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Matriuzkas Del Terror

dariosozo23 de Junio de 2014

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Ansaldi. Matriuskas de terror

Al igual que las matriuskas, las dictaduras instauradas en países de América del sur en las décadas de 1960 y 1970 (y prolongadas hasta fines de la de 1980), similares en su aspecto y diferentes en su tamaño (en este caso, mejor, en su dimensión temporal o duración, pero también en sus contenidos). Pueden verse como unidades independientes, pero solo se explican como conjunto. Nuestra hipótesis es que las dictaduras institucionales de las fuerzas armadas en América latina pretendieron ser correctivos de lo que consideraban “vicios de la democracia”, particularmente los generados por el populismo (Brasil, Argentina), el reformismo socialista (Chile) y/o amenaza potencial de la izquierda revolucionaria (Uruguay, Argentina). En su práctica, terrorismo de estado incluido, llegaron a una coordinación supranacional de la represión. Esa pretensión nació de la ausencia de un principio de legitimidad propio, especifico, no cubierto por la apelación a la doctrina de la seguridad nacional. Las respectivas sociedades civiles generaron acciones que, rompiendo el miedo, recuperaron la primacía de la política mediante demandas, movilizaciones y acciones de diferente índole, limitadas a los espacios nacionales y sin conexión supranacional. La forma en la que se resolvió la dialéctica entre dictaduras y resistencias condiciono la posterior transición a la democracia política. Aquí consideramos cuatro dictaduras institucionales de las fuerzas armadas: las establecidas en Brasil (1964-1985), Argentina (1976-1983). Uruguay (1973-1985) y chile (1973-1990).

La doctrina de la seguridad nacional, fundamento ideológico de las dictaduras.

Las dictaduras son la negación de la política y se caracterizan por eliminar toda forma de disenso. El punto de inflexión de la historia de las dictaduras suele encontrarse en el momento en el cual sectores importantes de la sociedad pierden el miedo, salen a la calle y hacen oír sus voces. Las dictaduras carecen de principio de legitimidad y se colocan en la paradójica situación de pretender legitimarse con el argumento de restaurar las democracias conculcadas por las prácticas viciadas de los malos políticos. Una de las características comunes de las dictaduras institucionales de las fuerzas armadas fue la de intentar constituir un fundamento ideológico a partir de la doctrina de la seguridad nacional. Los antecedentes más lejanos de la DSN se encuentran en Brasil ya en el siglo XIX, y en Argentina y Chile, a comienzos del XX. Comenzó a elaborarse a partir de teorías geopolíticas, antimarxistas, y de las tendencias conservadoras o de extrema derecha del pensamiento social católico de organizaciones tales como el opus dei, en España, y action francaise. Con el comienzo de la guerra fría, elementos de la guerra total y de la confrontación inevitable entre las dos superpotencias (los EEUU y la URSS) y sus respectivos bloques militares (la otan y el pacto de Varsovia) se incorporaron a la ideología de la seguridad nacional en América latina. La forma específica asumida por ella en la región enfatizaba la seguridad interna frente a la amenaza de acción indirecta del comunismo. Los teóricos norteamericanos de la seguridad nacional privilegiaban el concepto de guerra total y la guerra nuclear, los latinoamericanos se preocupaban por el crecimiento de movimientos sociales de clase obrera, la amenaza de la subversión interna y de la guerra revolucionaria.

Para los teóricos de la DSN, la bipolaridad del mundo constituida tras la segunda guerra mundial llevaba a la desaparición de las guerras convencionales y a su reemplazo por guerras ideológicas disputadas dentro de las fronteras nacionales de cada país. A escala mundial, la confrontación entre el mundo libre, occidental y cristiano y el totalitarismo comunista ateo dejaba en las fuerzas armadas norteamericanas la responsabilidad de evitar eventuales conflictos armadas entre sus aliado y encabezar una confrontación con la URSS y el pacto de Varsovia. La guerra seria contra el comunismo internacional y se entablaría en todos los frentes: militar, político, económico, cultural e ideológico. Las fuerzas armadas debían combatir, y para hacerlo debían prepararse para un enfrentamiento no convencional, puesto que la subversión internacional actuaba en todos esos frentes. Esa tarea exigía una actitud vigilante y una preparación o capacitación especial, de la cual carecían, a juicio de los ideólogos de la DSN, los políticos y la democracia.

La DSN comenzaba con una teoría de la guerra. Definía cuatro tipos de guerra: 1) guerra total, 2) guerra limitada y localizada 3) guerra subversiva o revolucionaria, 4) guerra indirecta o psicológica. En la guerra revolucionaria no había más línea en el frente de batalla pues el enemigo estaba en todas partes. La teoría de la guerra total, en tanto se basaba en la estrategia de la guerra fría, concebía el conflicto armada moderna como tal y absoluto. Habida cuenta del inmenso poder destructivo de las armas nucleares y de la inevitable confrontación entre las dos superpotencias, la guerra total no se limitaba al territorio de los países beligerantes o a sectores específicos de la economía o de la población. De guerra militar se paso a guerra total, tanto económica, financiera, política, psicológica y científica como de ejércitos, escuadras y aviaciones, de guerra total a guerra global, y de guerra total a guerra indivisible y permanente.

La técnica de desaparición de personas y el accionar de los escuadrones de la muerte, usuales en la América latina de dichas décadas, fueron invenciones de los militares franceses que combatían al frente de liberación nacional, en Argelia, que buscaba dejar de ser colonia francesa, independizarse. Desde 1958, los procedimientos aplicados por las tropas colonialistas francesas se convirtieron en materia de enseñanza y estudio en el centro de entrenamiento en guerra subversiva, creado por el ministro de defensa galo Chaban Delmas, que participaba de los cursos oficiales de su país, a los que luego se sumaron portugueses, israelíes, norteamericanos y latinoamericanos, entre otros. Los cursos incluían un mes de práctica en territorio argelino, y uno de sus corolarios fue la firma de acuerdos de cooperación militar que solían incluir la creación de una misión militar francesa en el país contraparte. Las derrotas francesas en indochina y Argelia significaron un traspaso de la influencia en la formación de oficiales, de Francia a EEUU, en momentos en que este país comenzaba a involucrase en lo que sería la guerra de Vietnam y en que enfrentaba, en América Latina, los múltiples desafíos generados por la revolución cubana. La tarea formativa de los franceses fue transferida en América latina a los norteamericanos. Estos realizaron parte de su tarea en la escuela de las Américas, establecida en 1946, en la zona estadounidense del canal de Panamá y especializada, a partir de mediados de los 60, en la guerra antisubversiva. Se estima en 60 mil el número de oficiales de los ejércitos latinoamericanos que recibieron entrenamiento.

Las dictaduras, similares y disimiles.

El contraste es notable entre la dictadura brasileña (política económica desarrollista mediante una alianza tecnoburocratico- militar, con importante intervención estatal; ejercicio de la dictadura con formato representativo; menor grado de violencia en la represión de los opositores) y las restantes; pero también en estas se encuentran, pese a mayores niveles de coincidencia, algunas diferencias (el éxito en la aplicación de políticas neoconservadoras en Chile y su fracaso en Argentina y Uruguay). En materia de aplicación de la violencia sobre los opositores, las dictaduras argentina y chilena, en ese orden, fueron las más duras, aunque sin alcanzar los niveles terribles de Guatemala. Las cuatro dictaduras coincidieron en la coordinación de la avanzada sobre los disidentes, a través de la operación cóndor, un plan secreto que realizo tareas de inteligencia, persecución y asesinato de opositores a las dictaduras de los organismos represivos de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay pero que incluso actuó fuera de las fronteras de estos seis países. EE.UU. proporciono inspiración, financiamiento y asistencia técnica a la represión, y planto la semilla de la operación cóndor. La CIA promovió una mayor coordinación entre los servicios de inteligencia de la región. La CIA también actuó como intermediaria en las reuniones entre los dirigentes de los escuadrones de la muerte brasileños y los argentinos y uruguayos. La división de servicios técnicos de la CIA suministro equipos de torturas eléctricas a brasileños y argentinos y ofreció asesoramiento sobre el grado de shock que el cuerpo humano puede resistir.

Los militares golpistas tenían ante si tres alternativas de institucionalización política: 1) la legitimación carismática, 2) alguna fórmula corporativista, como la democracia orgánica, sin organizar un partido único, 3) un sistema de partidos, unipartidario o multipartidario, en la segunda variante, mediante un partido oficial, dominante, y uno, o más, expresión de una oposición consentida y marginal dentro del régimen político. La primera de las opciones era objetada por los militares debido a la excesiva personalización del poder en un individuo y por ser incompatible con su alto nivel profesional, mientras que la tercera generaba recelos por la mala imagen que los militares tenían de los partidos políticos. Las fuerzas armadas chilenas optaron por un régimen militar tradicional, con una junta de gobierno como autoridad máxima, pero con un importante grado de concentración del poder en el general Pinochet, quien ejerció simultáneamente las funciones

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