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Zanker, Paul: “La difusión del mito del emperador en todo el Imperio”


Enviado por   •  29 de Octubre de 2023  •  Apuntes  •  2.813 Palabras (12 Páginas)  •  31 Visitas

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Alan Ceballos Córdova

Licenciatura en Historia

2 de Junio de 2016

ZANKER, Paul: “La difusión del mito del emperador en todo el Imperio”, Augusto y el poder de las imágenes, Ed. Alianza, Madrid, 1992, pp. 343-382.

Resumen

Paul Zanker, defensor del carácter histórico presente en el género artístico, analiza el arte de los tiempos de Augusto, quien devolvió a los romanos una identidad que se habría visto debilitada tras la crisis social y política ocasionada a fines de la República.

Con un nuevo régimen de gobierno, la monarquía, y un programa de renovación basado en la iconografía, con nuevas imágenes como ritos religiosos, vestimentas, ceremonias y formas de convivencia social, Augusto pretendía dar a Roma y sus provincias un sentido de unidad renovado que finalmente logró.

La situación fue favorable para tal fin, pues la monarquía instaurada (31 a.C.) terminó por dar una administración coherente a todo el imperio, además de disciplina al ejército, prosperidad económica, y la consigna de “pan y circo” a la plebs romano. A ello se suma un aspecto esencial que trata de la aculturación dada en el siglo II, a propósito de la expansión hacia Oriente, donde fueron los griegos quienes influyeron sobre la Roma que acababa de vencerlos, en aspectos como el modo de vida, la religión y la moral o la consciencia de sí mismos.

Estas consecuciones alcanzadas por Roma, condujeron a que la riqueza y la propiedad se concentraran en unos pocos, proceso que se vio acompañado por el éxodo rural y el exilio de las masas en la misma capital. Esta desigualdad, conllevó a la vez una competencia generalizada entre los estratos sociales, donde la nobleza, cuyos honores ya no eran medidos por la prestación de servicios como en la República, ahora se esforzaba por reflejarlos en función de la preeminencia personal y el beneficio material. Y es allí donde el lenguaje iconográfico de los griegos, rápidamente asimilado, jugó un papel esencial en el cambio de mentalidad que Augusto se proponía, pues éste daba una regla de medición distinta para la sociedad, en especial para los generales victoriosos, poniendo de manifiesto, por un lado, la amplitud del propio campo de acción, y por el otro, las aspiraciones de poder.

Ello significaba sin dudas un desafío a la tradición enmarcada en una República en crisis que Augusto supo enfrentar. Su programa cultural, que procuraba una renovación moral en todo orden de cosas, cortó con los vicios mencionados, a cuya competencia social la superó mediante la adoración del soberano. Como observaremos, aquello no se dio de manera directa, pero fue él quien dispuso los elementos necesarios para ese fin. Se dejó atrás también la desigualdad evidenciada por el lujo privado mediante la veneración hacia el Estado (publica magnificentia) y se recuperó la relación para con los dioses, sobreponiéndose así a la inmoralidad generada, a través de un programa de renovación religiosa y moral, como anteriormente adelantamos.

De esta manera es como hace entrada el nuevo lenguaje iconográfico que tiene su nacimiento en Roma, y cuyo principal fundamento se basó en los homenajes hacia la casa imperial, un culto al emperador que fue rápidamente difundido, en un proceso que se dio generalmente de forma autónoma.

Con las victorias militares de Augusto y la consiguiente superación de la crisis republicana, tanto Oriente como Occidente sintieron la necesidad de establecer una relación más cercana con su persona, siendo Oriente quien ya contaba con los elementos necesarios para ello, debido a la tradición sostenida del culto al monarca, aunque para Occidente fue inevitable de todas formas la asimilación, por la oportunidad dada a las élites locales de reflejar sus posiciones y conservarlas, conllevando a que la sociedad tomase parte, de manera directa y regular en la prosperidad del Estado.

A ello se suma la herencia del culto helenístico, cuyo impacto en la comunicación visual fue causado, porque el renovado lenguaje era capaz de guardar afinidad con las nuevas imágenes y símbolos propios de Roma, no ignorando que dicho proceso se corresponde, además, con un momento importante y culmine de la helenización de las ciudades romanas de Occidente.

Este nuevo lenguaje iconográfico, se condicionaba por la situación específica de cada ciudad, tanto en lo económico como en lo político, aunque sí fue habitual, tanto en Oriente como en Occidente que las grandes y destacadas familias, fuesen quienes difundieran el culto al emperador de forma más generalizada, obteniendo asimismo los mayores beneficios.

Por lo mismo, la calidad de los trabajos de esta renovación artística que propició la reestructuración de las ciudades, fue desigual, pero aunque las formas y estructuras de algunos de ellos, hayan sido más simplificadas, contribuyeron a un entendimiento más sencillo del nuevo lenguaje, lo cual obtuvo una recepción positiva, y por lo mismo una homogeneidad más que una diferenciación del mismo.

Hipótesis

El programa augústeo de renovación cultural en la época imperial, que introdujo el nuevo lenguaje iconográfico y el culto al emperador, otorgó al imperio un sentido de unidad y de pertenencia a una tradición común, modificando la conciencia que de sí mismos tenía la sociedad, cuya absorción de las imágenes repercutió de tal manera en su concepción valórica y moral, que la conllevó a una idealización del emperador y del Estado y, por ende, de la vida misma, ocasionando que el nuevo lenguaje sobrepasara inclusive su propio mundo real.

Ideas principales

La parte oriental del naciente Imperio Romano, identificado más plenamente por los griegos, tuvo una asimilación prácticamente instantánea del culto al emperador gestado en Roma, no requiriendo de los nuevos signos e imágenes implantados, es decir, del nuevo lenguaje iconográfico, puesto que, ellos heredaron la tradición del culto otorgada a los reyes helenísticos y, más tarde, a Alejandro Magno, similares, además, a los entregados a sus dioses del Olimpo. La inauguración de templos hacia el emperador y la práctica de los sacrificios, por mencionar algunas, eran formas de culto no ajenas para los griegos, siendo mayor, por tanto, su identificación con la monarquía, la que les otorgó un nuevo sentido de pertenencia al Imperio. Y si bien Augusto evitaba su equiparación divina, sobre todo frente a romanos, después de los años 30 y 29 a.C. permitió en lugares como Bitinia y Asia, la veneración parcial de su persona. Así, el culto al emperador condujo a una relación y unión espiritual cada vez más normal y homogénea con Roma.

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