ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Revolucion E Independencia


Enviado por   •  21 de Mayo de 2014  •  2.068 Palabras (9 Páginas)  •  237 Visitas

Página 1 de 9

acia 1816 las revoluciones por la independencia que los futuros Estados nacionales sudamericanos habían iniciado casi simultáneamente en 1810, transitaban un tiempo de aguda crisis. En ese año, la derrota parecía completa. Desde 1817 y hasta 1824 la revolución se recupera. Ocurrió, sin embargo, que “…la revolución se iba afirmando en la medida en que perdía su radicalismo”, como dice Gustavo Beyhaut.

En 1815 no quedaba en América latina prácticamente otro foco rebelde que el Río de la Plata. En efecto, los movimientos iniciados desde México hasta los límites del virreinato del Sur, habían sido liquidados por las fuerzas del viejo orden metropolitano. Venezuela en 1815 era, dice Halperín Donghi, una “…fortaleza realista; como primer fruto del retorno de Fernando VII al trono de España diez mil hombres, mandados por el teniente general Morillo, llegaban de la metrópoli y preparaban desde Caracas el golpe de gracia contra la revolución de Nueva Granada”.

En cuanto a Nueva Granada, la situación era altamente compleja, el movimiento de la independencia, víctima de sus propias divisiones internas, se resquebrajaba. Morillo entró primero en Cartagena y luego en Bogotá, de manera tal que en el norte de Sudamérica, de la revolución prácticamente no quedaba nada. El Río de la Plata, por su parte, debió dedicarse a contener la embestida de los españoles en algunos puntos clave, con pérdidas significativas; la peor de ellas fue la de Sipe-Sipe, en noviembre de 1815, cuando el ejército español derrotó a Rondeau y quedó en manos de Martín Güemes la defensa de la frontera. También era común a todos los pueblos americanos la amenaza que se cernía a partir de entonces, en virtud de la restauración de las monarquías absolutas en España. Además, se erguía una institución como la Santa Alianza, que implicaba un serio peligro para los intentos de reformas económicas y políticas en cualquier lugar del mundo, al mismo tiempo que suponía el empeño en la restauración de los monarcas absoluto que por distintas razones, habían perdido sus tronos, que ellos consideraban de legítima propiedad. Sin embargo, la restauración del absolutismo en España, lejos de  significar un peligro inminente para los movimientos de emancipación americanos, no representó sino un peligro potencial. Más importantes fueron las oposiciones locales a las acciones claramente revolucionarias.

Tal vez debido a que, en sus orígenes, el movimiento rebelde había empezado con la convocatoria de Cabildos abiertos y la creación de Juntas sin que se planteara inicialmente como auténtico conflicto entre criollos y europeos, en la mayoría de los casos las revoluciones sudamericanas habían entrado en una etapa de crisis aguda hacia 1816.

La falta de claridad en cuanto a la oposición entre criollos y europeos, otro rasgo común entre todos los países americanos, explica la actitud ambigua que los grupos independentistas tienen frente a las castas y a los sectores menos privilegiados. El resultado de esta ambigüedad, el más inmediato por lo menos, se verifica hacia 1815 con el agotamiento de las tendencias más radicales, como en el caso de Chile, donde se liquida y persigue el extremismo representado por los hermanos Carrera. El símbolo de esta persecución es el confuso trámite de la muerte del guerrillero Manuel Rodríguez, en la cual O’Hoggins, jefe del ala moderada, se vio envuelto.

Otro hecho significativo es el ocurrido en Venezuela, cuando Simón bolívar, en 1817, hizo ejecutar por insubordinación a uno de sus mejores generales: Manuel Piar, un mulato de Jamaica y líder, junto a otros, de los pescadores de perlas y los marineros de Isla Margarita y Cumaná, quienes sostenían una verdadera guerra de castas.

Este casi es indicador no sólo de la tendencia hacia el conservadorismo en la revolución, sino también de lo que dice Morner cuando afirma: “Es imposible sustraerse a la impresión de que Piar fue castigado con tanta severidad debido a que era mulato. Bolívar escribió a un amigo que Piar había empezado a provocar la guerra de colores”.

Así el panorama de América española muestra una tendencia general durante el año de la declaración de nuestra independencia. Se vive una crisis severa en cuanto a los peligros exteriores, un peligro militar agudo, pero también un enfrentamiento derivado de la incompatibilidad de propósitos que en los movimientos de la independencia planteaban los diferentes grupos sociales que componían la población de las regiones americanas. Lo cierto es que la segunda etapa de estas guerras independentistas va a estar marcada por una tendencia a la moderación, una sólida alianza entre sectores peninsulares y criollos nativos, ambos pertenecientes al mismo grupo social, frente al peligro de los sectores radicalizados de las poblaciones empobrecidas. ¿Existieron también, en el Río de la Plata, representantes de tendencias muy radicales o, por lo menos, más enraizadas en lo popular, al estilo del mulato Piar? Según Gustavo Beyhaut, el extremismo revolucionario que intentaba dar contenido social al movimiento tiene dos vertientes formativas: en primer término, se advierte el radicalismo ideológico inspirado en el pensamiento europeo y en sus proyecciones revolucionarias. Un representante típico de esta tendencia puede ser Mariano Moreno a quien es fácil identificar con cierto jacobinismo que lo convierte en un sostenedor del terror revolucionario. La otra fuente de actitudes radicales es menos intelectual, ya que arranca del contacto con los sectores populares a los que se convoca a la lucha sin distinción de casta ni clase. Una actitud de este tipo podría señalarse en Artigas, en sus disidencias con comerciantes y estancieros, en la incorporación de indios y gauchos pobres a su ejército, o en su criterio para el reparto de tierras. A estos debemos agregar a Martín Güemes, caudillo de una tendencia populista acentuada en Salta desde 1815 cuando, en votación popular y secreta, es nombrado gobernador de la provincia y Capitán General.

La ciudad de Jujuy le era hostil y debió dominarla, al mismo tiempo que enfrentaba al general Rondeau. Obtuvo el dominio jujeño y con Rondeau, luego de un conflicto armado, logró pactar en “Hacienda de San José de los Cerrillos” el 22 de marzo de 1816.

El 8 de junio de 1820, San Martín nombró a Güemes General en Jefe del Ejército de Observaciones sobre el Perú. Ante tales circunstancias, delegó el cargo de gobernador en la persona de José Ignacio Gorriti –miembro de una de las pocas familias patricias favorables a la Revolución- y se dedicó por entero a la guerra.

A comienzos de 1821, en medio de la lucha contra

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (13.1 Kb)  
Leer 8 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com