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Origen Del Castellano


Enviado por   •  4 de Febrero de 2013  •  2.534 Palabras (11 Páginas)  •  966 Visitas

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ORIGEN Y EVOLUCIÓN DEL CASTELLANO

1. EL CASTELLANO. ORIGEN Y EVOLUCIÓN

2. EL LATÍN, NUESTRO IDIOMA

3. EL NACIMIENTO DEL ROMANCE

4. DEL CASTELLANO AL ESPAÑOL

El Castellano. Origen y Evolución

Lenguas Primitivas de la Península

Los primeros habitantes de la Península Ibérica de los que se tiene noticia, eran pueblos de diversas procedencias, que hablaron lenguas también diversas -célticas, ligures, ibéricas, etc.-; pero el conocimiento que tenemos de ellas es muy escaso y confuso. En algunas zonas del Sur de Levante, donde los fenicios (desde el Siglo XI A.E.) y los griegos (desde el VII A.E.) fundaron una serie de colonias, fueron habladas las lenguas de estos pueblos.

En el Siglo VII A.E. un nuevo pueblo fenicio, el de la ciudad de Cartago (en el Norte de África), tras establecer una colonia en la isla de Ibiza, inició una larga dominación en el Sur de la Península. Esta dominación, cuando los cartagineses lucharon contra los romanos y fueron vencidos por ellos, trajo como consecuencia un acontecimiento de importancia fundamental para la futura nación española: La presencia, en el suelo ibérico, del pueblo, la cultura y la lengua de Roma. La Península Ibérica fue romana desde finales del Siglo II A.E. hasta los comienzos del V D.E. Tan honda fue la huella que en esta tierra dejó la civilización romana, que no sólo quedó casi totalmente olvidado lo anterior, sino que quedó definitivamente marcado por ella todo lo que vino después.

De

todas las lenguas que existían el la Península antes de la dominación romana -y que por ello llamamos prerromanas- sólo una quedó en pie y ha llegado viva hasta nuestros días: El euskera. El vascuence no ha dejado de influir algo sobre la lengua castellana. Algunos rasgos fonéticos y algunos elementos morfológicos de ésta parecen ser de origen vasco; en el vocabulario se señalan algunos vasquismos. También de las lenguas desaparecidas han quedado reliquias aisladas dentro del vocabulario español. Algunas de las palabras que se suelen citar como vasquismos pudieran proceder realmente de esas lenguas de donde pasaran juntamente al euskera y al castellano. Donde más abundante es el recuerdo de aquellas viejas lenguas es en los nombres fósiles de la Geografía. También infinidad de comarcas y regiones han conservado a través de más de dos mil años los nombres que ya tenían cuando empezó a existir en la historia esta Península, como los fenicios Cádiz y Málaga, y los celtas Sigüenza y Segovia.

El Latín, Nuestro Idioma

En el año 218 A.E. desembarcó en Ampurias un ejército romano que venía a combatir contra los cartagineses, en la guerra que la ciudad de Roma sostenía contra éstos. Así comenzó una dominación que había de durar más de seis siglos.

Hispania fue declarada en seguida provincia romana, y sus conquistadores, dotados de gran sentido práctico y talento organizador, fueron colonizando la mayor parte del territorio y explotando sus recursos humanos y naturales.

Los hispanos, que se vieron obligados a incorporarse al modo de vida implantado por los romanos, hubieron de aprender, entre otras muchas cosas, el idioma de éstos. Aunque las viejas lenguas prolongaron su vida en algunos lugares durante muchos años (como el euskera), fueron poco a poco replegándose ante las ventajas que ofrecía el uso de una lengua oficial común, que a la vez era indispensable para la relación con los dominadores.

¿Qué lengua hablaban los romanos? Como la ciudad de Roma está situada en la región del Latium -que fue al primera frontera de la expansión romana-, su lengua se ha llamado latina.

El latín es una de las lenguas itálicas, grupo de lenguas hermanas habladas en la península de este nombre unos siglos antes de Cristo, variedades de una lengua anterior, el itálico, la cual sólo conocemos a través de sus hijas. El itálico, a su vez, era una rama del antiquísimo tronco indoeuropeo. Todo lo que sabemos de la lengua indoeuropea es también a través de sus descendientes: Se conoce su existencia -que hubo de ser en época muy remota, anterior a los milenios a la invención de la escritura- por las numerosas semejanzas que se descubren en una serie de lenguas aparentemente muy distintas y hoy muy alejadas entre sí geográficamente, semejanzas que sólo son explicables suponiendo un origen común. Así se sabe que, al lado del latín -con toda su descendencia- y las otras lenguas itálicas, son indoeuropeas las lenguas célticas -tanto

las que se hablaron en Hispania prerromana como las que hoy perviven en las Islas Británicas-, el griego, el albanés las lenguas germánicas, y las eslavas. Casi todas las lenguas de Europa pertenecen, pues, como el latín, a la familia indoeuropea. Dentro de este árbol genealógico, el latín tuvo un destino muy singular. Empezó siendo la lengua de una comarca en el centro de la Península Itálica y llegó a ser, tras la expansión del poderío romano, la lengua del mayor imperio conocido en la antigüedad. Hoy el latín vive, bajo distintas formas de evolución, en Portugal, en España, en Francia, en Bélgica, en los extensos territorios adonde lo llevaron los españoles, los portugueses y los franceses. Un hecho religioso importante, el establecimiento de los pontífices cristianos en la ciudad de Roma, dio lugar a una larga pervivencia del idioma del Imperio romano -desde el Siglo III hasta nuestros días- como lengua universal de la Iglesia católica.

También, la lengua latina alcanzó un gran nivel literario bajo el influjo que la gran cultura griega ejerció sobre las clases letradas de Roma, y sirvió como vehículo a una importante producción científica. Como consecuencia de esto, mucho después de la desaparición del Imperio romano, una larga época de la cultura moderna -del Siglo XV al XVIII-, recuperado el latín y las obras maestras de la poesía y del saber antiguo en él escritas, revitalizó el estudio de este idioma y su cultivo, que ya venía de la Edad

Media, como lengua universitaria y científica. Pero esta vida del latín como lengua de la ciencia y como lengua eclesiástica es completamente artificial, a diferencia de la verdadera continuación que son las lenguas neolatinas, es decir, las "Nuevas lenguas latinas", que también se llaman románicas o romances, y son: El francés, el provenzal, el italiano, el retro románico o romanche y el rumano,

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