El Muro
caramelkisselfSíntesis22 de Abril de 2013
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Capitulo 1:
La ciudad, el río, el chico.
En la desembocadura Pepo, el extraterrestre.
Una idea.
Había una vez una gran ciudad donde vivían dos chicos, un varón y una nena. El chico se llamaba Matías y sus amigos lo llamaban Matu. La chica se llamaba Angelika y para todos era Angie.
La ciudad constaba de dos partes. Una quedaba al este; la otra, al oeste. Matu vivía en la parte este de la ciudad; Angie, en la parte oeste. Pero entre este y oeste había una frontera muy recta y hostil. La ciudad se llamaba Berlín.
A través de la ciudad dividida corría un río. Hacia el sudeste, entraba en la ciudad y hacia el noroeste volvía a salir. El río se llamaba Spree y en sus orillas había mucho verde, pero también muchas fábricas y casas. Y el tramo del río que atravesaba la ciudad también estaba dividido.
Matu vivía no muy lejos de Spree, entonces siempre se sentaba en la barranca, apoyaba los codos sobre las rodillas, la cabeza sobre las manos y miraba el agua y siempre soñaba con el río, sabía que el Spree desembocaba en el Havel y este a través de varios ríos y canales desembocaba en el Elba. Y el Elba desembocaba en el océano Atlántico Norte.
De repente algo lo despertó del sueño haciéndole cosquillas, era Pepo Klemm, su compañero de banco en la escuela y su mejor amigo.
Obviamente, Pepo no se llamaba Pepo de verdad, sino Damián, aunque nadie sabia bien el porque del sobrenombre. Pepo no era muy bueno que digamos para la escuela, la profesora había organizado para él clases de apoyo, y Matu siempre se quedaba a ayudarlo pero ese día no tenia ganas de pensar en la escuela. Matu tomó una rama y la arrojó al agua, le pregunto a Pepo donde podría llegar esa rama, él se quedo un momento pensando y luego re respondió que la rama no podía llegar a ningún lado porque se pudriría, Matu se quedó mirando a Pepo un largo rato y luego le propuso que tenia que ser otra cosa más sólida y no una rama, en ese momento Pepo dijo de una botella, a Matu le había gustado la idea, pero no se animaba a decírselo, pero igualmente él percibía que había dicho algo genial, Matu se quedo mirando el Spree y pensó que su mensaje tal vez podía llegar a América, Pepo entonces recibió los elogios merecidos, y le preguntó si el quería enviar uno pero Matu no negó, se dio media vuelta y se marcho.
Capítulo 2:
Angie de Leo
Una pequeña charla
El mundo de las damas
Una casita con jardín.
El mismo día en que Matu y Pepo miraban el Spree, también Angie estaba mirando el río. Solo que unos kilómetros río abajo, en la desembocadura del Hansa. Allí, entre las muchísimas casas había un pequeño puente sobre el Spree: la pasarela de la calle Wullenweber. Justo al lado había un sauce en el cual se encontraba Angie descansando magníficamente sola, ella estaba triste ya que hacia una semana que vivía en ese barrio, antes vivían en el Leopold-Platz, también en Berlín Occidental. Ella había crecido en aquel barrio, y conocía chicos, negocios, a sus vecinos y cada esquina le era familiar, allí todo le parecía extraño, los chicos le parecían idiotas, especialmente los de la escuela que la llamaban “bagre” desde el primer día de clases, porque era un poco mas chiquita, más flaca y más pálida que ellos.
Angie en el antiguo barrio jugaba al fútbol en el equipo femenino del Club de Fútbol de Leo.
Un grito de la madre que la llamaba apurada, porque se tenia que ir a trabajar, y mientras se dirigía a la casa pensaba que si sus padres no se habrían mudado tan lejos no andarían tan apurados, en el camino se le adelanto un chico en bicicleta, ella lo había visto un par de veces y sabía que sus padres eran turcos y que tenían una pequeña sastrería en la esquina de la calle Solinger.
Al pasarla el chico le tiro una risita sobradora, ella giró su rostro, pero se había puesto colorada, le pasaba cada vez que un chico la miraba así.
El chico frenó, se bajó de la bici y la miró de frente, se apartó el pelo de la cara. Tenía cabello azabache, anchas cejas negras y tez muy morena. El había encontrado su brazalete rojo y se lo devolvió, Angie se pudo aún más colorada que antes, lo tomó, le agradeció y continuo su camino, el chico se subió a la bici y se echó a andar junto a ella.
El se presento y le dijo que se llamaba Cabbar, pero que le decían Boby.
Angie se detuvo ya que estaba frente a su casa, Boby se bajo de la bicicleta y le sugirió seguir la charla, esta ves había sido él el que se puso colorado, y no afloro ninguna risita, Angie le contesto que si y propuso que se vean al día siguiente a las tres, ya que la tienda donde trabajaba su madre abría y no le estaría encima.
Ella ingreso a la casa, si la madre salió apresuraba al trabajo ella trabajaba en “ El mundo de las damas” una tienda de ropa de lo más elegante, no le agradaba trabajar ahí, pero no había podido encontrar tan rápido otro empleo.
En cambio en padre era jefe de personal en Seguros y Beneficios y a veces tenia que llevar al aeropuerto a amigos de la compañía.
Angie se puso a pensar en Boby, y se puso de muy buen humor, de repente sonó el teléfono, era el padre avisando que a la noche no iba a llegar para cenar, colgó y se quedo muy triste y amargada porque nadie la comprendía, la madre siempre debía irse a “EL mundo de las damas” y el padre que llamaba continuamente: no aguantaba más.
Capítulo 3:
Matías Loerke, RDA
El chico bajo las palmeras
Rejas en el agua
Una prueba.
Al día siguiente amaneció soleado, mientras Angie se levantó enseguida para poder ver a su papá por la mañana, aunque fuera por un ratito, Matu se quedó en la cama para poder seguir pensando un poco en su idea. Aunque la idea era más bien de Pepo no lo había dejado dormir en toda la noche.
Primero se había quedado una hora leyendo “Los hijos del capitán Grant”, un libro en el que también había un mensaje en una botella, y luego se había quedado todavía un rato más largo pensando en el libro.
El mensaje en una botella del que hablaba el libro procedía del desaparecido capitán Grant. El lord, que encontraba su botella con el mensaje, partiría en busca del capitán y llevaba a los hijos de este con él. En su búsqueda recorrían el mundo entero, vivían aventuras increíbles, pero al final encontraban al capitán.
Matu no estaba muy satisfecho ya que la botella había sido encontrada en la panza de un tiburón, y él quería saber hasta dónde habría llegado una botella arrojada al mar.
Pero al fin era igual, si su botella no llegaba hasta América, llegaría tal vez al África o a Australia. Eso también era lejos. Echaría al río una botella con un mensaje, eso estaba decidido. No se lo diría a nadie, porque no quería que los demás lo tomaran por loco.
Matu se levantó , se sentó en el escritorio y sacó una hoja de papel. En el libro el capitán había redactado su mensaje en tres idiomas, pues no podía saber a donde llegaría su carta, así que Matu también hizo lo mismo: alemán, inglés y ruso. Francés y Español lamentablemente no sabía.
Primero en alemán. Mi nombre es Matías Loerker, vivó en la Nueva AvenidaKrung 72, República Democrática Alemana, 1193 Berlín. Tengo casi doce años y voy a sexto grado. Quien encuentre este mensaje, escríbame. Responderé seguro.
Mis amigos me llaman Matu. Muchos saludos Matías Loerke, RDA.
Así luego en inglés: my name is ....., luego en ruso. Moja imja Matías Loerke, ja schiwu...., escribió en alfabeto cirílico debajo del texto inglés, guardó el papel con el mensaje para su botella en la cartera.
La botella también era un tema, ya que no sabía que clase de botella tenía que utilizar, pensó en una botella vacía de su padre, pero luego se dio cuenta que el corcho podía llegar a pudrirse.
El abuelo Haase aún tenía guardadas en el sótano un par de viejas botellas con una traba a presión. La trababa un metal y el tapón de porcelana: no podían abrirse en el agua. Si el abuelo le regalaba una, el problema estaría resuelto, y eso lo podría lograr tranquilamente ya que Pepo y él le traían continuamente cosas del sótano.
De repente el grito de su madre par que valla al colegio, siempre iba con Pepo que todas las mañanas lo esperaba en la esquina, Matu caminaba muy rápido ya que quería tener el texto listo antes de que comenzara la hora, cosa de poder salir corriendo directamente hacia lo del abuelo Haase, y el pobre Pepo lo venia corriendo con la lengua fuera y a los gritos, ya que no entendía nada.
Antes de que comenzara la hora ya tenia su texto listo, ahora sólo tenia que esperar que la case terminara.
Por fin sonó el timbre anunciando que la quinta hora había terminado, Matu salió tan rápido del aula que Pepo ni siquiera alcanzó a verlo.
El abuelo Haase vivía en la Avenida del Dique, en el cuarto piso, pero hasta el sótano había cinco escaleras, y con setenta y cuatro años y ciática en la columna y reuma en las articulaciones bajar le resultaba una gran aventura.
Era gracias a la escuela que Matu y Pepo estaban a su cargo, ellos se alegraban de que les hubieran asignado al abuelo Haase y no unos de esos viejos cascarrabias.
Matu subió corriendo hasta
...