Baudelaire
LauraBernal2128 de Julio de 2014
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Hundir los ojos en los abismos de Baudelaire, aún cuando en su curioso epígrafe él nos advierte de su encanto maldito, es sumergirse hasta las entrañas en la esencia humana, el gusto por lo condenable y la irremediable liviandad con que el mal nos seduce y nos mantiene embelesados hasta sus más malsanas consecuencias. Baudelaire, poeta desgarrado, expone en sus poemas la sublimación del alma del hombre a través del arte y el amor, al mismo tiempo que condena al humano asegurando que el infierno es el único descanso para nuestras atrocidades. Su obra es, desde el principio, una excursión por todos los pecados, fallos y males que caracterizan nuestra existencia, desde la sexualidad desmedida y enferma hasta la mezquindad y el hastío de la vida.
Las flores del mal son los dolores de la vida del poeta y de todo hombre, plasmados y divididos estratégicamente para relatarnos, no sin sobresaltos, la miseria de la existencia. Consta de 6 partes Spleen e ideal, Cuadros parisinos, El vino, Flores del mal y Rebelión, con una conclusión fatal: La Muerte, inevitable dulce compañera de todos nosotros. Cada parte se inspira en una etapa de la vida. ¡El diablo es quien maneja los hilos que nos mueven! , afirma Baudelaire desde el principio en su poema al lector, por mucho unos de mis favoritos. Concibe al poeta como un ser rechazado y apartado, humillado (Por su madre, su mujer, los demás hombres), como un albatros, rey del cielo, caminando torpemente en la tierra . Se ve seducido por dos voces, una que lo invita al camino de los placeres y otra que lo llevará a aventurarse a lo desconocido; Como el hombre, que se debate contantemente entre el bien y el excitante mal. En esta primera parte, Baudelaire exhibe primero los ideales como la belleza la poesía, la mujer y el recuerdo (¿No será éste otro abismo?), concibe el sufrimiento y dolor como la expiación de nuestras impurezas.
El tiempo, cuestión que tortura a Baudelaire, es el enemigo fatal, que se come la vida y nos roe el corazón ; somos como las efímeras que apenas dan un trago a la charca y perecen, como flores que se marchitan después de unos fríos inviernos.
La mujer que Baudelaire presenta es un ser esencialmente animal, fatal, demoniaco y cruel, mas extremadamente bello. Algunos de sus poemas estuvieron inspirados en mujeres que conoció a lo largo de su tortuosa vida como Jeanne Duval, mujer mulata, su ‘venus negra’ y Sarah ‘Louchett’, la musa venal. Duval fue una de sus mayores inspiraciones, siendo inmortalizada en poemas como Perfume exótico o La cabellera. -¡Oh demonio sin piedad!, viérteme menos fuego, no soy el Estigio para abrazarte nueve veces-. La mujer, primero posibilidad de redención, comparada con una criatura infernal, aveces dulcísima, otras despótica, es objeto del amor y el odio del poeta maldito. La belleza está estrechamente ligada a la esencia femenina, su estudio es el duelo en el que el poeta grita de espanto antes de ser vencido , buena acción y crimen a la vez.
La siguiente colección de poemas lleva el nombre de Cuadros parisienses, en donde Baudelaire retrata el París que también se hundía en la melancolía de la urbanización. El bullicio de la metrópolis parece ser objeto de fascinación y desdén del poeta sumergido en el spleen. Observa desde su elevada buhardilla, aislado y ajeno, el tumulto hormigueante, de rostros fríos que se multiplican, como un cortejo infernal que pobla las estrechas calles de los arrabales. Personajes peculiares resaltan de esas multitudes, como la mendiga pelirroja, una niña con la ropa hecha jirones y los pequeños senos asomando, que desata el morbo y la perversión de Baudelaire. Contrastan las viejecitas, mounstruos torcidos y grotescos, llenos de misterio, con la belleza efímera de la mujer que pasa y hace gala de su dolor majestuoso. Este sueño parisiense termina con la aurora que tirita y el París que se despereza frotándose
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