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Miguel Ángel Buonarroti


Enviado por   •  8 de Abril de 2014  •  1.023 Palabras (5 Páginas)  •  346 Visitas

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Genio del Renacimiento italiano: Miguel Ángel Buonarroti (1475 -1564)

Arquitecto, pintor y, ante todo, escultor, Miguel Ángel es el máximo exponente de la larga lista de genios individuales que el Renacimiento italiano alumbrará, en su magnífica obra es apreciable, casi desde los comienzos de la misma, una potente manifestación de los sentimientos.

Vida y obra de Miguel Ángel Buonarroti

En Caprese, provincia de Arezzo, nace Miguel Ángel en el año de 1475, en el seno de una familia noble: los Buonarroti. Ya desde pequeño su vocación queda manifiesta, tomando su padre finalmente la decisión de enviarlo a formarse al taller del pintor Domenico Ghirlandaio. Sin embargo, y a pesar de que con dicho maestro su aprendizaje en el campo del dibujo es indiscutible, será en la escuela creada por los Médici en el Jardín de San Marcos donde Miguel Ángel se revele realmente como el gran escultor que llegará a ser.

Es a la muerte de su protector cuando Miguel Ángel inicia verdaderamente su trayectoria profesional, surcada por diversos viajes e importantes encargos. Tras una estancia en Bolonia en 1494, donde dejará esculpido un ángel para Santo Domingo de Guzmán y descubrirá el trabajo de Jacobo Della Quercia, regresa nuevamente a Florencia por un breve lapso de tiempo antes de iniciar su primer viaje a Roma. En dicha ciudad, donde permanece en esta ocasión entre los años de 1496 y 1501, va a realizar su famosísima, delicada y perfecta Piedad del Vaticano (obra de la que el artista, ya en vida, se sentía especialmente orgulloso, como demuestra el hecho de que la reconociera con su firma, circunstancia única en su producción).

De vuelta en Florencia, Miguel Ángel realizará una serie de obras "menores" siendo lo más destacable de entre las piezas que va a llevar a cabo en este periodo su monumental estatua del David (1502-1504), obra cumbre de todo el arte imitativo de la Antigüedad por lo que de perfección en la ejecución, belleza en la forma y originalidad en la manera de abordar la tipología posee.

Pero Miguel Ángel no es tan sólo escultor (aunque así lo habría deseado el artista en vida), acometiendo, por estas fechas asimismo, el encargo realizado por Piero Soderini de decorar con un episodio de la guerra de Pisa parte de la Sala Grande del Consejo de Florencia, en la que ya estaba trabajando Leonardo da Vinci. El cartón de esta obra, maestro de un sinnúmero de posteriores artistas, mostraría ya la tendencia a la dramatización y tensión de los cuerpos que posteriormente se apreciará en su obra pictórica cumbre, la Capilla Sixtina.

Tal era la admiración que entre sus coetáneos levantaba Miguel Ángel que el propio Papa Julio II le convertirá en el responsable de un proyecto de una envergadura colosal, su tumba, encargo que a la postre tan sólo generará disgustos y frustración al artista. La muerte del Papa, el desinterés de sus sucesores en la finalización del mausoleo, la escasez de fondos para llevar a cabo el diseño original o la propia dispersión a la que sometía Julio II a Miguel Ángel con la encomienda de diversos encargos solapados, dieron como resultado que

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