ARGUEDAS ENTRE LAS REJAS
Abelardo ValenciaEnsayo26 de Septiembre de 2022
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ARGUEDAS ENTRE LAS REJAS
Caleb Daniel Valencia Limache (Dan)
"Los ojos no sirven para ver los pensamientos" una frase dicha por Jose Maria Arguedas Altamirano, escritor y antropólogo es uno de nuestros máximos representantes del indigenismo en nuestro país, Su trabajo como novelista, traductor y abanderado de la literatura indigena le permitió consagrarse como uno de los escritores más
importantes del siglo XX, resaltando en sus obras la cruel realidad del país donde hay mucha diversidad pero a la vez hay hostilidades y discriminaciones entre unos y otros, vinculando al mundo andino con el mundo occidental.
Sabemos que José María Arguedas era una persona mestiza, que vivió en dos mundos diferentes, pero siempre le dio mayor interés al mundo andino debido a que era el más desvalorizado. José María Arguedas tuvo una mirada profunda a la literatura ya que en sus obras, plasma todos sus sentimientos y todo lo que vivió en sus tiempos. Por estos y otros motivos debemos valorar la importancia literaria de José María Arguedas, y el presente ensayo fue elaborado con ese propósito.
Para él, nuestro país engloba una infinidad de culturas y lenguas. Inspirándose en ello con el propósito de cambiar al país a través de la literatura. Pues muchas personas no tenemos aún claro que todos somos iguales, que todos somos peruanos, que tenemos un mismo pasado histórico y glorioso que marcó el destino de nuestro país.
En la obra El Sexto, cuenta las experiencias de Gabriel durante su prisión en la conocida cárcel limeña. La fetidez, el aspecto sombrío, el envilecimiento de la persona son las notas primeras que diseñan la forma de la cárcel y su mundo cerrado. Esa realidad –que no es paisaje natural– cosificada en el volumen oscuro de la cárcel, lo incita al recuerdo de la infancia serrana, bajo el sol brillante que fustiga el campo. El Sexto, erguido y voluminoso, se le asemeja un monstruo que tritura a sus huéspedes imperturbablemente.
En diálogo con Cámac, su compañero de celda, sindicalista minero, intuitivo y serrano como él, Gabriel aprende las más claras lecciones sobre la cárcel y la vida. En la tabulación de las costumbres carcelarias, de la conducta de los reclusos, y de las amistades y los odios, entra en juego un conjunto de apreciaciones y sentimientos pertinazmente serranos. La intuición y el sentimiento, la reminiscencia y la furia despojada de doctrina, hermanan a estos hombres en su percepción del país como secuencia de espacios , y como espacio con profundidad, en el prisma de base rectangular que es el Sexto y todo el Perú. La vida carcelaria debería ser entonces una experiencia compartida, más, puesto que en ella se revelan igual que al microscopio los vicios y virtudes del país, Gabriel descubre que el suyo, como el problema de los otros políticos, no es un caso personal, no es un caso de conciencia, y sin embargo está anegado de individualismo.
Frente al monstruo cosificado, los hombres se autodefinen y desunen, a pesar de haber comprendido el secreto de la cárcel y de la sociedad. «Tenía 23 meses de secuestro en el penal y había recuperado allí el hábito de la libertad». Y aunque sólo sea en el plano simbólico, esta realidad se desborda del prisma, y expande e incorpora las secciones parciales del territorio en un nuevo «todo» ideal.
Los personajes que encuentra , su conducta, los hechos insólitos convertidos en norma carcelaria, la estratificación del penal. Arguedas define a «El Sexto» como una escuela del vicio, pero a la vez como una escuela de generosidad.
Y es que en ese lugar el escritor encontró lo peor que la sociedad ha parido pero a la vez la esperanza de quienes luchan por cambiarla, sufriendo no solo la privación de la libertad sino torturas y sufrimientos.
En conclusión, el echar a una persona a la cárcel por dar a conocer su protesta sobre un ideal que tiene no es correcto. Según al artículo 59 y 62 de la constitución política de 1933 que ya regía cuando Jose Maria Arguedas fue encarcelado toda persona tiene derecho a reunirse pacíficamente y no ser perseguido por razón de sus ideas, lo que aún permanece en la actualidad para darnos el derecho de poder protestar siempre pacíficamente haciendo conocer nuestra opinión.
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