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Cuento.


Enviado por   •  9 de Octubre de 2012  •  Informes  •  561 Palabras (3 Páginas)  •  346 Visitas

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MI ESPOSA ME RECOMENDÓ SALIR CON OTRA MUJER

Después de varios años de matrimonio, descubrí una nueva manera de mantener viva la chispa del amor. Desde hace poco había comenzado a salir con otra mujer; en realidad había sido idea de mi esposa. Tú sabes que la amas, me dijo un día tomándome por sorpresa. La vida es muy corta, dedícale tiempo. Pero yo te amo a ti, protesté. Lo sé, pero también la amas a ella.

La otra mujer a quien mi esposa quería que yo visitara, era mi madre, viuda desde hace unos años, pero las exigencias de mi trabajo y mis hijos hacían que sólo la visitara ocasionalmente.

Esa noche la llamé para invitarla a cenar y al cine. ¿Qué te ocurre? ¿Estás bien?, preguntó.

Mi madre es el tipo de mujer para quien una llamada tarde, en la noche, o una invitación sorpresiva, es indicio

de malas noticias.

Creí que sería agradable pasar algún tiempo contigo, le dije. Los dos solos. ¿Qué opinas?

Antes de responder reflexionó un momento. Me gustaría muchísimo, dijo.

Ese viernes, mientras conducía para recogerla después de mi trabajo, me encontraba nervioso; era el nerviosismo que antecede a una cita. Cuando llegué a su casa, vi que ella también estaba muy emocionada.

Me esperaba en la puerta con su viejo abrigo puesto, se había rizado el pelo y usaba el vestido con el que celebró su último aniversario de bodas, su rostro sonreía, irradiaba luz como un ángel.

Les dije a mis amigas que iba a salir con mi hijo y se mostraron muy emocionadas. No podrán esperar hasta

Mañana para escuchar acerca de nuestra velada, comentó mientras subía a mi auto.

Fuimos a un restaurante no muy elegante, pero sí muy acogedor. Mi madre se aferró a mi brazo como si fuera “la

Primera dama de la nación”. Cuando nos sentamos tuve que leerle el menú. Sus ojos sólo veían grandes figuras.

Cuando iba por la mitad de las entradas, levanté la vista; mi madre estaba sentada al otro lado de la mesa y sólo

Me miraba. Una sonrisa nostálgica se le delineaba en los labios. Era yo quien te leía el menú cuando eras peque-

No, ¿recuerdas? Entonces es hora de que te relajes y me permitas devolver el favor, respondí.

Durante la cena tuvimos una agradable conversación; nada extraordinario, sólo

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