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Metodos De Tortura Medieval


Enviado por   •  25 de Noviembre de 2013  •  4.142 Palabras (17 Páginas)  •  494 Visitas

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Historia de la tortura

En el principio fueron las ordalías o juicios de Dios. Eran pruebas que, especialmente en la Edad Media occidental, se hacían a los acusados para probar su inocencia. El duelo era un tipo: ofendido y ofensor elegían un representante que luchaba por ellos. El vencedor imponía su derecho. Hacia el 200 después de Cristo tuvo breve auge una curiosa prueba. El acusado debía comer cierta cantidad de pan y de queso. Los jueces retenían que, si era culpable, Dios enviaría a un ángel para apretarle la garganta y que no pudiera tragar.

La prueba del hierro candente, en cambio, fue un clásico. El acusado debía tomar con sus manos un hierro al rojo por cierto tiempo. A veces debía dar siete pasos. Si se quemaba las manos era culpable.

Hacia el siglo XIII las ordalías comenzaron a ser remplazadas por sistemas de prueba más complejos. La intervención divina cedió ante la humana, por lo cual las reglas debían ser lo más objetivas posible.

Así nació el principio de que la condena debía fundarse en dos testigos oculares inobjetables. Sólo si el acusado confesaba voluntariamente se lo podía condenar sin recurrir a los dos testigos.

La prueba circunstancial no era admitida porque significaba confiar demasiado en el criterio personal de los jueces. Por más que al sospechoso se lo viera huir de la casa de la víctima y se le encontrara una daga con sangre y el botín, si dos testigos no lo habían visto apuñalar a la víctima, no se lo podía condenar.

Pero entonces el sistema sólo era efectivo en delitos flagrantes o con acusados dispuestos a confesar con lo cual los delitos de autor desconocido o con involucrados no dispuestos a hablar hacía caer todo el mecanismo.

La exigencia de los dos testigos oculares no se podía eludir, pero de aceptar una confesión voluntaria a inducir por la fuerza a confesar había un paso.

El derecho de la tortura surgió para regular este proceso de inducción de confesiones. Sólo se podía torturar a personas con altas probabilidades de resultar culpables. La tortura fue permitida cuando había “semiplena prueba” contra el sospechoso. Semiplena prueba significaba tanto un testigo como prueba circunstancial suficiente. Así, la prohibición contra el uso de prueba circunstancial fue superada.

Los juristas medievales consideraban a la confesión bajo tortura como involuntaria y, por eso, inválida, salvo que el acusado la reiterara sin tortura. Si entonces se retractaba, se lo volvía a torturar. La gente confesaba “voluntariamente” antes de ir a los tormentos por primera vez. Nadie quería poner a prueba su capacidad para soportar el dolor.

Edad media e Inquisición

Durante la inquisición española, los herejes eran encarcelados sin ser acusados formalmente. Eran encadenados en frías y hediondas mazmorras infestadas de insectos y ratas, solo ellos y su excremento. Pan duro y enmohecido con agua sucia suplementaban la dieta de cucarachas y arañas.

“O de nuevo, un prisionero que se rehusaba a confesar era dejado en soledad y oscuridad por semanas, meses o hasta años, porque a la inquisición el tiempo no le incumbía, podía esperar y así mediante, poder salvar otra alma perdida para el Cristo. Si unas pocas semanas o meses no convencían al hereje acusado, el tiempo se transformaba en años, los años en décadas y así el prisionero quedaba en su horrible mazmorra sin nunca ser juzgado. Hay muchos casos donde tres, cinco o hasta diez años pasaron entre la primera audiencia y el juicio final del reo, tiempo en el cual el acusado se pudría en su celda.”

Una vez convicto, el prisionero se enfrentaba a los verdaderos terrores.

“Ambos, el inquisidor y el obispo debían de estar presentes. Al prisionero le eran mostrados los instrumentos de tortura y era incitado a confesar. Al rehusarse era desnudado y atado y de nuevo incitado a confesar. Se le prometía misericordia si lo hacía. Estos hombres y mujeres estaban atados y desnudos ante los agrios e implacables frailes mientras veían como calentaban los hierros al rojo vivo, probaban las ruedas de tortura y engrasaban los mecanismos en preparación para su uso en sus propios huesos y cuerpo”.

La tortura en nuestros días

El ser humano puede llegar a ser realmente cruel. Es de sobra conocido que las torturas han acompañado a nuestra especie a lo largo de los siglos y que por desgracia siguen muy presentes en nuestros días. Está claro que ya no existen máquinas del terror como las de antaño, sin embargo, los métodos modernos cada vez son más sofisticados.

Puede parecer contradictorio asociar las torturas con la modernidad. Pero en pleno siglo XXI se realizan técnicas vejatorias en muchos lugares del mundo con el objetivo de conseguir información de determinadas personas. No se salvan de la quema los países más desarrollados con regímenes democráticos, que han evolucionado tanto sus técnicas de tortura que han creado unos sistemas que no dejan huella. Las claves en el mundo de la tortura y los interrogatorios agresivos están basadas en la tortura limpia porque el principal objetivo es que la víctima no presente aparentes daños físicos, es decir, que no tenga marcas. Según el escritor especialista en la materia Darius Rejali, algunas de las técnicas más utilizadas en la actualidad son las siguientes:

o Electrotortura basada en el agua: El agua nos da la vida, pero también puede llegar a ser uno de los elementos más atroces para el ser humano. Y es que las torturas por asfixias, las descargas eléctricas, o las duchas a temperaturas extremas pueden resultar letales.

o Generación de estrés en la víctima: Controlar el grado de estrés de una persona es una de las técnicas de tortura más crueles. Originaria del mundo anglosajón, va acompañada de aplicación de drogas, extorsión del sueño, insoportables ruidos y trabajo físico incómodo, como pueden ser posturas poco ortodoxas. No cabe duda de que son técnicas que no dejan marcas, pero que generan en las víctimas secuelas de por vida.

o Taser: Es un arma de electrochoque que tiene como objetivo inhabilitar a las personas. Su sistema se basa en una serie de descargas eléctricas que imitan las señales nerviosas y provocan un shock en el organismo. Por desgracia, podemos encontrar diferentes modelos -como porras o pistolas- y son muy habituales en los interrogatorios.

o Máscaras de gas: Otro de los elementos de tortura más utilizados en pleno siglo XXI son las máscaras de gas. Tienen su origen en Europa del Este y son utilizadas para interrogar a los acusados. Su función es hacer sufrir a las víctimas con el objetivo de que confiesen

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