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El arpa y la sombra


Enviado por   •  16 de Abril de 2022  •  Trabajos  •  2.079 Palabras (9 Páginas)  •  110 Visitas

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El arpa y la sombra

Aitor Vico Villa

 Alejo Carpentier y Valmont

Alianza Editorial 1ª Reimpresión (Madrid, 2020)

Para llegar a entender la obra del autor debemos saber al menos brevemente ciertas características de su vida. Alejo Carpentier y Valmont (Lausana, Suiza, 26 de diciembre de 1904 – Paris, Francia, 24 de abril de 1980)[1] tuvo gran influencia de muchas culturas generando en él un “mestizaje cultural” proviniendo tanto de su padre francés y madre rusa y todos los lugares en los que vivió y aprendió su cultura desde temprana edad, siendo su primer país Cuba, donde pasó su infancia y a través de sus estudios musicales descubrió su pasión por la literatura.

El propio autor se identificaba como cubano (al que incluso se le consideraba de nacimiento)[2] al estar muy arraigado en sus primeros años y últimos. Pero debido a sus ideas contrarias a la dictadura en 1927 tuvo que exiliarse a París, lugar donde vivió hasta 1939, tiempo que le bastó para relacionarse con figuras próximas al movimiento surrealista, influyéndole en su percepción acerca de América y su sociedad.[3] Esta evolución en su pensamiento lo empujó a viajar a México y Haití para intentar entender y expresar su visión de ese mundo americano al resto de personas, dada una ignorancia generalizada en el resto del globo. Pero no fue hasta su autoexilio en Venezuela (1945-1959) que adquirió el sumun de su madurez literaria, dado su cambio a lo largo de su vida e influencia de la música,[4] dándonos como prueba de ello obras como “Los pasos perdidos” (1953), “El acoso” (1956) y “El siglo de las luces” (1962).

La obra El arpa y la sombra (1978) nos narra en tres partes y en distinto plano temporal a Cristóbal Colón como figura histórica.

  • “El arpa” atañe al proceso de beatificación iniciado por el Papa Pío IX y su viaje al recientemente independizado Chile durante su juventud.
  • “La mano” corresponde al momento en el que el moribundo Colón está postrado en cama y reflexiona su vida pasada, pensando en qué va a dejar como recuerdo de él mismo al confesor franciscano y a las futuras generaciones.
  • “La sombra”, tres siglos después de la muerte de Colón, donde se inicia el definitivo proceso de beatificación del personaje histórico, teniendo de espectador al propio Colón.

El arpa (pp. 13 a 53)

La obra comienza con la salida del Papa Pío IX de una ceremonia en la Basílica de San Pedro. Estando ya en sus aposentos se encuentra con el documento que daría inicio a la canonización del almirante Cristóbal Colón y con cierto titubeo a la hora de firmar el manuscrito comienza a rememorar el viaje hacia América. Su misión la llevó a cabo cuando aún era un aristócrata recientemente ordenado sacerdote, Giovanni Maria tachado como muchos otros de “llevar la existencia de miseria altiva en palacios ruinosos”[5]  tendría el objetivo de arribar en Chile y junto con el Delegado Apostólico de Chile evitar la instauración de las nuevas ideas liberales surgidas apenas hacía 40 años y crear lazos con la Santa Sede. La tarea fue un fracaso, ya que antes y durante el tiempo que se encontró en el joven Chile se denotaban comportamientos no muy afines al objetivo de la encomienda señalado por el propio Giovanni en múltiples ocasiones en su paso por la ciudad de Santiago “el Matadero no resultaría en la vida urbana, un edificio más importante que la misma Catedral”[6] o su asombro al ver que unas “señoritas amantes de la música” conocían “La Serva Padrona[7]”.

De vuelta al viejo continente es cuando se le pasa por la mente el primer pensamiento de canonización del marino como forma de unión de ambos continentes, pero con tintes religiosos.

Y de nuevo volviendo al momento de firmar el escrito, “su mano rubricó firmemente el decreto”[8] iniciando así la instrucción de santificar al marino genovés por vía excepcional, dando como justificación (y quizá como pequeño aliciente) a través de la biografía encargada por el mismo al Cde. francés Roselly de Lorgues las virtudes cristianas portadas por “Christophoros”, su atribuida y autopresumida fama de conocedor de las Américas.[9]

La mano (pp. 53 a 165)

En esta segunda parte, Cristóbal Colón, el almirante de la Mar, viejo, enfermo, amargado y lleno de rencores ve próxima su muerte y hace llamar a su confesor. Iniciando con unas pequeñas reflexiones del viejo almirante acerca de la muerte y lo que significa.[10]

Pero de nuevo retornamos al pasado y comienza a divagar acerca de su juventud e inicios como marinero hasta llegar a lo que se podría considerar como el punto de inflexión para Cristóbal Colón, este antes y después es facilitado por el que sería un buen amigo del marino, el maestre Jacobo, contándole viejas historias de vikingos que llegaron a nuevas tierras al oeste bautizadas como “Vindlandia” dada su abundante vegetación y vides. Esta historia sería el inicio del ansia exploradora de Colón, siendo esta tierra su objetivo de vida.  “Estoy impaciente por divisar la extraña tierra - ¡y bien extraña dicen que es!...-que marca el límite de la Tierra”,[11] decía con emoción el futuro almirante, así comenzaba su gesta personal en busca de información que le ayudara en su meta y príncipes que avalaran su empresa, pese a los continuos engaños y fina oratoria del genovés, los fracasos hicieron que una sola idea le rondaba la cabeza “he de ser yo quien lo descubra” haciendo que cambiara a estrategias más dudosas y altaneras a la hora de convencer a los soberanos y sus acólitos. Y un día dada su fama extendida a través de chismes, rumores…[12] por cada taberna de los reinos castellanos fue llamado por sus majestades. Colón se reúne con la soberana, seduciéndola en el proceso y obteniendo su tan ansiado préstamo económico, pero con cierto retraso a lo cual el marinero se enfureció y conto su tan guardado secreto,[13] a lo que “Columbia” respondió al día siguiente dándole la tan ansiada ultima parte de oro.

Ya iniciado su viaje no fue sino un problema tras otro los que tuvo que enmendar “Christophoros” comenzando con la tripulación llegando incluso a armar un motín, rápidamente solucionado por divisar dos días después la tierra prometida.[14] Colón (irónico) reza porque no hubiera llegado ni el Gran Khan ni la santa palabra a la nueva región recién descubierta, pero en cambio al desembarcar en este nuevo territorio solo encuentran hombres y mujeres en taparrabos, lo cual relaja al Almirante.

De regreso a la península con algunos autóctonos, animales y muestras de vegetación del Nuevo Mundo, es invitado a la corte en Barcelona y recibido como un héroe por su hazaña, pero opacado a su vez por su falsa promesa de traer abundante oro la cual obviamente no cumplió, esto sería lo que lo impulsaría en futuros viajes a rentabilizar el nuevo continente, esclavizando a los nativos de ese lugar, siendo incluso negado esta práctica por lo que un día fueron sus mecenas. Finalmente se deja oír la entrada del confesor y concluye con “Hora de la verdad, que es hora de recuento. Pero no habrá recuento. Solo diré lo que, acerca de mí, pueda quedar escrito en piedra mármol[15].

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