El Matadero

Antes que nada, para entender el ¿Por qué? del repetido abuso del poder, hay que remontarnos al inicio de todo. A la Argentina dividida y al tirano gobernador con los que se encontró Echeverría, precursor de nuestra literatura, en 1830 cuando volvió a Bs. As.

A mediados de 1819 la Argentina se vio dividida en la capital, Buenos Aires, y el campo, es decir, el resto del país. Para estos últimos Buenos Aires solo era un “nido de presuntuosos, intelectuales y mercaderes con pretensiones aristocráticas” mientras que para los habitantes de la capital en el resto del país vivía la barbarie (gauchos, campesinos, indígenas).

Ambos sectores querían un gobierno diferente, por un lado en Buenos Aires, Provincia de unitarios, se quería una república que fuera gobernada desde la capital. Mientras que el campo, federales, exigían que cada provincia tuviera cierta independencia, libre del control absoluto de Bs. As.

Ante esto las autoridades divisaron una amenaza de anarquía por lo que eligieron a un federal que “intentara” formar un gobierno central y autoritario. Fue así como en 1829 Juan Manuel de Rosas asume el cargo de gobernador de la Prov. de Bs. As. y más tarde en 1835 asciende a jefe supremo de la república.

“Nace entonces la primera de las varias tiranías que repetidamente desangrarán la Argentina, desde mediados del S. XIX hasta la dictadura militar de los años 70” (pág. 2, Estética de El Matadero, Alberto Manguel)

Rosas era un estanciero, dueño de un saladero y de una flotilla de barcos exportadores de carne, que conocía bien el campo y sus costumbres. No es de extrañar que una de las primeras cosas que hizo cuando asumió el poder, fue organizar una milicia de gauchos propia.

Como dato a destacar de este personaje, de nuestra historia, cabe mencionar lo contradictorio de su mandato. Aun cuando uso e impuso la designación federal, su gobierno, establecido íntegramente en Buenos Aires, fue en términos prácticos, un gobierno unitario.

La dictadura absoluta y sangrienta de Rosas que usaba el rojo como color simbólico. Obligaba a todos los ciudadanos a vestir una insignia roja con la leyenda “MUERAN LOS SALVAJES UNITARIOS”. Retratos del restaurador debían ser exhibidos en todas partes. Toda actividad artística o literaria era perseguida por ser “antinacional”. Asesinos a sueldo, La Mazorca, se encargaban de los opositores del gobierno, muchas veces tajándoles el cuello y haciéndolos “bailar” en su propia sangre, al ritmo de una canción a la que llamaban La Resbalosa.

Estas actividades de por sobre todo odio a sus opositores se describe muy bien en la obra literaria El Matadero de Esteban Echeverría donde el narrador primeramente nos ubica en una época en la que la economía y la vida en el país eran decadentes, además de estar en temporada de cuaresma

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