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La Ciudad Y Sus Contradicciones Vitales


Enviado por   •  17 de Octubre de 2013  •  1.236 Palabras (5 Páginas)  •  305 Visitas

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A través de este trabajo se pretende reflexionar y resaltar la importancia que tiene la ciudad y los diversos imaginarios que se construyen en base a la experiencias diversas de vivirla y sentirla, tanto individual como colectivamente por sus habitantes y la necesidad inherente de ir conformando un conocimiento de nuestro entorno, llenando con las imágenes sus vacíos, ya que nos vemos limitados o alienados por diversos factores ideológicos presentes en la sociedad (políticos, económicos, comunicacionales, educacionales, etc.,) a poder conocerlo todo de manera real, y eso afecta nuestro buen vivir, ya que los temores que las instituciones nos infunden, nos inundan, nos inmovilizan y nos guían. Además, se incluye para sustenta el objetivo del presente las concepciones de lugar que se construyen en su espacio simbolizado.

Se utilizarán de manera principal los siguientes cuentos: El otro cielo, del escritor, profesor y traductor argentino, Julio Cortázar y Sin voz de la escritora y periodista chilena Alejandra Costamagna, complementándolos con lo que plantea Néstor García Canclini sobre qué son los imaginarios en una entrevista realizada por Alicia Lindón, y acerca de los lugares y no lugares y su vínculo con el ser humano a través del libro de Marc Augé Los no lugares: espacios del anonimato.

Resulta importante, en primer término, saber que es un imaginario, en ese sentido el profesor argentino Néstor García nos dice lo siguiente:

En términos muy generales podemos decir que imaginamos lo que no conocemos, o lo que no es, o lo que aún no es. En otras palabras, lo imaginario remite a un campo de imágenes diferenciadas de lo empíricamente observable. Los imaginarios corresponden a elaboraciones simbólicas de lo que observamos o de lo que nos atemoriza o desearíamos que existiera (90).

Asimismo, conocer lo que se entiende por lugar y no lugar, según el antropólogo francés Marc Augé: “Si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no pueda definirse como espacio de identidad ni relacional ni como histórico, definirá un no lugar” (83). Esto lo podemos notar claramente en la realidad chilena, plagada de espacio no vivido o practicado por usuarios de paso, como lo son los bancos, locales de comida rápida, los mall´s, etc. que son lo que son, sólo estructura e idea de falso progreso.

En lo concerniente a los autores y sus imaginarios, encontramos, por un lado a Cortázar, qué nos presenta al hombre inserto en el contexto citadino de la rutina, el matrimonio, la familia y el trabajo (el deber ser) del Buenos Aires bajo la dictadura militar y al pendiente de los suceso de la segunda guerra mundial, que siente la imperiosa necesidad de retornar al lugar del pasado, de la edad adolescente, donde todo era más fácil, para así escapar de su triste realidad, que lo oprime y condena a ser nadie. En el ayer el tiempo sobraba, era placentero y con más sentido de lo que hoy la vida le muestra en su ciudad, Buenos Aires. Su lugar, el Pasaje Güemes, aunque mantiene su estructura, pero ya no es el mismo, ha perdido ese encanto bohemio de la vida lujuriosa, que el recuerda o anhela constantemente imaginando historias de amor a su favor relacionándolo con lugares parisinos, bulevares y paseos de encanto nocturno en su época dorada de inicios del siglo XIX, a pesar del temor que infundía la guerra franco- prusiana. A modo de ilustrar considérese lo que nos dice Cortázar estando en el lugar (París) y en el no lugar a la vez (buenos aires):

Por una pocas horas bebí hasta los bordes el tiempo feliz de las galerías[París], y llegué a convencerme de que le final del gran terror me devolvía sano y salvo a mi cielo de estucos y guirnaldas; bailando con Josiane[ amor pasional]en la rotonda me quité de encima la última opresión de ese interregno[ el opresor] nací otra vez a mi mejor vida tan lejos de la sala de Irma[ matrimonio] del patio de casa, del menguado consuelo del Pasaje Güemes[ Buenos Aires](13).

Por otra parte, Costamagna, resalta en el imaginario de la ciudad triste, abatida que va generando un sentimiento de soledad y vació, cuasi de muerte progresiva, que engendra en el alma, abandono, la ausencia, el cuestionamiento la propia la existencia. Al recorrerla emergen pedazos pequeños de recuerdos borrosos que evocan a seres queridos, que puedan ser familiares o amigos y que se han ido no se sabe dónde, quizás se fueron a luchar por ellos mismos en un mundo banal, exitista, consumista y del presente, olvidándose de su pasado y de sus afectos. Para aquel que trata de rememorar le resulta difícil, pues su mente está llena de pensamientos más bien relacionados con el hoy y el mañana que con el ayer, con todo lo que la publicidad él manda en todos lados, le cuesta y le causa problemas el recuerdo, el hombre de hoy constantemente trata de borrar su pasado, sin darle sentido a su presencia en lo cotidiano.

En ambos relatos se puede inferir que lo imaginario es algo propio de todos los tiempos y épocas, que se asocia con diversas imágenes y que cobra sentido según la persona, cosa que le otorga una riqueza inconmensurable siempre y cuando se exprese para que constituya en realidad o en nuevas dimensiones de ésta. Viéndolo positivamente, en el caso de Cortázar, posee un imaginario que le otorga felicidad y escape de lo contingente y negativo. Distinta es la visión que construye Costamagna, en donde ese imaginario se transforma en sufrimiento constante por no tener espacio de desahogo de lo que le atormenta: “Una Bruma pesada lo confunde todo. No veo. Es como si me hubieran cerrado los ojos. Y yo sigo rastreando la esquina entre las calles desoladas. Mis pasos son intuiciones” (3).

Constantemente imaginamos la ciudad, a pesar de vivir en ella la desconocemos, evitamos recorrerla y nos dejamos llevar por lo que los medios de comunicación masivos como el diario o la televisión o grupos de personas dicen de ella, y con eso creemos conocerla, pero no es así, pues por nos hemos convertido en simples pasajeros por la aplastante presencia de no lugares o espacios muertos, medios de transporte (metro, microbús, autos en autopistas), locales, comerciales, bancos, etc., donde se expresa la soledad entre la multitud, la no interrelación como protección ante el miedo.

El hombre moderno vive en la aceleración, dejando de lado su deseo de recorrido a pie curioso, exploratorio, contemplativo de la belleza que la ciudad le brinda; permanecer en ella, compartir percepciones y no huir es algo necesario para constituirnos en personas más reflexivas y conscientes, que vivan su espacio y propendan una unión con el otro que estuvo o está ahí, y así ser mejores personas, que saben escuchar, comprender y empatízar con su paisaje, cuidarlo, quererlo ; que aunque nefasto que parezca o lo hagan parecer, tiene su encanto si se sabe apreciar y está mucho más cerca de lo que pensamos.

Referencias Bibliográficas

Augé, Marc. Los no lugares: espacios del anonimato. Barcelona: Gedisa, 1996. 81- 117.

Cortázar, Julio. “El otro cielo”. Todos los fuegos el fuego. Buenos Aires: Sudamericana, 1966. S/p.

Costamagna, Alejandra. “Sin voz”. Malas noches. Santiago: Planeta, 2000. S/p.

Lindón, Alicia. “¿Qué son los imaginarios y cómo actúan en la ciudad?”. Revista Eure, N° 99, (2007): 89-99.

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