MUERTE DE LOS ARANGO

LA MUERTE DE LOS ARANGO

Nidia Medina Hernández

     El niño que narra el cuento es muy sensitivo y vive casi en un estado de ensoñación que sublima la miseria del ambiente como la peste que invade el pueblo y dándose cuenta de cada detalle que sucede alrededor, desde cómo disfrutaban al principio las clases con su maestra pero la forma abrupta en la que dio un giro cuando iniciaron los días de mortandad y la maestra tomo la decisión de llevarlos al salón oscuro y frío de la escuela, hasta lo que representaba la presencia del majestuoso eucalipto del centro del campo “tronco ancho, poderoso, lleno de ojos, y altísimo; pero la cima del árbol terminaba en una especie de cabellera redonda, ramosa y tupida”.

     Dos personajes importantes para el pueblo eran los hermanos Arango, don Juan y don Eloy; ganaderos y dueños de los mejores campos de trigo del pueblo. Don Juan un hombre con mucha simpatía para los pobladores por el empeño que puso el año que tuvo la mayordomía del santo patrón de igual manera para todos: "indios", "mestizos" y "caballeros" además, conocía y se sabía incluido dentro del pueblo, tenía una promesa de llevar un molino eléctrico para dar luz al pueblo y hacer del pueblo una villa moderna, en cambio, don Eloy era blanco y delgado, con modales caballerescos; había estudiado lo suficiente que leía los periódicos y revistas de Lima. Pero la desgracia cayó también en ellos, muere primero don Juan a sus escasos 32 años y llevándose consigo las esperanzas que tenía el pueblo en modernizarse, su entierro fue tan concurrido donde llegaron desde hacendados (principales) hasta indios. Los coros que tradicionalmente cantaban en los entierros esta vez se escuchaban estremecedores y ahí don Eloy promete a su hermano encontrarse con él en un mes en la otra vida. Y si, muere antes de los quince días, pero para el pueblo paso desapercibida su muerte; según narra el niño.

     Después de tanta desgracia, el sacristán toma una decisión impactante para el pueblo, toma el caballo tordillo del difunto de don Juan, lo vistieron como para un día de fiesta y en plena plaza mando llamar al pueblo con el repicado de las campanas. Les hizo creer que, sacrificando al caballo, la peste finalizaría. Por eso llevaron al caballo al borde del precipicio de Santa Brígida donde se encontraba el trono de la Virgen; al mismo tiempo se llegó a tomar como un tipo de ofrenda. Con un latigazo, el caballo saltó al vacío; chocó y rebotó entre las rocas.

     Don Jáuregui, gritó:

• “¡Don Eloy! ¡Ahí está tu caballo! ¡Ha matado a la peste! En su propia calavera. ¡Santos, santos, santos! ¡El alma del trodillo recibid! ¡Nuestra alma es, salvada!”

El sacristán terminó rezando en los 3 idiomas que se hablaban en el pueblo quechua (indígenas), castellano (principales) y latín (él).

Referencias

“La muerte de los Arango” de José María Arguedas

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/arguedas/la_muerte_de_los_arango.htm

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