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EL Cuentista (Fragmento)

Arturo ELeReseña22 de Noviembre de 2015

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LA PUPILAS

Tulio respiró el cálido y perfumado aliento de las dos chicas a sus costados cuando terminó de recitarles la metáfora oculta tras el mito de Isis y Osiris. La tierra, la vida, la belleza y el amor, lo suspiraban ellas junto a su cuello.

        Tulio era un apuesto joven, neófito en los veinte. Vivía sólo en una enorme casa que lo había recluido en la soledad debido al trágico destino que tuvieron sus padres. No estudiaba y ganaba dinero de trabajos provisionales que lo ayudaban a comer, a pagar impuestos y a  mantener su eterno e insaciable vicio de conocimiento; devorando libros o revistas que compraba en el súper mientras se abastecía de víveres. De esta manera lograba vencer la monotonía del tiempo y la soledad de una casa tan grande que sólo le brindaba de compañía su propio eco hasta en el más mínimo susurro. Así fue su vida hasta que conoció a Mónica y a Escarlata, un par de mujeres que hicieron que los ecos en los altos muros níveos del recinto empezaran a llenarse todas las noches y poco a poco los días, de historias, de risas, de llantos y románticos silencios.

  1. Mónica

        Una mañana, Tulio se levantó con ganas de dejar su viejo empleo –que había adquirido hace apenas un par de semanas– y decidió empezar un club de lectura para niños de edad preescolar que tuvieran curiosidad por aprender, sin necesidad de que forzosamente supieran leer. Durante la primera semana, nuestro futuro mentor de mozalbetes fue de puerta en puerta sugiriendo su idea y su casa como recinto para explotarla, empezó con su calle y después siguió con algunas más del perímetro. Ni siquiera había empezado la segunda semana cuando Tulio ya se encontraba rodeado de una docena de niñas y niños que atentos escuchaban los cuentos que éste les leía en medio de su sala.

        Así siguió Tulio leyendo cuentos infantiles por las mañanas a lo largo de un mes. Treinta días llenos de aprendizajes nuevos que fluían de infantes a exponente y viceversa. Todo ese proyecto lo tenía más feliz que nunca, la casa se llenaba de vida y el podía compartir sus conocimientos y adquirir unos nuevos, además de que había hecho buenos amigos de cinco a siete años que lo instruían en divertidas actividades al aire libre; ya fuera en lo alto de un árbol o en el fondo de un charco de lodo. Y aunque algunos niños habían desertado por falta de interés, pues eran llevados forzosamente por sus madres, Tulio tenía un grupo bastante grande de críos a cuyos brillantes e ilusionados ojos gustaba mirar cuando se detenía creando suspenso antes de narrar una escena llena de misterio. Algunas de sus historias eran cuentos de hadas conocidos popularmente, otros eran mitos de culturas antiguas adaptados para niños, pero la mayoría y los más gustados eran cuentos que él mismo inventaba y que incluso a las madres de los pequeños fascinaban. Al ser desempleadas, algunas mujeres solían quedarse con sus hijos a escuchar los cuentos, y por una hora darse un respiro de las tareas del hogar; otras estaban atadas al esclavismo de maridos machistas cuyos arcaicos convencionalismos, al igual que princesas las recluían día y noche tras las paredes de sus castillos. Tal era el caso de Mónica.

        – Te he observado– dijo un día Tulio a Mónica al final de una sesión– pareces nunca querer irte cuando las historias terminan y al ver tu mirada es exactamente igual a la de esas princesas de los cuentos que tu hijo escucha, sólo que tu príncipe resultó ser otro dragón que custodia tu libertad. Sin embargo, no tienes de qué preocuparte, la vida es el borrador de una historia y como tal se puede cambiar a tu gusto, agregas capítulos, los borras, planeas finales, tu sabes, lo que hace un autor. Tulio sonrió a la mujer y está se despidió limpiando la humedad que la cruda verdad acababa de extraer de sus grandes ojos negros, un cuento de hadas que salió mal, crecimos con ellos y queremos hacer de nuestra vida uno, que frustración puede llegar a ser plantarse en una realidad que jamás se llegó a concebir.

  1. Escarlata

        Una curiosa ex universitaria llegó tras el primer mes. Acaba de graduarse en artes plásticas y después de enterarse de alguna forma del club de lectura, consiguió unirse al grupo de niños que en un mar de cojines a los pies de Tulio escuchaban historias de dragones y quimeras mitológicas.

Mi hijo vendrá después. Primero me gustaría ver de qué va esto – argumentó la recién graduada la primera vez que se apareció. Aunque nunca hubo ningún hijo, el único niño era el que vivía dentro de ella y su personalidad curiosa.

Se llamaba Escarlata y era tan curiosa como un niño de cinco años de edad. Las usuales y características miradas de intriga, ensueño y pasión que las historias solían arrancar de los rostros de los pequeños, las vio Tulio en un semblante y cuerpo femenino que irrevocablemente lo hechizaron. Quedó cautivado como si se tratase de la más bella historia que acabara de comenzar a leer o a escribir o a narrar. En ese momento aún no sabía qué clase de personaje o universo, o criatura sería ella o si sería la principal; pero sí que estaba seguro de que Escarlata ocuparía un lugar importante en su obra maestra.

        Mónica y Escarlata se mantuvieron fieles como los otros niños a los cuentos durante mucho tiempo. Mónica escuchaba parada en un rincón, conservando el porte y la seriedad característicos de una madre estereotipada por la influencia de un marido machista; mientras que contrario a ella Escarlata, la completa antítesis de Mónica, libre de hacer lo que desea sin rendir cuentas a nadie y sin preocuparse de ser juzgada por nadie, tirada sobre su vientre, escuchaba maravillada y sin esconder una sola emoción que provocaran las historias que salían de la mente y la boca de Tulio. Jugaba con los niños como si fuera una de ellos, a veces tan simbiótica era su mimetización que llegaba a ser ruda con los chicos y los hacía llorar o se peleaba con ellos; no obstante, la mayoría de las veces terminaba igual de sudada y colorada que ellos después terminar con los juegos a la hora en que las lectura y los mundos fantásticos terminaban. Tulio la miraba divertido, riendo de sus bobos juegos que proponía a los chiquillos y de las tonterías que decía en sus diálogos tergiversados cuando llegaban a representar una de las historias recién contadas. Luego, mientras los pequeños conseguían cansarse con sus juegos, Tulio charlaba con algunas de las madres que de vez en cuando asistían a acompañar a sus hijos durante toda la sesión -Mónica siempre entre ellas-, todo con el fin de disuadirlas de criticar a Escarlata y su “inmadurez”, armado con su característica y respetuosa elocuencia que siempre terminaba encantando y por ende, funcionando.

  1. El despliegue del hilo

Lamentablemente para los niños, el club de lectura terminó. Tulio había decidió que ya había aprendido lo suficiente y decidió que era el momento de que su vicio por conocer tomará otras rutas inexploradas. Simplemente se había aburrido y Escarlata fue quien inconscientemente lo motivó a esa decisión.

        – ¿Qué son las Moiras? – había saltado estrepitosamente Escarlata con su brazo en alto cuando Tulio contaba el mito griego de Agrio y Toante. La chica nunca se había dirigido al cuentista y esto, combinado con lo curiosa que había sido la pregunta hecha por los propios labios de la chica, impulsaron de inmediato a Tulio en su decisión de darle fin al club.

        – Las Moiras – comenzó Tulio mirando al fondo de la sala, pues Mónica no se había resistido y había alzado la mano igual que Escarlata para dilucidar la misma duda – son, por decirlo de alguna forma, las causantes de que ustedes dos hayan llegado a ser tres – explicó el cuentista mirando divertido el consternado semblante de las dos mujeres. El juego de palabras cultivó un silencio en el recinto mientras las mentes de cada uno de los oyentes trataban de interpretarlo. Como fue de esperarse los niños fueron los primeros en rendirse y comenzar su escándalo, le siguieron las madres de estos al intentar callarlos, Mónica y Escarlata sin embargo seguían en silencio, y tras mirarse unas a otras terminaron sus interrogantes miradas en el joven narrador. Escarlata anunció por vez primera una expresión de seriedad que nunca antes de ese momento, Tulio había conocido.

La sesión pronto se dio por terminada y sin más tiento que un médico, el joven relator anunció esa reunión como la última y presentó su clausura. Un tropel de reclamos estalló al instante, Madres y niños incrédulos pedían explicaciones al joven quien amablemente se las proporcionó a su manera mintiendo que había encontrado un nuevo trabajo o que tenía que salir del país, cualquier cosa que dijera las damas de casa, que lo habían llegado a conocer muy bien, la creerían. Las madres comprensivas al final y después de muchos agradecimientos y cordiales despedidas se marcharon con sus chicos. Al salir la última, Mónica, su hijo y Escarlata se encontraron a solas con Tulio.

Poco a poco ambas se fueron acercando, Mónica fue quien más tardó en romper la distancia.

        – Fue un placer – dijeron una a una estrechando la mano del joven.

        – Lo será – sonrió el chico a ambas. Mónica al oírlo, se marchó nerviosa y apresuradamente. Escarlata intrigada, indagó en la mirada de Tulio paladeando las palabras e intentando encontrarles sabor, dudó en preguntarle a qué se refería, al final no lo hizo, simplemente se limitó a dibujarle una sonrisa con sus carnosos labios y después se marchó.

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