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Orígenes de Roma – Guerras civiles Mario y Sila

Lucas RojasApuntes2 de Mayo de 2020

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Orígenes de Roma – Guerras civiles Mario y Sila

Origen de Roma

Está guía ayudará a los estudiantes a entender el marco y contexto histórico del surgimiento de Roma y cómo esta se consolidó como una monarquía y luego como una República. Primeramente, estudiaremos los orígenes de la ciudad (tanto míticos como históricos) remontándonos a la Italia etrusca (siglos VIII a.C.-V a.C.), momento en el que los autores explican cómo sucedió el accidente histórico que condujo a la unidad itálica bajo la dirección de una ciudad, Roma. En segundo lugar, se verá el dominio por esta península del conjunto de la cuenca mediterránea, cuando la República romana impuso su privilegiada posición geográfica para dominar prácticamente todo el mundo conocido hasta ese entonces por Occidente.

Durante siglos, los pueblos de Italia creyeron que la dominación de Roma (a imagen de las de Atenas, Esparta o Cártago) era momentánea, mientras que los romanos (donde los autores enfatizan que es ahí donde residía su originalidad) se propusieron, con seguridad desde finales del siglo IV a.C., que la evolución operase irreversiblemente a su favor: nunca más habría retroceso, ni podía abandonarse totalmente ninguna ventaja adquirida, debiendo cualquier victoria comportar una merma definitiva de la libertad de sus vecinos y además aseguraba beneficios a una creciente población interna, donde cada vez más grupos demandaban un lugar predilecto.

En cuanto a la monarquía romana lo que se sabe históricamente proviene en gran parte de la arqueología. La mayoría de los testimonios romanos de ella son muy posteriores, y responden más a las necesidades de los siglos II-I a. C. (periodo del cual provienen la mayoría) que realmente de lo que sucedió en los primeros siglos de la ciudad[1]. Lo que sabemos es que todas las ciudades de la zona del Lacio vivieron bajo un régimen monárquico que duró hasta finales del siglo VI a. C. y que estuvo bajo el dominio etrusco. El rey tenía derechos de mando militar y de coerción (simbolizado por el hacha en el centro de un haz o fascio de un lictor llevaba delante del rey), además de sus funciones religiosas[2]. La transmisión del poder se llevaba a cabo mediante la sucesión dinástica. Lo importante es que el poder soberano recaía en el Rey, quien tomaba la decisión en asuntos de guerra, legislativos y religiosos. Junto a él había un consejo de viejos sabios que le aconsejaba (proto-senado)

Dentro del contexto establecido (siglos VIII a.C.- V a.C.), la fundación de Roma se remitió, en primer lugar, a un origen mítico. Según la tradición, un grupo de troyanos pudo escapar de Troya (tras su captura por parte de los griegos) bajo la dirección de Eneas, hijo de Venus y de Anquises. Como da a conocer el mito, tras un largo viaje por mar, llegaron a las costas del Lacio, donde su jefe se casó con la hija del rey aborigen, Latinus, al que sucedió. Su capital fue Lavinium por el nombre de la hija del rey Lavinia. Sin embargo, su hijo Ascanio partió para fundar Alba Longa, en la que reinaron, después de él, doce reyes. El decimotercero, Numítor, fue destronado por su hermano Amulio, quien hizo de su sobrina Rhea Silvia una vestal, con votos de castidad. Pero gracias al encuentro con el dios Marte, Rhea trajo al mundo a los gemelos Rómulo y Remo[3]. Estos fueron abandonados a orillas del Tíber y fueron salvados por una loba. Crecieron y repusieron en el trono de Alba a su abuelo Numítor. Será importante tener en cuenta como en varias oportunidades de la historia romana se legitima acciones violentas y se valora de tiránicas las acciones de aquellos que cometen delitos contra mujeres regias.

Enseguida quisieron fundar una nueva ciudad: la observación del vuelo de las aves designó a Rómulo como fundador y éste procedió a la ceremonia de acuerdo a los ritos, en 754-753 a.C. Tras una disputa, mató a su hermano –Remo-. Como estaba acompañado únicamente por jóvenes varones de su edad, hizo raptar a las hijas de sus vecinos sabinos y éstos renunciaron a la guerra para unirse, con su rey Tito Tacio, a los romanos, en una sola ciudad.

Rómulo creó un Senado, dividiendo a la población en treinta curias, creó leyes y después, desapareció misteriosamente durante una tormenta. Le sucedió Numa Pompilio[4], a quien aconsejaba la ninfa Egeria y que dotó a la comunidad con instituciones religiosas. Sin embargo, los autores hacen hincapié que si bien, el mito de la llegada de los troyanos no puede ser puesto en relación con acontecimientos del II milenio, se sabe que estaba formado por lo menos desde el siglo V a.C.

Ahora bien, como primer momento, Roma comenzó bajo una monarquía y, por ende, con la presencia de un Rey “primitivo”. Para los autores, esta figura era un soberano absoluto, cuyas funciones religiosas eran fundamentales (era responsable del calendario, de los sacerdocios y de los santuarios; con los etruscos se convierte en constructor de templos). Era también un “jefe de guerra y conquistador”, legislador y gran justiciero como, por ejemplo, en el proceso de Horacio, asesino de su hermana. Este soberano está asistido por un consejo de ancianos (el Senado) y reina sobre una sociedad ya compleja. Por ejemplo, el pueblo romano aparece dividido en grandes familias (gentes o gens (singular) y otras más pequeñas (familiae)[5] mientras que los recién llegados comienzan a llamarse plebe (Christol, 25), estos son comerciantes o artesanos que llegan por la prosperidad de la ciudad. Existe entonces, una división por pertenecer a las grandes familias. Las gens hacen alusión a la rama de descendiente (fundadores de la ciudad), mientras que las familias es un grupo más restringido.

Como cuenta Tito Livio, un hijo de Tarquino[6] abusó de una joven, Lucrecia y esta se suicidó. Bruto[7] amotinó al pueblo revelando el escándalo e hizo abolir la monarquía en Roma[8]. Entonces daría inicio la República[9], dirigida por dos cónsules anuales y resistiendo con éxito al regreso agresivo de los etruscos. La revolución de Roma hacia el 509 a.C., provocó un cambio de régimen, como en muchas ciudades etruscas, y el triunfo de las grandes familias relegó el título real a un ámbito exclusivamente religioso[10], mientras que un colegio de magistrados, que acaso agrupaba a los antiguos auxiliares del rey, reemplazaba a éste. Se puede ver en las fuentes de Roma: Fin de la Monarquía Etrusca. Lucrecia. Junio Bruto, primer cónsul de Roma. 1.57.5-1.59.1.

Como se puede advertir, el “problema” histórico acerca de los orígenes es tardío en términos de la necesidad de dejar testimonios escritos de él. Fue durante la crisis republicana del siglo I a. C. y el posterior proyecto de reconstrucción romana tras un siglo de guerras civiles con Augusto, que los orígenes legendarios de Roma tomaron un papel central en la construcción de una nueva discursividad identitaria romana. De ahí que las fuentes utilizadas por Christol para hablar tanto de la época de la monarquía como de los primeros tiempos de la República sean todas de mediados del siglo I a. C. en adelante.

La República temprana: conflicto de ordenes

Tras la emergencia de este nuevo orden –República- en Roma después de la expulsión de los reyes (lo que no significó una expulsión absoluta de los etruscos), comienza un cambio institucional: el advenimiento de un régimen aristocrático cuyo motor era el antiguo consejo regio, el Senado, de esta manera se ven tres poderes que comienzan a formar parte de la reciente República: Cónsules (pretores), Senado y plebe.

Los primeros colegios de magistrados, a partir del 485, estuvieron controlados por un grupo dominante: los Patricios[11], dejando expulsados de las magistraturas a plebeyos y etruscos. Además, se añaden los comicios centuriados por Servio Tulio que establece que el ejército pueda votar en cuanto a los asuntos bélicos (Christol, 30). No obstante, como antecedente, en el 494, los soldados plebeyos rehusaron obedecer y se acantonaron en el Monte Sagrado (o en el Aventino). Su descontento tenía origen en la esclavitud por deudas y en la falta de protección a los ciudadanos. Tras la intervención de Menenio Agripa, se crearon unos magistrados especiales, los tribunos de la plebe, inviolables pero residentes en la ciudad y encargados de los intereses de la plebe, más adelante en el 399 gracias a las leyes publilias los comicios de la plebe al mando del tribuno de la plebe comenzaran a tener incidencia en la elección de magistrados y aprobación o rechazo de leyes. Lo importante es rescatar como esta magistratura, que estaba orientada a una muchedumbre, deja abierto el espacio para personajes demagógicos. Para ello, los autores ilustran como la concordia cívica no se restauró por mucho tiempo, ya que, en 486, el cónsul plebeyo Spurio Casio fue acusado de manejos demagógicos (distribución de trigo, propuesta de ley agraria) para restablecer la monarquía y, condenado a muerte; después de él, y por unos quince años, no hubo más magistrados plebeyos. Por lo tanto, la República romana debe entenderse como un esfuerzo continuo por establecer alianzas entre estos dos grupos: la minoría dirigente patricia y la mayoría plebeya que buscaba opciones de participación política. El enfrentamiento de estas dos facciones desde los orígenes de la República es lo que se conoce como la guerra de órdenes. Hay que tener en cuenta que el concepto de concordia es sumamente importante en la República, pues establece un entendimiento entre ordenes que tienen sus límites esclarecidos. Todo esto va en contra el desequilibrio. Los problemas romanos se basan en la discordia, es decir en confundir los dominios de ordenes o cuando los mismos ordenes entran en conflicto.

Durante

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