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Comentario Crítico: Los Girasoles Ciegos (por Ángel Henares Civantos)

13 de Abril de 2014

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EL AUTOR Y SU OBRA

Alberto Méndez (1941-2004) nació en Madrid, donde transcurrió su infancia. Estudió el bachillerato en Roma y se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid. Persona de izquierdas, militó en el Partido Comunista hasta 1982. Trabajó en grupos editoriales nacionales e internacionales. Con Los girasoles ciegos, su primer y único libro, publicado a sus 63 años, ganó el Premio Setenil 2004. También fue galardonado, a título póstumo, con el Premio Nacional de Narrativa y el Premio de la Crítica en 2005. Aunque no se dedicó a la literatura hasta sus últimos años, Méndez colaboró en estrecha relación con ella, ya que trabajó en la industria editorial y colaboró en puestos dramáticos y guiones de cine.

Los girasoles ciegos es el único libro escrito por Alberto Méndez, escrito en 2004 y publicado por la editorial Anagrama. La obra se convirtió rápidamente en el fenómeno editorial del año de su publicación. Ambientada en la guerra civil española, la obra inspiró la película homónima dirigida por José Luis Cuerda.

El libro se compone de cuatro relatos aparentemente independientes, pero que se engarzan y se complementan, aunque solo al final encontraremos la relación que guardan entre sí. La acción se sitúa en distintos momentos entre 1936 y 1942, tras la finalización de la Guerra Civil española. Son sus protagonistas un capitán franquista que renuncia a ganar la guerra, un joven poeta que huye con su compañera a la montaña, un preso que busca la forma de retrasar su fusilamiento y un diácono que se debate entre su vocación sacerdotal y la lascivia, y su activismo e ideales fascistas.

Son historias que podrían ser anónimas, tremendamente intimistas y reflexivas que, si no son

verdad, todas ellas podrían ser ciertas. El propio autor ha manifestado que, aunque fruto de la ficción literaria, parten de hechos y protagonistas reales conocidos por él mismo a los que les ocurrió algo parecido. Son historias de tiempo de silencio, en el que no se podía decir lo que se sabía.

La derrota es el título de cada uno de los relatos y es el verdadero tema de todos ellos. Aunque se toma una posición claramente antifranquista, no se trata de un verdadero alegato po-lítico. Es un libro sobre la Guerra Civil que no se centra en la lucha y sus protagonistas, sino en las consecuencias humanas, el sufrimiento y los muertos, en cómo los derrotados fueron perseguidos con saña, un libro donde se reclama la dignidad de los vencidos. Alberto Méndez ha querido rescatar del olvido cuatro historias, cuatro derrotas, que ya se daban por inútiles y olvidadas, pero la guerra deja unas huellas que ni siquiera la victoria puede borrar.

Se trata de un libro apropiado para aproximarnos al drama personal que se vivió en aquellos años y pone de manifiesto que es necesario conocer la historia, recuperar la memoria y entender que en una guerra entre hermanos, al final, todos son perdedores; por eso quizás los personajes vencedores a los que se les da voz en la obra aparecen desorientados, perdidos, como los girasoles ciegos.

Y, sobre todo, es un buen ejemplo de literatura bien hecha. Alberto Méndez ha preferido el cuento a la novela y así lo manifiesta en el texto de En torno al cuento donde, además de señalar a Borges y Cortázar como sus cuentistas preferidos, apunta las virtudes y defectos del género, seña- lando que el cuento se caracteriza por su capacidad sintética y desarrollo vertiginoso, porque sólo utiliza los elementos esenciales de la narración: planteamiento sucinto, enredo esquemático, personajes paradigmáticos y desenlace sorpresivo; cuando eso se logra, comenta, se convierte el cuento en un género absolutamente moderno.

En sus aspectos formales, no existe en los cuentos un narrador único conocedor de toda la historia; por el contrario, el autor hace uso de distintos modos narrativos: un narrador omnisciente o no, el manuscrito o diario encontrado, el relato autobiográfico en primera persona y la confesión mediante carta a una tercera persona. Cuando distintos narradores coinciden en el mismo relato, se emplean distintos tipos de letra.

ARGUMENTO

Los girasoles ciegos es un libro de cuentos articulado a lo largo de cuatro historias- cuatro derrotas, dice el autor- que transcurren entre el período quizá más duro de la posguerra, que va desde 1936 a 1942, y que siendo totalmente independientes están hábilmente entrelazadas entre sí. Sus personajes son seres vencidos. Seres que se encuentran en un camino sin retorno recorriendo una senda de dolorosa entrega e ignorantes de en qué momento su ya maltrecha existencia dará de bruces contra el polvo.

El primer relato, o primera derrota, nos habla del capitán Alegría. Oficial del ejército fascista, Carlos Alegría se rinde a los republicanos cuando las tropas golpistas están entrando en Madrid. Postura que, lógicamente, no es entendida por ninguno de los dos bandos, pero que el oficial explica que toma, entre otras muchas razones aparentemente arbitrarias, porque sus correligionarios no querían ganar la guerra, sino matar al enemigo. Su entrega le acallará la mala conciencia de haber sido miembro de un ejército que, para vencer, ha tenido que cometer tantas atrocidades y crímenes Como dice Ramón Pedregal a propósito de una reseña sobre el libro: “El capitán Alegría es un Bartleby que cuestiona la norma de aquellos con los que vive y no puede abandonar su visión de lo que ocurre”.

La segunda derrota, quizá el relato más logrado y sobrecogedor de los cuatro, nos cuenta el breve periplo de un joven poeta que huye de los vencedores hacia las montañas asturianas en compañía de su mujer embarazada. En medio de la soledad y el frío la muchacha da a luz a un niño y muere tras el parto. A través de un diario íntimo, donde el adolescente deja escrito su miedo, se nos va poniendo en antecedentes de la vana lucha que emprende el joven padre para salvar la vida de su hijo.

El tercer relato, o tercera derrota, gira alrededor del soldado republicano Juan Serna. Cuando el presidente del tribunal que debe juzgarle y su mujer se enteran de que el soldado enemigo conoció y vio morir a su hijo (un ser abyecto que fue fusilado por sus múltiples delitos) le conminan a que hable y hable sobre ese hijo. Intentando arañar unos días más a la existencia, convierte al joven traidor en el héroe que quieren los padres. Mas la impostura pronto le asquea y cuenta la verdad. Verdad que indefectiblemente le llevará a la muerte.

La historia, o la cuarta derrota, que cierra el libro transcurre en la opresiva vida cotidiana del nuevo régimen. En ella se habla de Ricardo. Un “topo” al que toda la familia protege entre miedos y silencios. Desde el armario en el que vive encerrado contempla impotente y horrorizado el acoso libidinoso que sufre su mujer por parte de un diácono, profesor del hijo del matrimonio. El final es dramático y desolador.

TEMAS

En las cuatro historias hay dos constantes o temas que se repiten: EL ENCIERRO y EL MIEDO.

1. El encierro: En los cuatro relatos, la dinámica es siempre hacia adentro. Los personajes están en la cárcel (en dos cuentos), en la braña (entre los montes de Asturias, lugar inaccesible, sin salida en el invierno), o en el armario. Esta imagen funciona como una cruel metáfora de la realidad: los espacios se parcelan después de la lucha, se acentúa la división en el plano físico, se levantan barreras, se cierran puertas y se construyen rejas. Circular libremente es peligroso o imposible, porque el enemigo puede volver a golpear. El país queda dividido, los hombres se meten en sus guaridas como animales apaleados, o son enjaulados por sus enemigos políticos. La libertad no existe para los que piensan de distinta manera a los vencedores, se humilla y se castiga: “Que alguien quiera matarme no por lo que he hecho, sino por lo que pienso … y, lo que es peor, si quiero pensar lo que pienso, tendré que desear que mueran otros por lo que piensan ellos.” (p.129), dice Ricardo Mazo, el “topo”. La paz después de la guerra no es liberadora, ya que se traduce, para muchos, en una estela de odio, lágrimas y muertos, advertencia de Méndez que debería bastar para que se evite repetir los mismos errores del pasado. Este movimiento hacia el interior es constante, y crea una sensación de ahogo en el lector que respira un clima claustrofóbico.

2. El miedo: Ni siquiera quien gana deja de sentir miedo; nadie que haya vivido una guerra se muestra indiferente, y aunque se perdone, no se olvida. El miedo es crónico en el mundo que crea el autor en la novela: “Tengo miedo de que el niño enferme, tengo miedo de que muera la vaca a la que apenas logro alimentar desenterrando raíces (…). Tengo miedo de que alguien descubra que estamos aquí arriba en la montaña.” , (p. 49), dice el padre-poeta del segundo relato. Además, existen dos elementos que acompañan al miedo: el silencio y la soledad. Y ambos están relacionados con el encierro: “Hablar siempre en voz baja es algo que ,poco a poco, disuelve las palabras y reduce las conversaciones a un intercambio de gestos y miradas. El miedo, como la voz queda, desdibuja los sonidos porque el lado oscuro de las cosas sólo puede expresarse con silencio” (p. 115), manifiesta el narrador en el cuarto relato. La comunicación se evita para no tener problemas, y la soledad es un refugio natural para quien tiene miedo, porque así se siente uno más seguro, si bien en estas historias, la soledad no es voluntaria: está solo el prisionero, el “topo” por temor a que alguien

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