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El Hombre En Busca De Sentido


Enviado por   •  15 de Agosto de 2011  •  3.066 Palabras (13 Páginas)  •  1.038 Visitas

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Resumen

El libro, de manera autobiográfica, relata la vida del autor Viktor E. Frankl en los campos de concentración de la antigua Alemania nazi. Relata la crueldad y maldad con la que los soldados de las SS maltrataban a los prisioneros y a su vez explica como incidía la vida en el campo de concentración en la mente del prisionero medio.

En un campo de concentración había dos tipos de prisionero diferentes, a saber:

el prisionero corriente, que sufría los trabajos más duros y recibía la crueldad de los soldados y los denominados capos, estos capos eran prisioneros con privilegios y a menudo trataban a los otros prisioneros peor que los mismísimos soldados.

Nada más llegar al campo de concentración, que en este caso era el de Auschwitz, al prisionero se le quitaban sus objetos personales y sus documentos de identidad y se les identificaba con un número. Después se hacía una primera selección que para algunos tendría un destino fatal. Agrupaban a los enfermos, deformes, débiles

o que en resumen, tenían algún defecto para trabajar y los enviaban a alguno de los campos centrales, provistos de crematorios y cámaras de gas.

Los trabajos forzados de los prisioneros tenían, a veces, una recompensa en forma de cupón. Dicho cupón se podía canjear por 12 cigarrillos o una docena de raciones de sopa. Normalmente los cupones se guardaban para la sopa, pero, gracias a ellos se podía distinguir cuando un prisionero perdía las ganas de vivir y se fumaba sus cigarros para disfrutar de sus últimos días de existencia. El autor de este libro divide la vida en el campo en tres fases:

Fase uno, El internamiento en el campo.

El síntoma que caracteriza esta fase, según Frankl, es el shock. Unos 1500 prisioneros viajaban en un tren que estaba abarrotado. Eran unos 80 en cada vagón y creían que los iban a destinar a una fábrica de munición. Entonces se dieron cuenta que los habían trasladado hacia Auschwitz, un campo de concentración, al bajar, los recibieron un grupo de prisioneros que hablaban en todas las lenguas europeas imaginables y que parecían bien alimentados. Luego se sabría que era un grupo especial de prisioneros que hacían las funciones de comité de bienvenida. Por ello los prisioneros que llegaban pensaron que podrían compartir su situación.

En psicología, existe un estado de ánimo llamado “La ilusión del indulto” en la que el condenado a muerte a punto de morir, concibe la ilusión en la que sería indultado. Lo mismo les pasaba a esos prisioneros, se agarraban a los últimos jirones de esperanza que les quedaba. Llegó el momento de la desinfección, donde les quitaron todos sus objetos personales, Frankl perdió un manuscrito de alto valor, les afeitaron todo el cuerpo y les dieron una pastilla de jabón.

A partir de ese momento lo único que tendrían aquellos prisioneros seria su existencia desnuda. Ningún enlace material hacia su vida anterior. Después en la ducha a todos los prisioneros los embargó un humor macabro. Sabían que nada tenían que perder así que se pusieron a bromear sobre ellos mismos. Aparte del humor, otra sensación se apodero de ellos: la curiosidad, que suele aparecer ante ciertas circunstancias extrañas. Se tenía ese ánimo como medida de protección, todos deseaban saber que pasaría a continuación. La amenaza de muerte continua, lo desesperado de la situación y el preguntarse quién sería el siguiente abrigaba en ellos el pensamiento de suicidarse o lanzarse contra la alambrada, como decían ellos. Seguidamente un colega de Frankl salió de su barracón a pesar de la prohibición y les dio unos consejos alentadores, como el de tener una apariencia joven y lozana. Puesto que a los que parecían enfermos y demacrados por fuera y por dentro eran los que más probablemente fueran derechos a la cámara de gas. A estos últimos se les llamaba musulmanes.

Fase dos, La vida en el campo

Las reacciones de la fase anterior empezaron a desaparecer a los pocos días. A todos los prisioneros los invadió un síntoma de apatía, en la que se llegaba a una especie de muerte emocional, desaparecen sus sentimientos ante la visión de cosas tétricas que ocurren todos los días (como el niño que se le hielan los pies y se medió arranca los dedos con unas tenazas), hasta que al final esas escenas se hacen habituales y se acostumbraban a ellas. Esta apatía era un mecanismo necesario de autodefensa, ya que el prisionero olvidaba todo dolor y sufrimiento y se centraba en un único objetivo, el conservar la vida propia y la de otros compañeros. Los deseos más primitivos de los prisioneros, como comida, un baño caliente, cigarrillos, etc. se hacían ver en

sus sueños. En una ocasión, Frankl pretendía despertar a un compañero que estaba teniendo una pesadilla. Pero al final lo dejo porque por muy horrible que fuera la pesadilla siempre sería mejor que la realidad en el campo.

El hecho de la desnutrición que sufrían y que la ausencia total de sentimentalismo provocaba también que el deseo sexual fuera nulo. Pero a pesar del primitivismo físico y mental. Los prisioneros llevaban una profunda vida espiritual. Las personas de constitución débil y que habían llevado una vida espiritual profunda parecían llevar mejor la vida en el campo que las personas fornidas. Esto se debe a que se retrotraían a una vida de riqueza interior y de libertad espiritual. Eso sí, no cabe duda de que estas personas de complexión endeble sufrieron muchísimo.

Para aliviar el sufrimiento de los prisioneros se crearon una especie de terapias de grupo basadas en el humor. Se parodiaba todo aquello que había en el campo y por muy horrible que fuera siempre se reían de ello.

La suerte de Frankl se fue incrementando poco a poco. Fue trasladado desde trabajos en el exterior a las cocinas y posteriormente se presentó voluntario para trabajar en un campo destinado a enfermos de tifus desempeñando tareas sanitarias.

Una cosa anhelada por el prisionero era la soledad. Dado que vivían en una sociedad comunitaria impuesta, no tenían ocasión de estar a solas consigo mismos. Frankl encontró un lugar destinado a ello cuando lo trasladaron a un campo de reposo.

Los prisioneros eran un juguete del destino. Lo que les hacía más inhumanos de lo que las circunstancias habrían hecho presumir. Se observaba a los musulmanes (prisioneros enfermos y demacrados) con curiosidad para ver si sus zapatos eran mejores que los de uno y los prisioneros solo eran un simple número, no contaban con personalidad. El canibalismo hizo aparición justo

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