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El Jardin Secreto

mininah5 de Junio de 2013

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Cada alma tiene un jardín secreto

Todos necesitamos nuestro jardín secreto. Todos

precisamos de un espacio emocional y creativo

donde podamos oxigenar nuestro Ser, conectar

con nosotros mismos, dar un espacio al niño in

-

terior, expresarnos en libertad, aparcar el ego y

sus mecanismos de defensa. Un espacio en el que

nos permitamos VIVIR en mayúsculas, conectar

con la alegría, dejarnos en paz, dejarnos ser, de

-

jarnos amar y ser amados, llegar a la esencia ol

-

vidada de nosotros mismos donde sentimos que

la vida tiene sentido, es un milagro, merece la pena

ser vivida.

Un jardín secreto no es, bajo mi punto de

vista, un lugar oscuro donde todo vale, donde nos

soltamos a cualquier precio, donde no tenemos

en cuenta al otro para satisfacernos a nosotros

mismos egoístamente, no es un «yo primero». Un

jardín secreto no es eso, no. Tampoco debería ser

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Los jardines secretos

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entendido como una huida, como un mero refugio

en el que soltamos nuestras pasiones sin evaluar

las consecuencias, no es un lugar para la incons

-

ciencia y el placer egoísta que nos lleven a olvidar

la realidad que nos rodea, no debería ser la ex

-

plosión con metralla de nuestra sombra. No. Qui

-

zá podríamos entenderlo más como un espacio de

reencuentro, de exploración, de alegría. El jardi

-

nero ama su jardín, lo cuida, lo vela, está por él,

permanentemente. Es su espacio sagrado. El lugar

en el que se entrega, se conoce, se reconoce, se

crea, se recrea desde el amor y la consciencia. Un

jardín secreto es, debe ser, por definición, un lu

-

gar bello, cuya belleza no es casual, sino el resul

-

tado de poner armonía y amor en él desde la lu

-

cidez. Un lugar del que salimos renovados por la

luz del amor, en cualquiera de sus dimensiones,

desde la ternura hasta la pasión.

Además, todo jardín implica, necesaria

-

mente, belleza. Puede ser una belleza natural,

en la que cada rincón, a pesar de parecer silves

-

tre, ha sido guiado y cuidado por la mano del

jardinero. Un lugar donde las esencias son las

que definen, donde la intimidad es la llave de

entrada, donde la desnudez en cualquiera de sus

dimensiones carece del pudor que nace del mie

-

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estamos en ellos e incluso cuando evocamos su

recuerdo. Son el alimento de nuestra alma.

Escribo esto, y viene a mi memoria un frag

-

mento del poema

La invitación,

de Oriah (Mountain

Drea

mer). Un fragmento que es una llamada a

descubrir qué contiene nuestro jardín secreto,

y que reza:

No me interesa saber

cómo te ganas la vida.

Quiero saber

lo que ansías

y si te atreves a soñar

con lo que tu corazón anhela.

No me interesa

cuál es tu edad.

Quiero saber

si te arriesgarías

a parecer un tonto

por amor

por tus sueños

por la aventura de estar vivo.

No me interesa

qué planetas están

en cuadratura con tu Luna...

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Quiero saber

si has llegado

al centro de tu propia tristeza,

si las traiciones de la vida te han abierto

o si te has marchitado y cerrado

por miedo a nuevos dolores.

[...]

Quiero saber

si puedes estar solo

contigo

y si en verdad aprecias

tu propia compañía

en momentos de vacío.

Este texto, más oración que poema, que nos

regaló Oriah contiene en cada una de sus frases

una invitación a entrar en nuestro jardín secreto.

En cada una de las segundas partes de las estro

-

fas que lo componen, las que se inician con un

«Quiero», se nos invita a mirar hacia nuestro in

-

terior, hacia lo esencial, hacia nuestro propio jar

-

dín. Elijamos algunas, al azar:

Quiero saber lo que ansías, y si te atreves a

soñar con lo que tu corazón anhela.

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Quiero saber si te arriesgarías a parecer un ton

-

to por amor, por tus sueños, por la aventura de

estar vivo.

Quiero saber si puedes estar solo contigo y si

en verdad aprecias tu propia compañía en mo

-

mentos de vacío.

Quizá nos olvidamos demasiado a menudo

de quiénes somos en verdad, de cuáles son los

anhelos que tiene nuestra alma, de cuál es el

sentido de nuestra vida, para qué vivimos, de qué

es lo que merece verdaderamente la pena en la

vida y, por encima de todo, de quiénes somos. En

realidad el jardín interior nos invita a reconocer

la pregunta esencial de la que se deriva todo lo

demás: ¿quién eres? La pregunta más exigente y

la que requiere mayores dosis de lucidez, humil

-

dad, amor, entrega, consciencia e intimidad. Aquí

no sirven los sucedáneos, ni las mentiras, ni las

postergaciones.

¿De qué sirve un jardín de plástico, un par

-

que temático ficticio, una impostura? Lo que de

-

fine la esencia de un jardín es la naturalidad, la

belleza original, la singularidad, la armonía, la li

-

bertad que se conquista gracias al trabajo since

-

ro en el amor y la consciencia. Un jardín secreto

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es un espacio de verdad y de libertad, cuya con

-

quista puede suponer un precio muy alto, pero que

siempre merecerá la pena porque nos llevará a

una

dimensión más plena del vivir.

Y ésta es la propuesta original, lúcida y va

-

liente que nos brindan Georges Escribano y Josep

López. Para mí los dos son grandes amigos del

alma, y me complace profundamente que se hayan

encontrado en estas páginas para brindarnos re

-

flexiones poderosísimas sobre la vida, la intimidad

y el amor. Éste es un libro honesto, valiente y

-

cido. No le dejará indiferente. Trenza un discurso

bello y bueno, con la potencia que sólo nace de la

experiencia y del conocimiento. Su lectura atrapa

y deja huella, provoca muchos momentos de re

-

flexión y resulta en muchas ocasiones revelador

y liberador. Es un libro bello y bueno. Deseo que

disfruten tanto de su lectura y relectura como

servidor lo ha hecho y, por encima de todo, deseo

que dicha lectura sea la llave de la puerta hacia

su propio jardín interior.

Saludo a su corazón.

Á

l e x

R

o v i

R

a

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Introducción

Cuando una pareja se separa o

se divorcia, se sue

-

le escuchar a

alguno de los protagonistas (o

a

los

dos) decir cosas como: «¡Es que me faltaba el aire!».

O

bien: «¡Necesitaba mi propio espacio!». O

incluso

cosas más concretas del tipo: «¡No me de

jaba ni

escuchar la música que quería!». O: «Se enfadaba

si salía una noche con mis amigas».

En estos casos, como en la mayoría de se

-

paraciones, sean de mutuo consentimiento o

tras

ver volar los platos por encima de las cabezas de

los respectivos, la realidad es que uno de los dos

abandona el hogar común y

trata de construir uno

nuevo, buscando ahí el espacio y

el aire que al

parecer le faltaban. Esto, como es fácil de suponer,

lleva asociadas toda una serie de consecuencias,

por supuesto emocionales (las más difíciles de di

-

gerir y

de gestionar, sobre todo si hay hijos de por

medio), pero también sociales y

económicas.

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Muchas veces la añoranza o

la simple inexis

-

tencia de ese «espacio propio» son esgrimidas como

argumentos de peso, como razones que al parecer

justifican la separación. O

bien, sin llegar a

la se

-

paración, esa falta de espacio aparece indirecta

-

mente en forma de agresividad o

tristeza, e

incluso

de enfermedad, según las diferentes estructuras de

la personalidad; o dicho de forma más sencilla,

según la forma de ser de cada uno. La enfermedad,

por ejemplo, se da con frecuencia en parejas que

no desean llegar al extremo siempre doloroso de

...

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