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Caballo de troya.


Enviado por   •  18 de Agosto de 2016  •  Reseñas  •  3.369 Palabras (14 Páginas)  •  295 Visitas

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Escuela Comercial del Valle de México.

Bachillerato P.18.

Introducción a las Ciencias Sociales II.

Profesor: Elizabeth González.

Alumno: Vania Dannae González Villavicencio.

02 de junio de 2015.

Caballo de Troya.

J. J. Benítez nació en Pamplona un 7 de septiembre de 1946. Licenciado en ciencias de la Información por la universidad de Navarra en 1965, comenzó a trabajar en el periódico La Verdad, de Murcia en 1966. Más tarde se traslada a Bilbao donde continuó como periodista para La Gaceta del Norte, en 1979 dejó el periodismo activo y se dedicó a la investigación por completo.[1]

El autor que hemos abordado al principio, genera un texto en donde proyecta su vivencia en el proyecto Caballo de Troya[2], nombre de la obra más famosa de esta persona y que más adelante explicaremos de qué trata.

Primeramente el autor nos describe que para realizar esta obra literaria, tuvo que recurrir a varias investigaciones a lo largo de diversos viajes. España, Washington y algunos estados de México como: Yucatán, Tabasco y Distrito Federal; fueron algunos de sus puntos de partida para adquirir el conocimiento sobre el hombre más famoso del mundo: Jesús de Nazaret.

La inquietud de Benítez principalmente surge por la muerte de El Mayor, quien dejo redactados una inmensa información que inspiraran la obra ya mencionada con anterioridad. Esto acerca a J.J. a descifrar unos manuscritos que se le p1resentan en su investigación. Estos manuscritos son los acertijos que El Mayor dejo sobre la pasión y muerte de Jesús de Nazaret, así como lo que pasó después de su muerte.

Para comprender la aventura de J. J. Benítez, tenemos que hablar de la década de los 60’s y 70’s.

Muchos personajes que saldrán al principio de la obra, laboraba en las instalaciones de la NASA. Ahí se formó un proyecto llamado: Operación Swivel[3]. De esta operación, pronto surgió conocer al Capitán Curtiss, quien iniciaría el proyecto de Caballo de Troya.

Para entender el proyecto se tiene un cuestionamiento del concepto del tiempo.

Al multiplicar nuestros conocimientos sobre los swivels y dominar la técnica de inversión de la materia, apareció ante el equipo una fascinante realidad: «más allá» o al «otro lado» de nuestras limitadas percepciones físicas hay otros universos (las palabras sólo sirven para amordazar la descripción de estos conceptos) tan físicos y tangibles como el que conocemos. En sucesivas experiencias, los hombres del general Curtiss llegaron a la conclusión de que nuestro cosmos goza de un sinfín de dimensiones desconocidas. (Matemáticamente fue posible la comprobación de diez.)

De estas diez dimensiones, tres son perceptibles por nuestros sentidos y una cuarta –el tiempo- llega hasta nuestros órganos sensoriales como una especie de «fluir», en un sentido único, y al que podríamos definir groseramente como «flecha o sentido orientado del tiempo».

En ese raudal de información apareció ante nuestros atónitos ojos otro descubrimiento que cambiará algún día la perspectiva cósmica y que bautizamos como nuestro cosmos «gemelo»

A mí, personalmente, al igual que al general jefe del proyecto, lo que terminó por cautivarnos fue el nuevo concepto del « tiempo». Al manipular con los ejes de los swivels se comprobó que estas entidades elementales no «sufrían» el paso del tiempo. ¡Ellas eran el tiempo![4]

Como ya describimos que gracias a la nueva idea de tiempo surge el proyecto de Caballo de Troya, Curtiss y su equipo plantean tres objetivos a rastrear en el pasado de la historia de la humanidad.

Los hombres de la Operación Caballo de Troya -siempre bajo el mando de Curtiss- perfilaron media docena de «viajes», a cual más fascinante. Sin embargo, la lógica y un estricto sentido del orden hacían poco recomendable la puesta en marcha de varios proyectos a un mismo tiempo. Había que decidirse por una primera exploración, sin relegar por ello al olvido el resto de las proposiciones. Tras muchas horas de debate, y por unanimidad, la cumbre de científicos y especialistas -en sesión de urgencia en la base de Edwards- eligió tres «momentos» de la historia de la humanidad como posibles e inmediatos candidatos para una elección final. Era el 10 de marzo de 1971.

Los tres objetivos en cuestión fueron los siguientes:

1.º Marzo-abril del año 30 de nuestra era. Justamente, los últimos días de la pasión y muerte de Jesús de Nazaret.

2.º El año 1478. Lugar: Isla de Madera. Objetivo: tratar de averiguar si Cristóbal Colón pudo recibir alguna información confidencial, por parte de un predescubridor de América, sobre la existencia de nuevas tierras, así como sobre la ruta a seguir para llegar hasta ellas.

3.º Marzo de 1861. Lugar: los propios Estados Unidos de América del Norte. Objetivo: conocer con exactitud los antecedentes de la guerra de Secesión y el pensamiento del recién elegido presidente Abraham Lincoln.[5]

Nos daremos cuenta a lo largo de la narración de la historia planteada en la obra de nuestro interés, el momento histórico que gana la atención de los investigadores del tiempo, es el primer punto planteado, de regresar al año 30 de nuestra era.

Cuando viajan por el tiempo, logran encontrarse con Jesús y cuestionarse sobre problemas contemporáneos acerca de la fe, Dios, Verdad, Amor, etcétera; todo lo relacionado con lo que Dios ha creado en el mundo terrenal desde su propia emanación. Es importante resaltar que Jasón, que se presenta en los diálogos con Jesús, es El Mayor que inspira el proyecto Caballo de Troya.

La Operación Caballo de Troya contemplaba dos fases perfectamente claras y definidas.

Una primera, en la que el módulo sufriría el ya conocido proceso de inversión de masa, forzando los ejes del tiempo de los swivels hasta el día, mes y año previamente fijados. En este primer paso, como es lógico, mi compañero y yo permaneceríamos a bordo hasta el «ingreso» en la fecha designada y definitivo asentamiento en el Punto de contacto.

La segunda -sin duda la más arriesgada y atractiva- obligaba al abandono de la «cuna» por parte de uno de los exploradores, que debía mezclarse con el pueblo judío de aquellos tiempos, convirtiéndose en testigo de excepción de los últimos días de la vida de Jesús el Galileo. Ese era mi «trabajo».[6]

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