Amor en la sombra de una muerte segura

Amor en la sombra de una muerte segura.

Capítulo I

Había visto a Adeline muy pocas veces, sus ojos negros como el carbón me cautivaban y lograba perderme en ellos, su cabello tan exageradamente rubio hacia que resaltara en cualquier lugar al que ella iba, y más si usaba su gorro rojo, el cual hacía juego  con sus labios carmesí. Recuerdo cuando la vi por primera vez, tan solo tenía 3 años, y estaba a punto de caer de un puente, afortunadamente –para Adeline, claro está- su madre llego y tras de numerosos gritos y lecciones de nunca correr lejos de ella, y la alejo de mi compañía. La segunda vez fue cuando una carretilla casi hace que viniera conmigo, afortunadamente aquellos caballos blancos como el invierno pararon, haciendo casi imposible mi hazaña. Decidí dejar a Adeline sola, luego de tantos fracasos por que viniese en mi compañía, supe que el destino –no gran amigo mío- jugara en su vida; ella tendría más conciencia y mentalidad lo suficientemente madura para que yo, nunca intentara llevármela más.

Supe que Adeline era diferente, y lo vi cuando el eco de su risa llego a mí. Era capaz de ignorar cualquier cosa mala que estuviese pasando a su alrededor, y eso, era algo bueno sobre ella; también era algo torpe y distraída, le agradaba estar en su propio mundo, en donde la guerra jamás existiría y la paz sería una palabra muy abundante en el mundo.

Pero ahora no hablemos tanto de mí, quiero que vean la magia que llevo a enfocarme en todo lo que Adeline hacía, con tan solo 12 años logro abrirme los ojos, y dejar de que tantas personas vinieran conmigo.

(…)

Capítulo II

Sus dientes castañeaban, sus brazos se encontraban cruzados y completamente congelados, sus lágrimas se helaban cada vez más a causa del frio infernal que existía en aquella casa judía, en la cual tres personas vivían, Dorothy de Ziegler, Gunther Ziegler y Adeline Ziegler. Su vida era completamente tranquila la Señora y el Señor Ziegler estaban felizmente casados, 21 años parecían pocos para una pareja tan enamorada como lo eran ellos, su primogénita Adeline Ziegler, la luz que irradiaba de su amor era como el sol, cálido y feliz, aunque esta luz no se viese desde hace tiempo, debido a que el invierno estaba consumiendo todo a su alrededor, el cielo era gris, el color de Europa, ya no distinguías los árboles secos de los llenos de hojas, mis favoritos siempre fueron los secos, después de tanto luchar en contra de los climas que allí se presentaban, terminaban dándose por vencido, para venir a mi compañía

–Erzeuger, está helando bastante ¿hay alguna otra manta? –Preguntó Adeline, sus dientes empezaban a hacer un cierto ruido por el frio que la estaba consumiendo.

–No, totcher. Es mejor que vengas aquí –Gunther abrió su abrigo, rápidamente Adeline corrió para abrazarlo, una sonrisa casi transparente se asomó en los labios de Gunther, una tonta excusa sobre el frio era perfecta para expresarle a su totcher cuanto la amaba, aunque ella no lo creyese así.

– ¡Gunther Ziegler! –Oyó a su esposa llamándolo desde el sótano,

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