UNIVERSIDADES
KEISERLING NANEZ11 de Enero de 2012
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CAPITULO I
Breve reseña histórica de la universidad
Las universidades como tales, surgen a finales del siglo XII e
inicios del XIII, como corporaciones de oficios que agrupaban a
maestros y alumnos, Le Goff (1986) comenta:
Los orígenes de las corporaciones universitarias son a
menudo tan oscuros para nosotros como los orígenes de las
corporaciones de otros oficios. Se organizan lentamente,
mediante conquistas sucesivas, a favor de incidentes fortuitos
que son otras tantas ocasiones. Los estatutos a menudo sólo
sancionan esas conquistas tardíamente. Nunca estamos seguros
de que los estatutos que llegaron hasta nosotros sean los
primeros. Y en esto no hay nada asombroso (p.72).
Las causas que provocaron su origen son descritas por MorosG.
(1985) en los siguientes términos:
Se considera variadas las circunstancias que le dieron origen.
Entre ellas se señalan: el aumento de la población que se dio
entre los siglos XI y XIV y que desembocó en una creciente
urbanización con el consiguiente intercambio de bienes,
costumbres e ideas, aparición de los gremios, los cambios en la
organización social; el surgimiento de un extraordinario afán de
saber sólo comparable con el que prevaleció durante el
Renacimiento y la Ilustración: mayor demanda de educación
dando lugar a las migraciones estudiantiles; la aparición de un
nuevo oficio: el oficio de enseñar,... (p. 48).
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En cuanto al origen de la palabra universitas, según
Tünnermann citado por Moros (1985), hay que buscarlo en el Digesto
Romano dónde “lo universitas es lo contrario de lo singuli y significa
el conjunto de los seres o elementos particulares o elementos
constitutivos de una colectividad distinta de los individuos que la
integran”. Y para Mondolfo (1966), citado por Villarroel (1990), se
denominaba
universitas a la totalidad de las personas que se
dedicaban a un determinado oficio; y, por lo tanto, la existencia
de esas totalidades y organizaciones particulares y la distinción
entre una y otras de ellas se relacionaban con el hecho de la
división del trabajo y la diferenciación de los oficios que creaba
una comunidad entre los adictos a un mismo oficio y su distinción
con respecto a los que ejercían oficios diferentes. (p. 33).
Como es de notar se ha destacado el hecho de que la
universidad inicialmente, no fue concebida en términos estrictamente
académicos, sino como corporaciones de intereses gremiales, en
este caso, de maestros (magistri) y de aprendices (discipuli); Estas
corporaciones se constituyeron en centros de saberes convirtiéndose
en universitas magistrorum e scholarium. Pericot y otros, (1962)
afirman:
La concreción de estas escuelas en una corporación o
Universidad operóse en el momento en que un estímulo motivó la
agrupación de las personas que daban o recibían las
enseñanzas. En París, este estímulo fue la intervención
episcopal, empeñada en mantener su antigua fiscalización sobre
las escuelas mediante el privilegio de conferir la licentia
docendi o facultad de enseñar. La masa de escolares que había
acudido a la ciudad y la multiplicidad de maestros que en ella
enseñaban constituyó una potencia corporativa que se enfrentó
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con el obispo con singular energía hasta conseguir su
emancipación. (p.692).
En Bolonia, la situación se presentó dada la gran cantidad de
aprendices que allí participaban, quienes ante el desamparo legal
en el cual se encontraban, decidieron organizarse en una
corporación que les permitiera protegerse y a su vez poder enfrentar
a los maestros con la finalidad de hacerlos cumplir con algunas
normas didácticas. Es interesante poner de relieve la circunstancia
de que estos aprendices provenían de diferentes localidades y en
vista de ello se fueron constituyendo en naciones para ayudarse y
protegerse entre sí, de allí surgió el concepto de facultad o colegio
(del latín collegium , sociedad).
Una característica fundamental de estas corporaciones fue la de
adquirir su autonomía enfrentando los poderes eclesiásticos y
laicos. Aún siendo, como lo eran, instituciones de la cristiandad,
nunca aceptaron las pretensiones de los obispos lugareños de
reclamarlos como súbditos y en esta lucha logran importantes éxitos
como los señalados por Le Goff (1986):
En 1213, en París, el canciller pierde prácticamente el
privilegio de conferir la licencia, es decir, la autorización para
enseñar. Ese derecho pasa a los profesores de la universidad. En
1219, el canciller, en ocasión del ingreso de miembros de
órdenes mendicantes en la universidad, intenta oponerse a esa
novedad. Y entonces pierde sus últimas prerrogativas. En 1301
hasta dejará de ser el jefe policial de las escuelas. Y después de
la gran huelga de 1229-1231 la universidad quedó sustraída a la
jurisdicción episcopal. (p.72).
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Igualmente, los enfrentamientos con los poderes reales y
comunales, los cuales pasan por una serie de hechos violentos
(París, 1229; Bolonia 1321; Oxford 1232-1240), finalmente culminan
con una franca independencia frente a estos poderes laicos.
Algunos de estos enfrentamientos fueron observados por el Papa
Inocencio III, quien reconoce a las instituciones y las coloca bajo la
protección de la Santa Sede, esta actitud se sucede por cuanto que
advierte en este movimiento una fuerza extraordinaria y
trascendental en el orden intelectual. Gregorio IX da continuidad a
esta política, la cual había generado una seria contradicción entre la
postura laicista de los intelectuales y la pertenencia a la iglesia
católica, pues al estar sometidos al control papal entran a formar
parte de su política y de sus fines, recibiendo a cambio la apertura de
todo el mundo cristiano, es decir el derecho de enseñar en todas
partes (licentia ubique docendi), de allí se suceden las creaciones de
Tolosa, Montpellier, Padua, Roma, Salamanca, Oxford, Cambridge.
Lérida, etc. Esta situación habrá de desplegarse con intensidad en el
transcurso de los siglos siguientes.
Lograda, de algún modo, la autonomía, la cual además estuvo
caracterizada por la exención de las jurisdicciones locales y por un
constante intercambio entre maestros y aprendices, dándole de este
modo un carácter viajero a la misma (se dio el caso en París, en
1229, al ser muertos numerosos estudiantes por parte de los
sargentos reales, la universidad se retira a Orleáns durante dos años,
dando muestras de verdadera independencia). Hutchins citado por
Moros (1985) puntualiza:
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Las corporaciones universitarias de la edad media, en la cima
de su poderío no eran responsables ante nadie, en el sentido de
que no debían rendir cuentas de sus actos ante ninguna
autoridad. Reclamaban y con éxito, independencia absoluta de
todo control secular y religioso. Para defender e imponer esta
pretensión, contaban con una ventaja inestimable: no tenían
propiedad alguna. Si la autoridad secular o religiosa intentaba
controlarlas, se mudaban sencillamente a otra parte. Como el
idioma que usaban servía en todas partes, se acogía de buen
grado a una Universidad y puesto que la inclinación a viajar
siempre ha sido característica de la profesión académica, no
tenían dificultades para trasladarse a otra comunidad o a otra
nación cuando sentían que la atmósfera se tornaba opresiva.
(p.49).
Queda claramente visto el carácter autónomo de las
corporaciones universitarias, que junto con la exclusividad de
efectuar la colación de los grados universitarios y de poder hacer
uso del derecho de huelga y de secesión, conformaban un poder
fundamentado en estos privilegios.
Graciarena (1984), realiza un particular enfoque acerca del
origen de la autonomía de las universidades. Veamos:
La conexión social de la universidad en esta fase fue tal que
pudo florecer intelectualmente desde sus comienzos debido
precisamente a su disociación con la producción económica y a
su relativa irrelevancia con respecto a la estructuración de las
clases sociales y al ejercicio del poder. Todo esto le proporcionó
un considerable margen de autonomía intelectual e institucional
y, aunque parezca paradojal, una cierta representatividad social.
(p.14).
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La óptica de este autor se basa en la vinculación que pudieran
tener las universidades con el poder y las clases sociales, siendo
precisamente la inexistencia del vínculo la posibilidad de actuar
libremente, sin las interferencias que originaría una conexión con
esos factores. En todo caso, queda claramente determinada la
concepción autonómica de la universidad desde su gestación. Estas
características iniciales dejarán marcada una profunda impronta que
tendrá repercusiones
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