ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Guía - El Jardí Secreto


Enviado por   •  24 de Marzo de 2014  •  1.787 Palabras (8 Páginas)  •  260 Visitas

Página 1 de 8

Guía Nº 1

Comprensión lectora

El jardín secreto

Nombre: _____________________________________ Curso: 6°____ Fecha: ___________

Objetivos:

- Expresan, oralmente o por escrito, una postura frente a la acción de un personaje y la fundamentan con ejemplos del texto.

- Explican qué consecuencia tiene determinada acción para un personaje.

- Comparan sus costumbres con las de los personajes.

- Explican, oralmente o por escrito, los problemas a los cuales se enfrentan los personajes y cómo se resuelven.

- Describen a los personajes de acuerdo con las actitudes que toman en el relato y sus reacciones frente a los problemas.

- Explican qué sentirían ellos si estuviesen en el lugar del personaje.

- Aplicar estrategias para determinar el significado de palabras nuevas: claves contextuales, raíces y afijos, diccionarios, e internet

• Lee silenciosamente el siguiente texto y contesta las preguntas desde la 1 hasta la 24.

¡No lo haré!

“(…) Se divirtieron muchísimo esa mañana e hicieron tantas cosas en el jardín, que Mary solo en el último momento recordó a Colin. Le pidió a Martha que le informara que no podría ir a verlo pues estaba muy ocupada. La mucama sugirió que el muchacho se pondría de muy mal humor si ella le daba aquella noticia, mas como la niña no acostumbraba a hacer sacrificios por nadie, no se preocupó por ello. “No puedo sacrificarme por nadie, Dickon me espera” —fueron sus últimas palabras.

La tarde fue aún más entretenida que la mañana. Ya casi no quedaban malezas y la mayoría de los rosales habían sido podados. Dickon trajo su pala y le enseñó a Mary a usar las herramientas. El zorrito y el cuervo estaban tan ocupados como ellos, y los petirrojos volaban como si fueran pequeños rayos de luz. En más de una ocasión, el cuervo abrió sus alas para acercarse y hablarle a Dickon tal como lo hacía el petirrojo. Después decidieron descansar y ambos niños se sentaron bajo la sombra de un árbol. Dickon entonó con su flauta unas extrañas melodías que atrajeron a las ardillas.

Una vez que el sol comenzó a esconderse y los últimos rayos brillaron a través de los árboles, decidieron volver a sus hogares.

—Mañana el día estará espléndido —dijo Dickon—. Empezaré a trabajar al amanecer.

—Yo también —dijo Mary.

La niña corrió tan rápido como pudo a su casa. Quería contarle a Colin sobre el cuervo, el zorrito y de cómo había estado la primavera aquel día. Estaba segura que a él le agradaría saber de esas cosas. Sin embargo, al abrir la puerta de su dormitorio, ocurrió algo totalmente distinto. Martha la esperaba con la cara afligida para informarle que al niño le había dado una tremenda rabieta, y que no hacía más que mirar el reloj esperando su regreso.

Mary se mordió los labios. Ella, al igual que Colin, no solía considerar a los demás personas; por lo que no entendía por qué un niño rabioso pretendía interferir en las cosas que a ella le agradaban. Tampoco sabía acerca de la compasión y comprensión que las personas enfermas necesitan, sobre todo cuando no pueden controlar sus nervios y su rabia. Cuando en la India sentía dolor de cabeza, hacía lo imposible porque los otros también lo sintieran. En aquel tiempo pensaba que aquello era lo correcto; pero ahora, en cambio, no aceptaba el comportamiento de su primo.

Cuando entró a la habitación, Colin se encontraba tendido en su cama y no volvió su cabeza para mirarla. Fue un mal comienzo. Mary se acercó a él de manera muy severa y lo inquirió: “¿Por qué no te has levantado?”. El muchacho respondió sin mirarla que sí lo había hecho, pero que, al saber que ella no vendría, ordenó que lo volviesen a acostar. Luego agregó que le dolía la cabeza y la espalda.

—¿Por qué no viniste? —preguntó al fin.

—Estaba con Dickon trabajando en el jardín —contestó Mary.

—No dejaré que ese niño venga si en vez de estar conmigo te vas con él —dijo frunciendo el ceño.

A Mary le dio una rabieta enorme y, sin importarle las consecuencias, dijo:

—Si hechas a Dickon, no volveré nunca más a verte.

—Si yo lo ordeno, tendrás que hacerlo —mandó Colin.

—¡No lo haré! —gritó la niña.

—Yo haré que te traigan —dijo el muchacho—, así tengan que arrastrarte.

—Podrán traerme, señor rajá —dijo Mary furiosa—. Pero nadie me hará conversarte. Me sentaré con los dientes apretados y ni siquiera te miraré.

No era agradable ver como ambos se echaban miradas feroces. Si hubiesen sido unos niños de la calle, seguramente se habrían pegado. No obstante, con palabras estuvieron muy cerca de hacerlo.

—¡Eres una egoísta! —gritó Colin.

—¿Y tú qué eres? —dijo Mary—. Los egoístas siempre dicen eso y nunca hacen lo que no quieren. Tú eres más egoísta que yo. ¡Eres el niño más egoísta que he conocido en toda mi vida!

—No lo soy —se quejó el niño—. El egoísta es Dickon que, sabiendo que yo estoy solo, te mantiene todo el día jugando con tierra.

Los ojos de Mary despedían fuego.

—Dickon es el niño más agradable que conozco —dijo—. ¡Es un ángel!

—¡Un ángel! —dijo Colin con desprecio—. Es solo un niño común y corriente que vive en el páramo.

—¡Es mil veces mejor que cualquier rajá! —le devolvió Mary.

Como ella era la más fuerte de los dos, Colin comenzó a flaquear. La verdad es que él nunca había peleado con alguien tan parecido. Además, aunque no lo advertían, la pelea estaba surtiendo un buen efecto en el niño. Colin apoyó su cabeza en la almohada y una gran lágrima rodó por sus mejillas. Sentía mucha pena por sí mismo… y por nadie más.

—Yo no soy egoísta —concluyó el muchacho—. Recuerda

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (15.4 Kb)  
Leer 7 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com