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Estado Y Globalizacion

aztecavet27 de Marzo de 2015

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LA GLOBALIZACIÓN Y EL ESTADO

La globalización de la economía y de los mercados está teniendo y va a tener, aún en mayor medida, un impacto notable en la actual concepción del Estado, en sus funciones y en sus políticas, en su crecimiento así como, en su número, que va a exigir una profunda reestructuración y redefinición del mismo. Es decir, el mundo de la política y sus instituciones también va a experimentar cambios notables que no se pueden obviar y a los que me refiero someramente en este capítulo.

La globalización y el número y tamaño de los Estados

Si observamos el número de países que existían en 1946, después de la Segunda Guerra Mundial, y que existe en la actualidad, vemos que su número se ha multiplicado por dos veces y media. En 1946 había 74 países y hoy son ya cerca de 200 y siguen naciendo países cada año.

Sin duda, los factores más importantes que han provocado esta tendencia han sido, de un lado, el proceso descolonizador en su más amplio sentido y, de otro, el creciente auge del nacionalismo, pero la globalización y la apertura de los mercados está permitiendo que dichos nuevos países puedan subsistir una vez separados o liberados de sus metrópolis o del país dominante. La descolonización de África dio origen a 48 nuevos estados. La desmembración del imperio soviético ha permitido el nacimiento de 15 nuevos países , Yugoslavia sólo ha pasado a convertirse en 5 países. Estos y otros muchos países tendrían grandes dificultades de supervivencia si no existiese una economía cada vez más abierta y globalizada en el mundo.

Es decir, son los países pequeños los que tienen que vivir, por definición, del comercio ya que no disponen de recursos para ser mínimamente autosuficientes, y por tanto, son los que más se benefician de la globalización. (Alesina y Spolaore, 1997)

En el mundo existen hoy 85 países de menos de 5 millones de habitantes, de los que 5 tienen menos de 2,5 millones de habitantes y 35 menos de medio millón.

Estos pequeños países no sólo logran sobrevivir sino que tienden a ser más prósperos que los grandes. De los 10 mayores países del mundo con más de 100 millones de habitantes sólo son realmente prósperos Estados Unidos y Japón, seis de ellos (China, India, Indonesia, Pakistán, Bangladesh y Nigeria) tienen una renta per capita inferior a 1.000 dólares año, los dos restantes Brasil y Rusia están por encima de los 5.000 y 2.000 respectivamente. Mientras que los diez más pequeños, es decir, de menos de 100.000 habitantes, sólo dos Kiribati y Tuvalu son pobres, es decir, están por debajo de los mil dólares de renta por habitante, mientras que el resto (St. Vincent, Tongo, Granada, Seychelles, Dominica, Antigua y Barbuda, St. Kitts y Nevis y Nauru) tienen unas rentas por habitante que oscilan entre 1.600 y 8.000 dólares años. Hay países pequeños muy ricos como Luxemburgo y Mónaco en Europa o Brunei, Singapur y Hong Kong en Asia.

¿Cómo pueden ser viables estos países? En primer lugar, por su apertura y dependencia del comercio y las finanzas internacionales. El porcentaje de importaciones sobre su PIB es, en media, un 60%, es decir, tres veces mayor que el de los países en desarrollo. En segundo lugar, se han beneficiado del enorme desarrollo de la tecnología de las comunicaciones y de los transportes y, en general, de la provisión de servicios con lo que pueden obtener todos aquellos recursos de los que carecen, desde recursos naturales hasta financieros o de información. En tercer lugar, tienden a ser más eficientes porque están más especializados en los servicios, que suelen tener una productividad mayor que la agricultura. En cuarto lugar, los más pobres tienen mayor facilidad, dada su pequeñez, para obtener ayuda extranjera ya que representa muy poco en volumen total pero para ellos es una parte importante de su PIB. Y, por último, pueden superar las desventajas políticas de ser pequeños, es decir, su falta de capacidad para negociar internacionalmente, incorporándose a áreas de integración política, de defensa o económica más grandes, donde consiguen, además, un peso mayor en votos de los que les corresponde por su número de habitantes.

¿Qué repercusiones tienen estos procesos de cara al futuro? Hay tres especialmente relevantes. Por un lado, el que existan un elevado número de pequeños países y estados independientes, que sólo pueden sobrevivir en un mundo económico abierto y globalizado, es una garantía de que el proceso de globalización va a mantenerse ya que en ello les va su viabilidad. Los países pequeños, crecientes en número, presionarán para que los mercados continúen abiertos. Intentarán que el proceso de negociación comercial multilateral, a través de la OMC, se desarrolle a costa de la regionalización del comercio dominada por las grandes áreas de integración. Una marcha atrás sería letal para su supervivencia. Por otro lado, cuanto más abiertos son los países, más difícil es escapar a la democracia, los países más cerrados al comercio y la inversión internacionales son capaces de mantener dictaduras o dictablandas. Una vez abiertos, los mismos mercados se encargan de acabar con ellas. Uno de los aspectos positivos que ha tenido la crisis asiática es que ha acabado o está terminando con una serie de regímenes corruptos, poco transparentes y poco democráticos.

Por último, existe también otra repercusión que es de enorme importancia política para muchos países incluido España. En un mundo cada vez más globalizado y más abierto es más fácil que se den situaciones de desintegración política. (Alesina, Spalaore y Wacziarg). La globalización va a tender a favorecer los procesos de separatismo. Muchas pequeñas regiones homogéneas desde el punto de vista cultural, lingüístico o étnico pueden optar, democráticamente, por vivir independientes del país en el que están integradas. En un mundo más democrático y más abierto, las minorías podrán elegir más libremente su futuro siendo más autónomas o incluso independientes. El caso de la separación voluntaria de Eslovaquia siendo, además la parte menos rica de Checoslovaquia no hubiera sido posible en un mundo más cerrado y menos globalizado.

La globalización y la erosión del Estado Nación

Algunos de los substratos económicos y políticos del Estado Nación se vienen deteriorando con la apertura y la globalización económicas.

La creciente liberalización del comercio y la inversión internacionales, unida a la caída de los costes del transporte y la mayor velocidad de suministros de bienes y servicios a cualquier país, desde cualquier país, ha demolido una de las bases del Estado Nación que era la idea del autoabastecimiento nacional. Desde la Segunda Guerra Mundial hasta hoy el consumo interno de bienes y servicios de un país se satisface cada vez en proporción creciente con importaciones y a precios cada vez más bajos o moderados. La idea del autoabastecimiento nacional se reduce a mantener algunos stocks estratégicos de petróleo, gas y granos. Incluso la Política Agraria Común basada en esta concepción antigua está probando que es cara e inviable a medio plazo.

El desarrollo de las tecnologías de la comunicación, el transporte y la información permite que los ciudadanos de todos los países se conozcan mucho mejor y esto hace cada vez más difícil el desarrollo del nacionalismo como elemento de cohesión del Estado Nación. Es muy difícil en la situación actual intentar demostrar que los ciudadanos de otro país son muy diferentes o peores que los del nuestro ya que no existen barreras para conocerse mutuamente y comprobar lo contrario. Sólo en países muy poco desarrollados o muy aislados pueden esgrimirse los tradicionales argumentos nacionalistas.

Otro substrato del Estado Nación que se ha erosionado notablemente es de la seguridad nacional. Muy pocos países en el mundo pueden defenderse, por sí mismos, de un ataque con misiles nucleares o de una guerra química o bacteriológica. La dimensión de la seguridad nacional es de tal magnitud que los países tienen que defenderse integrados en organizaciones supranacionales e internacionales como el CSE o la OTAN. Ya casi ningún país es capaz de hacer frente en solitario a su propia seguridad. Lo mismo ocurre con los problemas del terrorismo, la droga o el medio ambiente que tienen una dimensión global y que sólo se pueden atacar desde la cooperación internacional o a través de organizaciones supranacionales y no en solitario.

Esta creciente falta de independencia nacional para hacer frente a los problemas económicos, políticos y de seguridad hace que la idea del Estado Nación vaya deteriorándose paulatinamente y se vayan imponiendo las grandes áreas de integración regional cuando no las organizaciones o instituciones supranacionales.

Por otro lado, los ciudadanos son cada vez más exigentes con los políticos como resultado de la creciente democratización de los países y esto hace que los políticos tiendan a estar más cerca de los ciudadanos y, por tanto, que la Administración vaya descentralizándose poco a poco. Además, está surgiendo con la globalización un sentimiento defensivo cada vez más nacionalista o regionalista o localista. Muchos ciudadanos se sienten más vascos o catalanes que españoles. Lo mismo ocurre con los escoceses, bretones, lombardos o padanos, lo que induce, asimismo, a descentralizar el Estado. El principio de subsidiariedad, entronizado por el Tratado de la Unión Europea, está imponiéndose cada vez

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