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Liberalismo Económico Vs Liberalismo Político


Enviado por   •  6 de Junio de 2014  •  6.860 Palabras (28 Páginas)  •  193 Visitas

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Liberalismo Económico vs Liberalismo Político

Introducción

Las líneas que siguen son el resultado de una reflexión motivada por una lectura detenida de la gran obra de Adam Smith La riqueza de las naciones. En ellas intentamos resaltar las estrechas relaciones existentes entre el liberalismo político y el liberalismo económico, para concluir afirmando los estrechos lazos entre la concepción del comportamiento humano del liberalismo y de la teoría económica.

Comenzaremos señalando la distinción frecuentemente establecida entre liberalismo económico y liberalismo político, así como las diferentes lecturas que realizan de estos términos las distin tas formaciones políticas. Pasaremos después al estudio de los orígenes comunes del capitalismo y el liberalismo, llamando la atención sobre los avances económicos y políticos que respectivamente propiciaron frente a las teorías que sustentaban las relaciones económicas y políticas del Antiguo Régimen. Finalmente nos detendremos en la hipótesis smithiana, que recobra nueva fuerza en la actualidad por la mayor eficiencia de un sistema económico de laissez-faire.

La distinción entre liberalismo político y liberalismo económico

Está muy generalizada en la actualidad la distinción semántica entre los dos liberalismos, distinción que incluso aparece en algunos tratados de teoría política, llegándose a concebir posiciones antagónicas detrás de cada uno de ellos. Uno designaría la filosofía política de la libertad y del progreso intelectual; esta acepción liberal sería aceptada generalmente y hasta reivindicada como parte de la ideología de las fuerzas políticas más "progresistas". El otro, el liberalismo económico, no ha tenido tanta suerte. Se le han imputado todos los males existentes en las sociedades capitalistas. Se sigue sosteniendo que una minoría forjó enormes fortunas condenando a la miseria y al sufrimiento a las masas trabajadoras. El "colonialismo" y el "imperialismo" serían las últimas manifestaciones del carácter catastrófico que habría acom-pañado al advenimiento del capitalismo. Pero no hace falta dibujar tan negro el panorama de los orígenes del capitalismo. El liberalismo económico conlleva una connotación reaccionaria y hasta algunos liberales de pro se esfuerzan por desmarcarse de aquellos economistas que pública y científicamente defienden el capitalismo.

La adopción de la ideología liberal por distintas formaciones políticas progresistas y conservadoras ha contribuido aun más a desfigurar su contenido ya separar lo que en el tiempo surgió unido.

Algunos conservadores más identificados con aquel "statu quo" que intentaron abolir las ideas liberales son proclives a defender aspectos del capitalismo que recibieron las más duras críticas de Adam Smith. Se siguen considerando portadores de valores irre-nunciables que,

* Una primera versión de este trabajo fue leída por el profesor Schwartz, quien me aportó importantes sugerencias, e igualmente el resto de los profesores del Departamento de Historia de las Doctrinas Económicas de la Universidad Complutense. Ni qué decir tiene que los posibles errores son responsabilidad únicamente mía.

según ellos, configuran la esencia de los pueblos. Pero en manera alguna parecen estar dispuestos a impulsar, y defender el liberalismo económico, a "limpiar" el sistema económico de posibles abusos con el objeto de que el laissez-faire se realice por completo.1

Los conservadores, si persisten en denominarse liberales, deberían desechar sus aficiones autoritarias y mostrar una mayor confianza en las normas generales y en la mecánica de las fuerzas que regulan el mercado. Los conservadores —y en esto coinciden con las formaciones políticas de izquierda—, víctimas del autoritarismo, consideran natural imponer a los demás sus propias valoraciones.

Las formaciones progresistas, incluso las que adoptan la terminología liberal como distintivo de su denominación, están demasiado imbuidas de los "mitos" que atribuyen al capitalismo el largo camino de miseria y sufrimiento de los trabajadores, como para aceptar las proposiciones de la economía ortodoxa. Al hablar de mitos somos conscientes de que en el inicio de la industrialización las condiciones de vida de las clases trabajadoras no eran envidiables, al menos desde la perspectiva actual. Nadie niega las largas horas de trabajo y las condiciones miserables de los primeros obreros industriales. Sin embargo, tampoco eran envidiables las condiciones de vida de sus antepasados.

Como ha señalado K. Popper "el terrible cuadro que traza Marx de la economía de su tiempo es demasiado cierto"; sin embargo, la situación real parece ajustarse más a la descripción de Parkes, también citada por K. Popper, al señalar que "los salarios bajos, las largas jornadas de trabajo y la labor de los niños no han sido características de la madurez del capitalismo, como sostuvo Marx, sino tan sólo de su infancia".2 En este sentido tiene gran interés una idea del profesor Schwartz al analizar los distintos propósitos de dos obras del economista T. It. Malthus que nos advierten sobre las condiciones de vida de los más pobres de la sociedad con anterioridad y tras el advenimiento del capitalismo. Malthus, famoso por su Ensayo sobre el principio de la población, de 1798, escribió otra importante obra sobre economía en 1819, titulada Principios de economía política. En la primera, escrita en los albores de la revolución industrial y del capitalismo, Malthus daba una explicación sobre la muerte de los menesterosos,

una realidad más frecuente que aquel estado idílico preindustrial que Engels refleja en su obra La situación de la clase obrera en Inglaterra, escrita en 1845.3 En la segunda obra, escrita en plena revolución industrial y en plena actividad del capitalismo, Malthus intentaba explicar el paro de ese proletariado que gracias al capitalismo, aunque a duras penas, lograba escapar de la muerte. Merece la pena citar aquí la obra presentada por Hayek, El capitalismo y los historiadores (1954), en la cual se realizan importantes puntualizaciones a aquella interpretación de la historia que arranca de una larga serie de Comisiones Reales y Comités de Investigación que comienzan en el siglo xviii, pero que alcanzan pleno desarrollo en las décadas de 1830, 1840 y 1850, recogiendo, según señala T. S. Ashton, "las pruebas más sensacionales de la injusticia" y componiendo "con ellas una dramática historia de explotación". Como resultado, "una generación que tuvo la iniciativa y la diligencia de recoger los hechos, la honestidad de revelarlos y la energía

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