Una pincelada por el Concordia de los años 40 del siglo XIX

Una pincelada por el Concordia de los años 40 del siglo XIX

Rigoberto Brito Osuna

Cronista Municipal de Concordia, Sin.

Hay un libro que se titula CUATRO AÑOS EN EL PACÍFICO. En  su majestad el barco  Collingwood, de 1844 a 1848, escrito por un navegante inglés llamado Richard Bentley,  quien narra de manera pormenorizada su paso por diversas partes de nuestro país en plena época de la intervención norteamericana.

En la referida obra, específicamente en el capítulo VIII que denomina MÉXICO-SAN BLAS, anota los siguientes puntos: Declaración de guerra.- Ruinas.- La fiesta.- Traje.- Aves.- Aligátor.- Accidente.- Mazatlán.- Visita a las minas.- Hermoso camino.- San Sebastián.- Copata.- Su origen.- Difícil camino.- Panino.- Descripción del pueblo.- La mina.- Modo de drenaje.- Salarios de los mineros.- Procesos mineros.- Preparación de los minerales.- Diversión nocturna.- Obra veterinaria nativa.- Navega hacia el norte.

Para el caso que hoy me ocupa, deseo exponer lo que platica acerca de su visita a la Villa de San Sebastián y a Copala. Refiere que partiendo de Mazatlán tomaron el camino, al que describe como una hermosa jungla; platica que si se deseaba agua, bastaba con horadar un agujero en el suelo para que ésta brotara, ya que no existían manantiales ni pozos, y que la naturaleza había sido tan benigna  y providente que hasta de las plantas podía obtenerse el vital líquido.

Indica que cabalgaron alrededor de cuatro horas, al final de las cuales y de manera inesperada entraron en la bonita ciudad de San Sebastián, la cual estaba habitada por alrededor de 500 habitantes, con dos bellas iglesias con buena presentación, algo que hasta esa parte del recorrido no había sido común.

Relata que fueron recibidos por Don Alejandro, el Prefecto del Distrito, quien los recibió con mucha amabilidad y les ofreció toda clase de comodidades.

Fueron informados que en los suburbios de la pequeña ciudad había una fuente de aguas termales, a donde se trasladaron para ducharse y encontraron un cobertizo sobre un lugar parecido a un estanque y que hacía mucho calor para bañarse. Describe que el olor de las aguas era singularmente desagradable y que ese lugar era utilizado como una tina de lavado por los habitantes.

A su regreso de las aguas termales, la mesa estaba servida con abundantes alimentos cocinados con mucha grasa, sin faltar los frijoles, el platillo básico de la comida mexicana.

Las mujeres fueron muy insistentes para que comiéramos hasta el hartazgo.

 Debe destacarse que fuimos tratados con mucha gentileza y amabilidad, excepto por un mexicano que había sido educado en Inglaterra, quien se emborrachó haciendo tremendo escándalo, pero fue sacado del lugar violentamente.

El Prefecto, era un español y aunque era un niño cuando estalló la guerra de independencia, se lamentó amargamente de dichos acontecimientos y que los efectos negativos eran aún evidentes.

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