Lo que puede hacer la escuela, Margaret Donaidson

“Lo que puede hacer la escuela”

Margaret Donaidson

En este capítulo vamos a ocuparnos de aquello que se puede hacer para proporcionar a todos los niños un buen punto de partida en cuanto a la clase de aprendizaje que reciben en la escuela. Lo primero que ha de reconocerse es la magnitud de los problemas conceptuales que el niño encuentra al comienzo, cobre todo si en su casa no ha sido preparado adecuadamente. En segundo lugar, puede no tener en absoluto una idea clara acerca de lo que es una clase de actividad designada como <<lectura>>.

Todos sabemos que el logro de la alfabetización es de gran importancia práctica para la vida en nuestra sociedad. En la actualidad, resulta evidente que modos diversos de enseñar a leer pueden actuar de esta forma en grados distintos. Pero la rapidez y el pensamiento reflexivo son antitéticos a cualquier edad.

Si se desea estimular el desarrollo de la capacidad de reflexión en estadios tempranos, no son la rapidez y la seguridad lo que hay que destacar. No basta solamente con disponer de tiempo. Nadie, ya se trate de un niño o de un adulto, puede sopesar posibilidades dentro de una situación en la que el numero de las mismas es infinito, o bien demasiado grande. Los niños deben aprender a dominar las formas literarias. Pero aprenderán mejor a captar las posibilidades de significado si se les permite usar, al comienzo, las cadencias familiares de la lengua hablada.

El conocimiento poseído por un adulto de la naturaleza general de los temas enseñados a los niños cuando estos ingresan a la escuela, puede estar establecido que bloquee la comprensión, precisamente, de aquello que el niño necesita que se le ayude a ver.

Los niños difieren mucho, desde luego, en su disposición para expresar sus dudas. Es educacionalmente mas informativo conocer lo que puede realizar un niño, <<con cierto ligero apoyo>>, que saber lo que consigue cuando no se le ayuda. Aquel niño que es difícil de ayudar, es el que necesita precisamente más apoyo e intentar luego encontrar aquellos que necesita y en qué consisten sus déficit actuales.

Si queremos resolver un problema, es de desear, desde luego, que por lo menos seamos capaces de registrar aquellos rasgos que poseen importancia con respecto a la solución, pueden existir también modos mejores o peores de representar estos rasgos: formas que lo hagan más o menos fáciles de recordar y de manejar en la mente. Por tanto, gran parte de la tarea del profesor puede consistir en ayudar a los niños a establecer representaciones internas eficaces del problema que se esperaba que aborden.

Es importante ayudar al niño a tener una comprensión adecuada de la naturaleza de las tareas de aprendizaje que va a cometer. En la actualidad hablamos más bien de la importancia que tiene establecer una representación más detallada de la estructura de la tarea.

Los niños pequeños no formulan espontáneamente, con facilidad, hipótesis que especifican alternativas, pero aquí se trata ya de otra cuestión. Los niños, incluso los más pequeños, no se limitan a ser conducidos por pasividad. Inventan y descubren activamente, utilizando como punto de partida lo que les decimos.

Sin embargo, sea cual fuere la capacidad de que dispongamos para exponer la estructura de una determinada área y ayudar al niño a representársela eficientemente, no hemos de defraudarnos a nosotros mismos. El alumno si es un descubridor activo, cometerá errores, así pues, hemos de reflexionar un poco sobre el papel que desempeña el error en el proceso de aprendizaje y lo que hemos de hacer a su respecto.

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