Artes y Oficios, fundada en 1552 por el flamenco sacerdote franciscano Jodoco Ricke, quien junto a FraileFlamenco Pedro Gocial, transformarían el colegio San Andrés, en el lugar donde se forman los primeros artistas indígenas, influenciados por vertientes. Se creía que el arte era un don divino, de tal manera que el artista pasaría a ser un mensajero intérprete y servidor de Dios. A estos talleres acudían los aprendices y el maestro, el proceso de enseñanza iniciaba con el forjamiento sobre una pieza tosca de madera, que luego se la tallaba, se la pulía y se la preparaba para cubrirla con oro, plata y variada policromía. El proceso de enseñanza tenía una duración de cuatro años para desarrollar este método; ingresaban como aprendiz, no recibían salario, sino instrucción como paga, techo y alimentación, luego ascendían a oficial, función de mayor importancia, recibiendo  remuneración  para  finalmente,  aprobar  un  examen  correspondiente  que les hacía acreedor del título de maestro escultor.[2]  

La increíble producción artística de la escuela quiteña, tuvo su mayor admiración, debido no solo a su prodigiosa factura en la arquitectura, pintura, escultura y artes decorativas, sino a ese resultado de la racial y cultural de indígenas y europeos. Dando una mayor fortaleza a la luz, el color y al movimiento. Cada campo artístico tuvo a sus mayores exponentes debidos esto a la organización de los talleres, de tal manera que se formaron cofradías y capellanías. Las primeras eran de carácter religioso, benéfico y piadoso, mientras que los últimos se encargaban de adornar las iglesias con retablos, esculturas y pinturas con el propósito fundamental de enriquecer el patrimonio artístico-religioso.  

Similarmente, una de las características que ha particularizado a la escuela quiteña es la técnica de encarnado (simulando el color de la carne del cuerpo humano) dando una apariencia más natural a la piel de rostro de las esculturas, para conseguir esto se  utilizaba óleos rojo, amarillo y verde, sobre  goma  laca  blanca, todo colocado  sobre  la  superficie  estucada de  madera  perfectamente  pulida  y  pegada  a  la escultura. De igual manera, la policromía de las imágenes, dicha técnica era utilizada para pintar y decorar una estatua o un relieve con varios colores. (Anabell, 2010).

Finalmente, la primigenia escuela de Artes y Oficios de Quito, fue creada en 1551, se la llamó San Juan Evangelista, pero, en 1557 cambia su nombre por el de Colegio de Artes y Oficios San Andrés en honor del Virrey del Perú Andrés Hurtado de Mendoza, principal benefactor de la Orden. Años más tarde, del taller de Diego de Robles con su encarnador Luis de Ribera y del taller del padre Carlos y otros frailes artistas, salen  los afamados escultores José Olmos llamado “Pampite”, Manuel Chili “Caspicara”, Gaspar Sangurima “el Lluqui”, que pertenecían a la más pura raza indígena. Y también, Juan de Sossa, Juan Benítez Cañar, Antonio de la Torre, Joan de Fonte, Bernardo de Legarda, etc.

Además, la pintura de la época colonial logro sobresalir en las figuras de los padres Gosseal, Bedón y Hernando de la Cruz y sus discípulos Andrés Sánchez Gallque, Francisco Quishpe, Miguel de Santiago, Nicolás Javier Goríbar, Antonio Astudillo, Antonio Egas y otros más. El establecimiento de esta primera Escuela de Arte convirtió a Quito en el primero y principal centro de formación de artistas de América Hispana, muchos años antes de que se fundaran otras similares en ciudades tan importantes como México, Buenos Aires, Santiago y Lima. (Sosa, 2014).

  1. CONOCIENDO A MANUEL CHILI (CASPICARA)

Manuel Chili, llamado Caspicara es considerado el sucesor de Bernardo de Legarda en el difícil arte de la imaginería, y junto con José Olmos (Pampite), constituyen la más pura esencia de la famosa Escuela Quiteña, no existe una fecha exacta de su nacimiento pero se cree que nació entre 1720 y 1725 en Quito. Pero su apodo Caspicara, que en quichua quiere decir "Cara de Madera o Cara de Palo" hace suponer a un hombre de rostro tosco, probablemente de fina suavidad como la madera o el palo a los que transformó en las obras de arte que lo inmortalizaron al igual que a la raza indígena. De acuerdo al historiador Jaime Aguilar Paredes, Manuel Chili “se consagró desde muy niño a la imaginería, hasta lograr una superioridad y maestría que lo colocaron a la cabeza de los escultores de su época y sin ninguna exageración ocupa un igual plano que los más famosos escultores europeos”. De tal manera que solo puede ser considerado a su equivalencia con un Miguel Ángel americano.

Además, la historia de la vida de Caspicara giró en torno a los sacerdotes de la iglesia la Compañía de Jesús, ya que ellos lo conocieron desde niño, siempre lo encontraban correteando y colgándose de los andamios y pasadizos de la iglesia mayor de los jesuitas en Quito. Así, que cuando cayeron en cuenta de sus habilidades y destrezas, se encargaron de su educación, comida, vivienda y le asignaban un poco de dinero. De tal manera que eso le permitía sobrevivir, ya que los verdaderos artistas no eran privilegiados de obtener un sueldo como las artesanos. Sin embargo esto no fue suficiente ya que solo los jesuitas, también le dieron la oportunidad de pulir sus aptitudes, con el propósito de mejorar su técnica no solo en la escultura, sino también en la escultura, el incansable esfuerzo en su trabajo diario de doce horas, contribuyeron a su reconocimiento. Así, estos factores en la vida de Caspicara le significaron su esencia para convertirse en uno de los mayores y mejores exponentes de la Escuela Quiteña.

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